Carta 18ª

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DE: LAURA

PARA: QUIEN QUIERA LEERLA

Otra vez el año corrió hasta alcanzar la Navidad. La primera Navidad que paso con el cáncer como invitado.

Me siento extraña, como si estuviera flotando en medio de la nada. Como si no me importara nada cuando en realidad me importa todo; quiero quitarme este sentimiento de culpa irreal... pero no sé cómo. 

Aún recuerdo ese beso... y también ese rechazo. No puedo culpar a Ismael, después de todo yo fui quien se interpuso en su relación, pero... por un momento, por un hermoso momento, creí que podría ser posible. Ahora sé que no lo es.

Ismael me huye, busca los momentos en los que salgo del cuarto para él entrar y no encontrase conmigo. Quisiera que fuera diferente.

Otra vez estoy sola.

Y quisiera que él estuviera conmigo.

Hoy ocurrió algo que sabía que pasaría, pero no esperaba que lo hiciera. Tampoco sé cómo sentirme por eso.

Tomé un baño cuando desperté, como siempre lo hago. Me miré al espejo por un momento y pude ver lo mucho que había cambiado mi cuerpo, ya no tenía ese tono moreno claro de siempre, ahora era de un pálido extraño; mis costillas se marcaban casi por completo y a mis labios  les faltaba mucho color. Por un instante sentí celos de Fernanda, ella era aún más linda con su bello rostro sonrojado y labios rojos. 

Suspiré, nada podía hacer.

Abrí el agua caliente y me metí a la regadera. Agradecí el calor del agua sobre la piel, ya que como era invierno, en el hospital hacía frío. Me detuve ahí unos minutos, con los ojos cerrados y solamente parada debajo de la caída del agua. Pero cuando empecé a lavar mi cabello, fue cuando ocurrió... un mechón de pelo se desprendió de mi cabeza y se quedó atorado entre mis dedos. 

El corazón se me detuvo. En mi interior sabía qué era lo que estaba pasando. 

Volví a pasarme las manos por el cabello, con suavidad, evitando jalarme, pero al instante volvió a caerse otro mechón. 

Sentí ganas de llorar y esta vez no me contuve. Sabía que perdería todo mi cabello... sólo era cuestión de tiempo. Mis lágrimas se dejaron caer y se entremezclaron con el agua de la ducha. La quimioterapia había comenzado a atacar.

...

-¿Hola?

-Mamá, soy yo, Laura.

-¿Qué pasa, hija?

-Mamá... quiero... yo quiero... cortarme el cabello.

Hubo un largo silencio del otro lado de la línea.

-Vamos para allá.


FIN DE LA DÉCIMO OCTAVA CARTA.

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