Capítulo 31.

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-El aceite no va a matarte -le susurré a Thomas mientras lo abrazaba por detrás, tenía puesto un delantal del cual no quedaba ni un trozo limpio y estaba en la cocina junto a Dan.

-¡No puedes estar aquí! -me chilló dándose la vuelta y alejándome de allí mientras yo trataba inútilmente quedarme.

-¿Ha habido suerte? -me preguntó Phoebe cuando entré en la habitación que Thomas tenía de sobra, negué.

-Al menos no han quemado nada aún -y justo en ese momento una alarma me informó de que la realidad era otra, me senté junto a Phoebe negando entre risas. Justo entonces Dan asomó la cabeza por la puerta.

-La cena tardará algo más de lo previsto -se rascó la nuca avergonzado.

Y Phoebe rió aún más.

-¿Seguro qué no queréis nuestra ayuda? -Negó seguro de sí.

-Hoy queremos cocinar nosotros -y se volvió a marchar ya que Thomas le llamó a voces.

-Podríamos pedir una pizza -sugerí y Phoebe asintió muy convencida.

-Apoyo esa idea -y justo cuando se levantó a llamar por teléfono Thomas entró con la cara con la que un padre se dispone a regañar a sus hijos.

-Ni se te ocurra -Phoebe se dió por vencida y se volvió a sentar conmigo, Thomas se marchó bajo las voces, esta vez, de Dan-. Me aburro aquí sentada.

-Podrías contarme cómo te has enterado -le dije refiriéndome a su embarazo y ella asintió conforme.

-Verás -se tumbó en la cama boca arriba y sonrió-, le conté a Lena lo mismo que a ti y salimos a dar una vuelta. Me pidió toda clase de detalles y me ofreció algunas soluciones -suspiró-. Yo no tenía ni idea de que había planeado lo de la playa, y aún me pregunto cómo lo ha conseguido -una sonrisa adornó su rostro y el mío por ende-. Pero bueno, el tema es que me empecé a encontrar algo mareada. Lena debió de reconocer mis síntomas y me preguntó si podía estar embarazada -me miró-. No tenía ni idea, y entonces fuimos a un ginecólogo, creo que es amigo vuestro -asentí deduciendo que debía de tratarse de Martin-. Lena le había llamado de camino y le había preguntado si tenía un hueco para nosotras. Él nos dio la gran noticia.

-¿Y cómo fue? -pregunté con su ilusión reflejada en mi rostro.

-Al principio no me lo podía creer -suspiró-. Aún me cuesta un poco -rió y se llevó la mano a su vientre todavía plano-. Estoy de casi dos meses, por eso el mal carácter incrementado -le sonreí-. Es algo increíble -suspiró con aire fantasioso.

-No sabes cuánto me alegro por ti -me acerqué a ella y la abracé.

-¡La cena ya está! -gritó Thomas y me llevé un dedo a la boca.

-Shh -Chisté y me miró confuso, yo le señalé a Phoebe la cual se había quedado dormida en la cama. Me alejé de ella y salí de la habitación cerrando la puerta tras de mí sin hacer ni el más mínimo ruido.

-Debería comer algo -susurró Thomas.

-Si no hubierais tardado tanto no se habría dormido -él alzó una ceja desafiante.

-¿Encima que cocinamos para vosotras te quejas? -negó divertido- Huele a envidia.

-¿Envidia? -asintió- Yo más bien huelo a quemado- Thomas sonrió.

-Envidiosa -repitió con burla.

-De eso nada -se lo volví a rebatir- Yo al menos sé freír un huevo -le miré desafiante.

-A mí no se me pegan las tortitas -sonrió orgulloso y yo junté mis labios pensativa, ninguno de los dos era un gran chef, aunque desde que nos conocimos habíamos aprendido a cocinar mejor.

Una Humana Para El LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora