32-Segunda Oportunidad

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Escuchó cómo se soltaba el seguro del arma.
Su cabello negro largo sedoso, estaba empapado de sus propias lágrimas.

Estaba sola en su casa, ya había planeado esto con anticipación y todo iba según el plan.
Cruzo llave a todas las puertas para que nadie interrumpiera.

Había preparado una horca con su propia correa, pero tuvo miedo de prolongar su dolor y morir lentamente; por eso busco el revolver que su padre tenia guardada bajo llave.

Cerró los ojos y puso el arma en su cien.
Tentó con jalar el gatillo, pero pasaban muchas cosas por su cabeza.

Le dio otra probada a su cigarrillo, mientras se sentaba en el borde de su cama.
El cigarrillo se desgastaba presurosamente mientras el humo se disolvía en el aire.

Tenía un vestido negro que representaba el color de su alma, según ella, y sus ojos eran dos perlas de ámbar que estaban enrojecidos de tanto llorar.

No dijo nada.
Pero en su cabeza pasaban mil imágenes y recuerdos al mismo tiempo.

Tuc tuc; suena su corazón, y
respira profundamente.

Tuc tuc.
Aprieta sus ojos.

Tuc tuc.
Coloca de nuevo el arma en su cien.

Se escuchó un disparo.

Caía en un túnel negro a toda prisa, descendía a una velocidad nunca pensada.
Gritaba asustada, tenía miedo.

Algo la atraía hacia el abismo en el que caía, como si la arrastraran con ira.

Olores pútridos empezaban a reinar en el aire.
Gritos desesperados.
Alaridos, súplicas, se sentía la desesperación en la atmosfera.

Cayó sobre un mar de lava.
Lava que la lastimaba e irritaba pero que no la mataba.

Habían demonios sobre una roca que estaba al lado de donde cayó, a la cual se arrastró hiriente.
Bestias deformes, con cuernos en llamas, y símbolos que se veían en la tierra.

Bafomet, pentagramas invertidos, extrañas letras estaban incrustadas en sus pieles.
Unos tenían armadura que los cubrían por completo, solo se veían sus ojos que destilaban fuego.
Algunos otros, andaban desnudos, solo contaban con osamenta en forma de animal y humano con piel de un extraño color que la cubría.

Unos pocos tenían buen aspecto, eran de precioso rostro, tenían armaduras de color dorado, con picos en sus bordes; pero de sus espaldas brotaban dos protuberancias a la altura de sus omoplatos, en donde quizás se hallaban sus arrancadas alas.

-somos tus demonios -dijo uno de ellos con el aspecto más macabro- ¡somos los culpables de que tu alma este aquí!-todos ellos gritaron alzando su mano izquierda-

-hola querida-saludo uno de ellos acercándose a prisa tirándole del cabello- me llamo depresión, me tomó mucho tiempo traerte hasta aquí, pero al final se vieron los frutos.

Todos gritaron haciendo un extraño sonido, como el lobo cuando mira la luna.

El que le hablaba no tenia ojos, sus orejas eran grandes, pegadas detrás de su cabeza, sus dientes eran largos los cuales sobresalían de su desfigurado rostro, en el que se notaba una constante tristeza, algo como si su sonrisa estuviera invertida.

-te presento a mi amiga, la ira, culpable de que no hayas perdonado a tus enemigos-salió entre los otros riendo-ella trabajó con el odio y el rencor para lograr que tus días se volvieran mas monótonos y sin sentido, despreciando a todos por culpa de un enviado de nosotros-todos rieron-.

-Gargamel, sal de allí-apareció un ente cubierto de una túnica azul aguamarina que le cubría por completo-te presento al ángel de la muerte, te estuvo velando desde que te alejaste del innombrable -se notaba el miedo en ellos de un momento a otro-

Gritaba del dolor.
Estaba a un metro del suelo sostenida por su cabello, su piel estaba quemada, sentía dolor.
En su cabeza pasaban todos los recuerdos que en la tierra había vivido.
Las veces que había mentido, las veces que había maldecido, las veces que había ido a la iglesia solo por seducir a uno de los que allí asistían.
Las veces que había asistido a orgías. Recordaba las veces que fumaba un cigarrillo, y veía como ese humo entraba en su cuerpo y le podría desde adentro.

Recordaba las veces que iba a discotecas, y bebía sin control. Cuando fumaba droga con sus amigos, ahí ella veía que los que estaban con ella, realmente no eran ellos, veía los demonios que estaban adentro de ellos, eran cientos, unidos muy con otros.

-solo se vive una vez, ¡tienes que gozar la vida! -dijo uno de sus amigos, el cual dentro de él, ella veía que estaba el mismo demonio que estaba entre los cientos-

-¡¡¡¡¡¡sufreeeeeeeeeee!!!!!!

-Gritó ese demonio-

Todos se abalanzaron sobre ella, eran muchos. La golpeaban mientras se burlaban, recordándole su vida en la tierra, recordándole su pasado, recordándole los momentos que había vivido llenos de tristeza, y que por ellos se quitó la vida.

Agarraron su vestido negro, y se lo rompieron, estaba desnuda, llena de marcas, heridas abiertas, quemaduras.
Gritaba incesablemente.

Recordó la vez que le ofrecieron un tratado cristiano la cual tenia varios versículos.
Ella lo rompió después de leerlo.

-¡¡Dios ayúdame!!

Todos se detuvieron un momento, y gritaron con furia.

-¡El innombrable! ¡Él no te va ayudar aquí! ¡Sufrirás más por haberle nombrado y conocido! ¡Pero más aún por no haberle buscado! -Gritó uno de ellos mientras le golpeaba-

Ella lloraba.
Y pensó en un micro de tiempo:
-me arrepiento de haberme quitado mi vida, hay esperanza para los vivos, y yo ya no lo estoy, desearía volver atrás el tiempo.

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Tuc tuc; suena su corazón, y
respira profundamente.

Tuc tuc.
Aprieta sus ojos.

Tuc tuc.
Coloca de nuevo el arma en su cien.

Abrió sus ojos y soltó el arma.

Estaba en su habitación, sentada en el borde de su cama.
El cigarrillo que había tirado al suelo aún estaba encendido.

Su corazón estaba a millas por hora.
De su piel emanaba vapor.
Corrió hacia el espejo y miró su rostro.
Estaba enrojecida, como quien se expone al sol durante muchas horas.

Miró el arma en el suelo.
Detalló la correa que aún colgaba del techo en forma de orca.

Se arrodilló y empezó a llorar con fuerza.

Empezó a agradecer al Dios del cielo por la segunda oportunidad.

Entendió que la muerte no es la salida para sus problemas.

Y que la esperanza solo la guardan los vivos.

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El camino de los rectos se aparta del mal; su vida guarda el que guarda su camino.

Proverbios 16:17

Rky

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