DE: JOAN
PARA: QUIEN QUIERA LEERLASiempre he admirado esa extraña capacidad que poseen algunas personas para evitar la culpa y tratar de arreglar una situación con un regalo.
Un sencillo y rápido ejemplo: las peleas de pareja.
Cuando una pareja de novios se pelea, el chico trata de hacer que la chica lo perdone escudándose detrás de un ramo de flores o de un maldito oso de felpa.
Uno más: cuando un alumno reprueba una materia, lleva a cabo una acción bastante interesante como última medida desesperada de salvar el semestre. El término adecuado para esto es algo conocido como "hacer la barba". O en palabras más sencillas: "regalarle al maestro un cumplido, una caja de chocolates, alguna invitación a comer, una botella de licor o una rápida mirada de tus piernas en el caso de las chicas".
Eso es justamente lo que tratan de hacer con nosotros. Están "haciéndole la barba a los chicos con cáncer". Creen que con eso van a recompensarnos por habernos dejado morir.
Pero, contrario a toda la ira que pude haber expresado con las anteriores palabras, no estoy enojado. No podría enojarme de aceptar un viaje todo pagado a la playa con mis mejores amigos durante una semana entera.
La última semana que pasaré con ellos antes de ir a casa y... bueno... morir.
No pensemos en eso por ahora, estábamos con el viaje.
La Doctora Sarah y Díaz llevaron nuestro caso ante los altos mandos del hospital y ellos a su vez lo presentaron al gobierno. Dijeron que era inaceptable y completamente mediocre que no hayan contado con el equipo y los medios suficientes para salvar a cuatro niños con cáncer. Pedían que se les entregaran mejores equipos y gente capacitada.
El gobierno, en respuesta, nos regaló un viaje a nosotros y un ejército de nuevos doctores con máquinas súper extrañas a ellos. Al menos salió algo bueno de todo esto.
El viaje era para nosotros cuatro y dos acompañantes. Papá se ofreció a cuidarnos y el hospital nos prestó una enfermera para que le ayudara un poco.
-Es increíble la cantidad de cosas que necesita una mujer- me quejé, mientras aplastaba con todas mis fuerzas la maleta de Laura.
-No seas quejoso, tú vas a llevar el tanque y eso es lo que más espacio ocupa.
-¡Pero lo necesito para respirar!
-¡Y yo necesito esas cosas para vestirme!- se rió.
-Con una playera y unos shorts era suficiente...
-¿Qué hay de la ropa interior?
Me quedé callado, con las mejillas ligeramente sonrojadas.
-Es práctico utilizar los calzoncillos por ambos lados.
-¡Que asco!- gritó ella, lanzándome una más de sus blusas.
Sonreí, pero un ligero suspiro se me escapó de los labios.
-¿Que pasa?
-Nada...- me quité la blusa de la cara- solo tengo un poco de miedo, a decir verdad.
-Si...- respondió- yo también. Pero no quiero pensar en eso, solo quiero disfrutar nuestros días juntos.
Laura se estiró hacia mí y me envolvió en un abrazo. Me puse rígido, eran pocas las ocasiones en las que ella me abrazada, de hecho esta era... la tercera, creo. No estaba acostumbrado a que alguien aparte de Olivia o mis padres me tocaran siquiera. Aún así, me relaje un poco, los abrazos de Laura eran cálidos.
-Bueno, ¿ya están listos?- papá entró a la habitación de pronto, seguido por Ismael apoyado en su bastón. A pesar de todo, él se mantenía reacio a aceptar sentarse en la silla de ruedas.
-¿La maleta cedió?- dijo Isma.
-Siento pena por ella, parece que explotará en cualquier momento- comenté.
Papá se rió.
-Ya está todo en el auto, Olivia ya está dentro también.
-Genial.
-¿Empacaste todo?
-Si.
-¿Seguro? ¿Cepillo de dientes?
-Ya va.
-¿Medicinas?
-Ya.
-¿Traje de baño? ¿Pijama? ¿Dinero?
-¡Ya va todo, papá!
-En ese caso... ¡en marcha!
Se colgó la maleta de Laura al hombro y comenzó a llevar la silla fuera de la habitación.
Lo seguí, pero me detuve a último momento a ver por última vez aquella recámara. Las cuatro camas en cada extremo, dos pequeñas televisiones, la ventana al fondo... era extraño salir por fin de ahí. Al final... mis mejores y peores experiencias fueron dentro de esas cuatro paredes blancas.
Sonreí y salí jalando mi oxigeno tras de mí, sabía que aquella era la última vez que pisaba un hospital.
FIN DE LA TRIGÉSIMO SEGUNDA CARTA.
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Cartas para Quien Quiera Leerlas
Teen Fiction¿Quieres llorar? Lee esto. Cuatro amigos, cuatro vidas distintas y cada uno trata de vivirlas a su manera, pero cuando el destino te pone a prueba y las fuerzas te abandonan te das cuenta de que lo único que tienes es a aquellos que te aman. Una h...