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Me desperté pensando que todo había sido una pesadilla, pero sabía antes de abrir los ojos que solo era yo autoconvenciéndome de algo. Me levanté y bajé abajo en busca de alguien, esperaba tener respuestas y no tener que esperar un día más para llegar a ese famoso y misterioso Hogwarts.
Cuando llegué a la cocina, vi a la señora Weasley sollozar mientras su marido la abrazaba e intentaba consolarla. Cuando me vieron, todos me miraron espantados entonces supe que esa desgracia tenía que ver conmigo.
-Oh, cariño- gimoteó la señora Weasley y me abrazó sacando hasta la última molécula de oxígeno de mi sistema.-Oh, dios mío, pobrecita.
-¿Qué ha pasado?- dije con un tono frío que me sorprendió haber empleado.
-Verás...- empezó el señor Weasley con precaución.-Tus padres anoche fueron atacados por... unos delincuentes con los que... bueno, no se llevaban bien. Nos ha llegado la noticia esta mañana de que cuando llegaron los refuerzos pues... ya habían fallecido y no había rastro de... esos delincuentes.
Una profunda rabia me inundó mezclada con tristeza, ni siquiera sabía cómo reaccionar ante la noticia de que mis padres habían muerto en extrañas circunstancias justo como todo ocurría a su alrededor y encima recibir la noticia por unas personas que no conocía de nada. De pronto, una ventana reventó y todos se encogieron aunque no mostraron signos de mucha sorpresa.
Las ventanas no reventaban así como así y esta gente ni se inmutaba.
-¿Y qué pasa con Sirius, Lupin y ese tal Severus?- pregunté.
-Severus tuvo que irse, Lupin y Sirius también. Era... algo personal en lo que tus padres no querían a nadie envuelto- explicó el señor Weasley, se notaba que me ocultaba información y tenía mucho cuidado de no revelarla.
-Sirius no se iría así como así- dije segura.
-Sirius ahora mismo está en prisión y espero que esos dementores le besen por lo que ha hecho- dijo el señor Weasley furioso, no había entendido nada de la segunda parte y aún menos el porqué mi padrino estaba en prisión, confiaba plenamente en él.
-Señor Weasley- se oyó una voz y todos abrieron mucho los ojos- no hacía falta que expusiera su opinión ante la señorita Potter.
Me giré y vi a un anciano que debía tener más años que la Tierra con una barba larga y blanca y una especie de túnica. Me miraba con una sonrisa apenada pero yo estaba demasiado concentrada en su aspecto extraño. ¿Acaso no había una sola persona normal aquí?
-¿Quién es usted?- pregunté osada.
-El profesor Dumbledore, director de Hogwarts. Siento mucho su pérdida, señorita Potter, pero hay algunas cosas de las que debemos hablar.- No dije nada así que me condujo al comedor de los Weasley sin que ninguno de ellos objetara nada.-Una terrible pérdida, la de los Potter, magníficos sin duda.
-¿De qué quiere hablar?- le corté.
-Eres una bruja, Lucy. Al igual que tus padres, Sirius, Lupin, los Weasley, el profesor Snape y yo. Puedes hacer magia.
-Acabo de perder a mis padres y no estoy para bromas- dije borde. Sacó una caña de madera e hizo levitar un libro, le miré totalmente asombrada.
-En mi colegio, Hogwarts, no solemos admitir a alumnos si no tienen 14 años, pero comprendí la situación de tus padres. Estás en grave peligro, Lucy, unas personas malvadas te necesitan para algo realmente malo y por eso ahora debes venir al colegio, para formarte en el uso de la magia y así no solo guardar con mi protección, sino tener un arma ante un posible ataque.
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Lucy Potter
RandomUna chica de ciudad es obligada a sumergirse en un mundo totalmente desconocido donde no tardará en encontrar enemigos que la quieran destruir. La magia ya no es una cosa de niños. Amor, amistad, magia, rivalidad, odio. ... -Prométame algo primero...