Capítulo 2.

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Allí en la puerta de la habitación estaba el director del hospital junto con un chico, alto de ojos claros y cabellos rubios oscuros.

-Disculpe, ¿Quién es usted? -pregunté al extraño que era él que había hablado.

El director del hospital carraspeó.

-Señorita Strafford le presento al señor Turner, está de visita -hizo una pausa y esta vez se dirigió al hombre situado a su lado-, la señorita presente es una de nuestras enfermeras, es eficiente y puntual como ninguna otra.

-Encantado -me tendió la mano y yo la acepté confusa.

-Igualmente -murmuré y él me sonrió ampliamente.

-Bien, ¿desea que le muestre el resto de las instalaciones? -preguntó algo impaciente el director.

-Oh, no se preocupe -volvió su mirada a mí-, si usted está muy ocupado la señorita se podría encargar.

-Eso será si la señorita -empecé a responder indignada pero el director tosió falsamente y me contuve-, no está ocupada -finalicé tragándome mi orgullo y obedeciendo la orden muda del director.

-Por supuesto -contestó el chico-, disculpe mi falta de educación.

-Bien, entonces le dejo en buenas manos -el director del hospital se marchó casi de inmediato y yo me quedé con la palabra en la boca.

-Pepinillo es molesto -comentó Juliet y me giré hacia ella con una ceja levantada-, ¿Qué? Ese hombre tiene un problema con los pepinillos -no pude contener la risa y una carcajada escapó por mis labios.

-Creo que tú ya has tenido mucha fiesta por hoy -sonreí y la obligué a tumbarse en su cama mientras recogía las muestras que le había sacado antes y tiraba la aguja en un cubo de la basura-, ahora descansa luego pasaré a verte.

-¡Pero si no tengo sueño! -replicó y yo negué con la cabeza divertida, me dirigí a la pequeña televisión situada en una esquina y la encendí, dejando unos dibujos animados que Juliet adoraba- Bueno, creo que me podré quedar quieta unos minutos... -y un bostezo escapó de su boca.

Salí de la habitación pasando junto aquel chico que sonreía.

-Esa pequeña parece un tornado, ¿Cómo puede estar levantada a estas horas? -rió- Apenas son las ocho y media -comprobó la hora en su teléfono móvil.

-Ella casi nunca está quieta, el hospital es como una jaula para ella -suspiré-, y no la culpo.

-¿Lleva mucho tiempo aquí? -preguntó con un atisbo de tristeza en su voz, me detuve junto al mostrador y le pasé las muestras etiquetadas a otra enfermera que las tomó y se las llevó a su lugar.

-Esta vez a estado aquí un par de semanas -le miré fijamente y sus ojos de color tormentosos me observaron atentamente-, mañana seguramente le den el alta.

-¿Esta vez? -preguntó.

-Juliet nació con un pequeño problema de corazón, no es muy grave pero debe someterse a revisiones y pruebas -sonreí con tristeza-. Esta vez ha ingresado por un virus que parece que ya ha superado, pero preferimos mantenerla en observación y realizarle más pruebas por si su corazoncito no estaba del todo bien.

-¿Le tienes mucho aprecio verdad? -sonrió con tristeza. Sacudí la cabeza cayendo en la cuenta que era un extraño y seguí andando hacia el almacén donde guardábamos los utensilios y materiales quirúrgicos.

-¿Siempre haces tantas preguntas? -le pregunté molesta, él sonrió.

-Sólo si las respuestas me interesan.

Una Humana Para El LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora