Capítulo "En Busca del Fantasma de la Cafetería"

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Este es para Jocelyn.
Gracias por cuidarnos siempre.

-Aquí Alfa a Delta. Alfa a Delta, ¿me escuchas?

-Lo hago. Ismael... estoy a un lado de ti.

-Enterado, proceda con la misión. Recuerde, si la situación lo requiere...

-Disparo a discreción, lo sé, lo sé, ¿podemos salir ya?

-Espere... ¡ahora!

Comencé a empujar la silla de ruedas de Olivia a través del pasillo oscuro. No sé cómo demonios vine a meterme en esto; según Isma todo estaba fríamente calculado, pero no sé por qué tenía el presentimiento de que esto acabaría mal.

-Recuérdame una vez más, Olivia, ¿qué estamos haciendo y por qué accedí?- le susurré al oído a mi amiga, quien sujetaba mi tanque sobre sus rodillas.

-Vamos en busca del fantasma de la cafetería y accediste porque Ismael te amenazó con pintar tu tanque de rosa mientras dormías si te negabas.

Chasqueé la lengua. Rayos, ese maldito sabía cómo mangonearme.

Aún había gente en la recepción a pesar de ser las 2 a.m., sin embargo, él área de la cafetería y sus alrededores ya se encontraban completamente vacías y a oscuras. Justamente por eso nosotros seríamos la distracción para que Laura e Isma corrieran y se infiltraran en el lugar sin levantar sospechas. Tragué saliva. Por favor, que nada salga mal.

Normalmente quien realizaba las rondas nocturnas era un cuidador llamado Uriel, al cual no le había hablado más de dos veces en estos seis meses. Espero que haya sido suficiente para lograr inspirarle confianza ahora, ya que tendríamos que pasar justo a su lado.

-¿Estás lista?- pregunté a Olivia.

-Afirmativo, Comandante- me sonrió.

Bien, el momento había llegado. Comenzamos a avanzar lentamente cerca del viejo cuidador y tratando de hacer el menor ruido posible, pero, seamos sinceros, ¿qué tan silenciosos pueden ser un tanque que bombea oxígeno y una silla que rechina?

-Ustedes,- nos detuvo la voz de Uriel, a nuestras espaldas. Maldición- ¿qué hacen aquí a estas horas?

Apreté rápidamente el hombro de Olivia, indicándole que me siguiera la corriente y puse mi mejor sonrisa fingida.

-Mi amiga quería un poco de agua, la llevo a la máquina expendedora.

-¿Se les acabaron las botellas en la habitación?

-¿Cómo lo supo?- bromeé.

-¿Y su enfermera?

-Oh, no quisimos molestar, simplemente es agua.

-De acuerdo...- el cuidador nos miró de arriba abajo- los acompañaré.

Extendió las manos para tomar la silla, pero la aparté de una forma un tanto... brusca. Perdón, pero el único que va a manejar esta cosa soy yo y nadie más.

-Descuide, buen hombre, yo puedo hacerlo. Pero si tiene diez pesos que me preste, se lo agradecería mucho.

-¿Así que iban a la máquina sin dinero?

Cartas para Quien Quiera LeerlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora