Carta 19ª

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DE: ISMAEL

PARA: QUIEN QUIERA LEERLA

Caminaba de regreso al cuarto, arrastrando los pies, contando cuántos azulejos había en el suelo, cargando con la culpa y la pena. No había visto a ninguna de las dos durante un tiempo, quizás así era mejor.

Tenía la débil esperanza de que el doctor Díaz me dejara ir a casa esta Navidad, no quería quedarme solo en la habitación mientras mis compañeros se iban a sus casas. Sí... tal vez Israel me visitara y me trajera mi regalo de Santa, pero no sería lo mismo. Sabía que quizás no regresaría, pero yo lo prefería así.

Llegué a la puerta del cuarto aún con la mirada baja, sentí que alguien se acercaba, pero no me importó, así que estiré la mano para abrir y... ¡Oh, Dios! ¡¿Por qué me haces esto a mí?! ¡Mi mano había chocado con la de Laura!

-¡Lo siento, lo siento!- exclamé fuertemente, agachando la cabeza lo más que podía para que mi cabello me cubriera de ella.

-Descuida...

De pronto sentí que una fuerza sobrenatural me empujaba a mirar hacia arriba. No quería, en verdad no quería mirarla para no sentirme peor, pero... esto pudo más que yo. Mis ojos huyeron hacia su rostro... el corazón se me detuvo.

-¿Qué...? ¿Qué le pasó a tu cabello?- ¿Dónde había quedado la exuberante y rebelde cabellera de Laurita? ¿Dónde había quedado esa selva color caoba de... de mi amada? Ahora se lo había cortado a la altura del cuello. Se veía igual de hermosa, pero...  pero... ¿por qué?

-Era necesario- dijo y se apresuró a entrar, pero la detuve.

-Espera...- susurré, sosteniéndola del brazo, y lo único que sentí fueron sus huesos. Tragué saliva- ¿Estás bien? No... ¿no me odias?

Me miró y sonrió, yo me estremecí.

-No, Ismael, no te odio.

Se soltó de mi agarre y entró al cuarto, dejándome confundido. Ah, Laura... ¡cómo me gustaría que me odiaras, que me despreciaras, que te quisieras alejar lo más que pudieras de mí! Porque yo no soporto verte... me hago daño a mi mismo con tu imagen. Ódiame tanto como puedas, ódiame por favor.
...

Laurita, si algún día lees esta carta, quisiera preguntarte algo: ¿Por qué sonríes mientras duermes? ¿Y por qué no lo hiciste hoy?

Sé que sueno como un maldito psicópata, pero siempre me quedo observándote hasta caer dormido, reconfortado por tu sonrisa que permanece hasta cuando sueñas.

Pero hoy fue distinto. Hoy tu rostro fue todo menos felicidad; dime, ¿es por mi culpa?

Joan y Olivia se han ido, ahora quedamos tú y yo, ¿por qué no te fuiste a casa tú también?

Esa noche me invadió un sueño profundo como pocos y si no hubiera sido por la voz de la recepcionista en el micrófono, no me hubiera despertado sino hasta bien entrada la mañana. Marta nunca sabrá lo eternamente agradecido que estoy con ella... aunque lamento haberme enterado de esta forma.

-Padres de Laura Contreras, preséntense en recepción.- dijo la estridente voz. Yo me di vuelta en la cama, tratando de quitarme el sueño de encima- Padres de Laura Contreras, preséntense en recepción.

Por experiencia propia sé que cuando llaman a tus padres de recepción en la madrugada, no es por una buena causa.

Me levanté de un salto de la cama, provocando que un espasmo de dolor me recorriera, pero apenas recuperé el aire bajé corriendo las escaleras a recepción.

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