Carta 10ª

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DE: OLIVIA
PARA: QUIEN QUIERA LEERLA

Estoy esperando a que Laura despierte. Ismael está aquí a mi lado, mi corazón late a mil por hora, pero me siento culpable, ella había sufrido un desmayo y yo me sentía feliz por estar a solas con Isma. Tenía que quitarme aquellos pensamientos de la cabeza, aún así, estar a solas no me servía de nada porque yo no me animaba a levantar la mirada del suelo.

Así que sólo estábamos aquí, sentados uno al lado del otro, observando el rostro dormido de Laura y con el bip bip incesante de ese aparato que marca los latidos del corazón como el único sonido a nuestro alrededor.

-Y bien...- dijo él de pronto.

-¿Mmm?

-¿Te parece si empezamos nuevamente?- preguntó. No sabía a qué se refería, pero asentí.- Muy bien, mi nombre es Ismael Cervantes, tengo 18 años y un hermano mayor, Israel. No se qué tenía mi madre con los nombres bíblicos, si eso es lo que estás pensando. ¿Qué más? Llevo casi un año aquí, y odio el pescado. Mucho gusto.

Me estiró una mano. La tomé, sonrojada y la estreché levemente.

-S...soy Olivia Mancera- dije titubeando- Tengo quince... vivo con mamá a las afueras de la ciudad, s-soy un poco tímida... y... amo a My Chemical Romance. H-hola.

Sonrió.

-MCR, ahora conozco lo esencial. Por cierto, me gusta tu nuevo look.- me guiñó un ojo. De seguro parecía un tomate en ese momento.

-¿Lo dices enserio? Pienso que es algo extraño. 

-Se ve cool, pareces una de esas chicas malas que conducen motocicletas a toda velocidad mientras escuchan Hard Rock.

Reí.

-Supongo que me veo muy malota.

-Descuida, a mi me gustan las chicas así.

Ok, ahora amaba mi cabeza rapada. Me tenía loca ese maldito.

-¿Dónde dejaste a tu sombra?- preguntó.

-¿Quién? ¿Joan? El doctor dice que está muy bien y le dio permiso para ir a casa por un tiempo.

- Suertudo. Yo ya me hice a la idea de que ésta es mi casa.

-¿Tan mal están las cosas?

-Digamos que me he acostumbrado al servicio a cuarto- solté una carcajada. Era más divertido de lo que pensaba.

-Tú y Laura se llevan muy bien, ¿no?- cuestioné.

-Es una chica especial y me hace sentir especial, pero... no sé, siento que le molesto.

-¿Por qué le molestarías? Eres muy agradable.

-Gracias, qué linda. Pero bueno, sus razones ha de tener ¿no?

-Supongo.

-Tú y ella sí se llevan bien.

-Hemos hablado poco, pero me gusta estar con ella- las palmas de las manos me sudaban, parecía que todo estaba yendo bien.

-Ella podría ser amiga de todo el mundo si quisiera- rió- tiene lo necesario para eso. Pobre de su esposo, morirá de celos hasta por el perro de la esquina.

Reí también.

-Sí... oye, ¿sabes? Creo que a Joan le agradarías- en el fondo sabía que no, pero sería muy divertido verlo tratar de entablar una plática con Ismael, sin mencionar que, si a mí me llegaba a pasar algo, no quería que él se quedara solo y sin hablar con nadie. Sé muy bien lo importante que es tener a alguien que te apoye; mi meta ahora, era que se relacionara con nuestros compañeros.

-¿Enserio? No sé por qué lo dudo, además, no sabría cómo acercarme.

-Debo admitir que él es algo cerrado, pero es una persona maravillosa.

-¿Qué propones que haga para hablarle?

-No sé, mmm... háblale de música, creo que a él le encanta hablar sobre eso. Sería el primer paso.

-Está bien, cuando vuelva lo intentaré. 

-Gracias...

Laura tosió, ambos volteamos a verla y en ese momento, ella fue abriendo los ojos lentamente.

-Laurita...- dijo Ismael.

-Lau, qué bueno que ya despertaste.

-Hola... - saludó con una voz somnolienta- ¿Qué me pasó?

-Te desmayaste en la cafetería- informó él, mientras se abalanzaba sobre Laura- Oh, Dios, ¡me tenías tan preocupado!

-Perdón- ¿Fue mi imaginación o Laura tenía una mirada triste en los ojos? Nunca la había visto así, se me removió el corazón y no pude evitarlo, me estiré para abrazarla también.

-Oh, chicos...- murmuró- los extrañé tanto.

Sorbió la nariz y supuse que estaba llorando.

-¿Podría pedirles un favor?- exclamó.

-Lo que sea- dijo Ismael.

-Sal del cuarto- Ismael se quedó perplejo y por un momento no supo qué hacer, pero aún así, hizo lo que ella le pidió. 

Una vez fuera del cuarto, Laura se deshizo en lágrimas que ahogaba entre mis brazos.


FIN DE LA DÉCIMA CARTA.

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