Nino
Lo primero que sentí, fue el dolor de cabeza, luego el sol radiante con su molesto brillo, y por último, un exquisito aroma que parecía conocer. Abrí los ojos con dificultad para deleitarme con la inesperada espalda blanca y desnuda de Manu. ¡Bendito el momento en que mi cerebro decidió que la mañana ya estaba demasiado avanzada y que debía despertar! Para mi grandiosa —e inexplicable— fortuna, Manu se vestía, ahí, frente a mí. Confundida, comencé a incorporarme y pestañeé para obligar a mis ojos a abrirse por completo, pues no me habría sorprendido en absoluto que se tratara de uno de esos agradables sueños que acostumbraba tener, en los que su T.O.C. no existía y la prudencia tampoco.
Supongo que mi boca estaba abierta por el asombro, pues antes de escuchar su regaño, divisé una leve sonrisa en su rostro.
—Despertaste, borrachita. Pareces una acosadora mirándome así. Depravada —sermoneó mientras me lanzaba una almohada sobre la cara.
No era un sueño.
No era ningún maldito sueño.
Me levanté tan rápido como mi descompuesto —y avinagrado— cuerpo pudo, y hasta intenté mantenerme en pie incluso cuando la habitación amenazaba con comenzar a girar a mí alrededor. ¿Qué era todo eso? ¿qué estaba sucediendo? ¿qué hacía yo en su cama?
Miré mi ropa y comprobé, al menos, que seguía vestida, aunque mi sweater había desaparecido en algún momento de la noche.
—Apresúrate, el desayuno está casi listo. El baño está desocupado, puedes tomar una ducha y bajar —agregó Manu con algo más de amabilidad en su voz.
Cerré mi boca —recién en ese minuto, ¡qué vergüenza!— y revisé mi cabello: despeinado. Volví a mirarlo, y él sonrió. De inmediato pensé en la escasa probabilidad de que algo entre nosotros hubiese ocurrido, y me animé a preguntar:
—Manu, ¿dónde dormiste? —dije, tomándome la cabeza con las dos manos para tratar de ordenar las hebras de cabello que ya no parecían desear ser parte de mí.
—En mi cama, ¿dónde más?
¿Manu había dormido en su cama?
¿En-su-cama?
—¿Al lado mío? —indagué, ya sin intención de disimular lo consternada que me tenía toda esa escena.
Sin embargo, y tal cómo era de esperar, Manu no respondió y bajó para tomar su desayuno. Hasta ese minuto, de lo único que podía estar segura, era que el reloj marcaba las diez en punto. Realmente no era capaz de entender lo que ocurría.
Volví a sentarme sobre la cama para evaluar con algo de objetividad la situación porque, dentro del caos de mi cabeza que parecía haberse quedado en blanco, existía la posibilidad de que hubiese pasado la noche junto a él y no lo recordara. ¡No recordaba nada! Estaba mal, estaba muy mal, en especial porque me había prometido beber con moderación para que Manu no se incomodara, y resultaba que ni siquiera sabía la forma en que había logrado traerlo hasta su cama. Porque en mi ilusa y creativa mente, eso había sucedido. Hice un esfuerzo más por recordar la manera en que logré dar un paso tan grande como ese, pero las imágenes que volvieron a mí, no fueron las esperadas.
Todo era borroso, pero estaba ahí: Manu riendo, Manu mirándome, Manu huyendo, Manu gritándome y pidiéndome que entendiera mi lugar. El mundo se volvió oscuro y triste al recordarlo, pero no hubo lágrimas. Tomé mi bolso, y sin que importara el frío, me marché.
Mientras corría hacia la locomoción extrañando mi sweater, noté que no era rabia lo que sentía. Estaba decepcionada de mi misma y de la forma en que todo comenzó a volverse en mi contra. No, no era el hecho de que me marcara sus límites, era el hecho de que no me escogiera a mí, aun cuando había puesto todo ese esfuerzo en derrumbar uno tras otro los muros que alejaban a Manu del mundo. Lo que se interponía ahora entre él y yo, más allá de la forma en que ambos nos enfrentábamos a la vida real, era la certeza de que no sería yo la destinada a destruir para él las barreras que quedaban a su alrededor.
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TOC -Trastorno Obsesivo Compulsivo
Romance• HISTORIA GANADORA DEL WATTY 2016 EN CATEGORÍA PIONERAS • Nino, una alocada estudiante universitaria y Manu, un difícil hombre con Trastorno Obsesivo Compulsivo. Una mujer completamente libre y un hombre preso de sus angustias. La desconcer...