Capítulo 4

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Después de un cálido recibimiento, Albert decidió salir del lugar. Pasaron parte de la tarde, entre anécdotas, recuerdos y poniéndose al día con lo que había pasado en la vida de los tres. Llegó el momento de hablar de Albert, John le platicó como había llegado a sus vidas y porque decidieron acogerlo en su hogar. Sin duda, el matrimonio lo quería como a un verdadero hijo.

Era un chico introvertido, fuerte, desconfiado, muy desconfiado. Pero a pesar de eso, tenía un corazón muy grande, y en alguna parte de él tenía mucho amor para dar. Ahora entendía porque sus hermanos le habían comentado que Albert era algo extraño. Y no sabía porque, pero eso lo hacía más interesante.

-Candy-le dijo John- lo que te he contado de Albert es para que no malinterpretes su forma de ser. Créeme, ese muchacho a sufrido mucho. Perdió a su madre, al igual que tu, pero en su caso ese evento lo marcó de por vida. Lo ha llenado de amargura y tengo miedo de que termine por hundirse.-

-No te preocupes Johnny- dijo Candy sentándose a su lado y dándole un abrazo- ya sabes que yo no juzgo a nadie hasta conocerle mejor. Y verás que no le ocurrirá nada malo.-

-Eso espero, hija, eso espero.-

-Bueno, no creo que la niña haya venido a visitarnos para escucharnos hablar de nuestros traumas, John- reclamó Ely- además, ¿ya viste la hora que es? ¿Acaso no piensas comer? Candy, dulzura, ¿no tienes hambre?-

-¡Oh, Ely! ¡Creí que jamás lo mencionarías! ¡Muero de hambre! ¿Tienes por casualidad ese sabrosísimo pastel de chocolate que solo tu puedes hacer?- John y Ely estallaron en una sonora carcajada, la niña Candy nunca cambiaría.

-Por supuesto que sí, lo preparé por si venías a visitarnos.- contestó. En eso, Albert, que también moría de hambre, entró en la casa, pensando que Candy ya se había ido. Pero cuando la vio, gran desilusión... ¿o no?

-Albert que bueno que llegas- le dijo Ely- ayúdame a preparar la mesa y pon un cubierto más, Candy se quedará a comer con nosotros-

-Está bien- contestó un no muy contento Albert.

Mientras él continuaba poniendo los cubiertos, Candy se acercó a Ely en la cocina.

-Ely, ¿tendrás un sweater que me prestes? Mira en que facha vine, además ya me dio algo de frío-

-Por supuesto que sí, mi niña. ¿Por qué no subes a mi habitación? En la cómoda encontrarás algo para ponerte.-

-Sí, pero no sé donde está tu habitación. Remodelaron la casa-

-Entonces, me tendrás que esperar, no puedo dejar el guisado, mmm, ya sé, Albert- le habló al chico que iba entrando a la cocina- ¿por qué no acompañas a Candy a mi habitación? Le voy a prestar un sweater.-

-¿Por qué no vas tú? Yo me quedo viendo la comida- Albert no quería pasar tiempo con ella.

-Porque tú no sabes como mover la comida, anda ve, que Candy no piense que eres maleducado- con voz autoritaria, Ely le dio a entender que no le estaba preguntando más.

Después de exhalar un suspiro le dijo: -Está bien, vamos señorita.- Así se dirigieron a las escaleras, al llegar a un largo pasillo, Candy no pudo evitar preguntarle:

-No te caigo muy bien que digamos, ¿verdad?-

-¿Perdón?- Preguntó algo confundido, según él, había ocultado su molestia.

-Puedo ver que te molesta mi presencia, pero no te preocupes nada más como y me voy-

-Se equivoca señorita, su presencia me tiene sin cuidado. Tal vez lo que pasa es que como todos los de su clase, esperan que les den un trato especial.-

Del Brazo Y Por La Calle.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora