DE: LAURA
PARA:QUIEN QUIERA LEERLA
Hola, querido lector. Ésta es una carta muy especial, ya que ayer fue un día muy especial. Te contaré.
Era tarde, iba saliendo de la cafetería después de cenar y me sentía muy cansada, así que decidí ir a la cama para dormir un poco. Así lo hice, sin embargo, no podía conciliar el sueño, daba vueltas en la cama pero no podía acomodarme de ninguna manera.
Después de unos momentos, escuché que alguien se acercaba e instintivamente cerré los ojos y me hice la dormida. El extraño entró al cuarto y fue a meterse en su respectiva cama, no pude adivinar de quién se trataba exactamente.
Acomodé la cabeza nuevamente sobre la almohada y me dispuse a dormir, cuando de pronto, me pareció escuchar que la persona reprimía un sollozo.
Abrí los ojos e instintivamente me volví hacia la fuente de aquél sonido, y entonces lo vi...
Ismael estaba acurrucado sobre su cama en posición fetal y con el cuerpo volteado hacia la ventana. Afuera ya se sé había hecho de noche. Esperé unos segundos para comprobar que lo que había escuchado no hubiera sido producto de mi imaginación. Él se veía... tan pacífico, hasta que su cuerpo tembló y el mismo sonido volvió a salir de sus labios.
Me levanté cuidándome de no hacer ruido (no sé por qué) y fui a arrimarme hasta dónde estaba él.
-Ismael...- puse una mano sobre su hombro. Él brincó y se estremeció.
-Laurita... -dijo, limpiándose el rostro empapado- Perdóname, ¿te desperté?
-No te preocupes, ya estaba despierta. ¿Estás bien?
-Sí... sí.- sorbió la nariz- Sólo estoy resfriado.
No había terminado de decirlo cuando una nueva oleada de lágrimas lo sacudió
-La gripa no produce llanto incontrolable, la tristeza sí. ¿Por qué estás así, Ismael?
Tembló un poco y ocultó el rostro entre las manos.
-Puedes decirme... pero si no quieres, está bien. Lo único que quiero es hacerte sentir mejor.
Lo que pasó a continuación me dejó completamente desconcertada. Ismael se levantó, rápido como un rayo y me envolvió en sus brazos mientras lloraba desconsolado. Me quedé atónita, me costaba respirar, no sabía qué hacer.
-T...tranquilo. - lo abracé tímidamente, como con miedo de tocarlo.
-Vino mi hermano hoy...- sollozó- Y... vimos al doctor...
-Te escucho- dije.
-Y dijo... dijo que... - no pudo completar la frase.
-Isma, todo estará bien, ¿qué dijo el médico?
-Él dijo... ¡No, no puedo decirlo!
-¿Por qué? Desahógate, es lo que necesitas.
-Si te lo digo me tratarás de forma diferente, me mirarás de forma diferente, me tendrás lástima.
Tragué saliva.
-Te juro que no lo haré.
-Prefiero dejarte con la dulzura de la duda.
No supe qué contestar, simplemente me quedé ahí, sin soltarlo. Aferrándome a él y de pronto, sentí que quería protegerlo de cualquier mal. Que quería ver su sonrisa siempre.
Levanté su rostro suavemente.
-Está bien, no me digas si así lo quieres, pero tienes que prometerme que no me vas a alejar. No cometas la tontería de decirme que quieres estar solo cuando la razón te grita que no debes dejarme ir.
Ismael abrió sus ojos verdes al máximo, incrédulo por lo que acaba de decir.
-No te vayas, Laurita. Quédate conmigo.
No lo hice, y después de ese no nunca volvimos a estar solos.
FIN DE LA SEXTA CARTA
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Cartas para Quien Quiera Leerlas
Jugendliteratur¿Quieres llorar? Lee esto. Cuatro amigos, cuatro vidas distintas y cada uno trata de vivirlas a su manera, pero cuando el destino te pone a prueba y las fuerzas te abandonan te das cuenta de que lo único que tienes es a aquellos que te aman. Una h...