El sueño

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Y de repente desperté, aunque no recordara cerrar los ojos, al menos por mucho tiempo. Me di cuenta de la situación en la cual inevitablemente me veía desenvuelto, vi cosas que ni en libros ni pinturas pude ver reflejado, la verdadera imagen del mundo se postraba ante mí deseosa de mi interpretación, o quizás era yo el deseoso de interpretarla. Seguía sin poder dormir bien, los mismos pensamientos yacían enterrados en la profundidad de mi mente, lo único que me facilitaba conciliar el sueño era el olvido de esas dichosas preguntas que no hacían más que multiplicarse con el pasar de los años. Según el folclore alemán, a Zoroaster le dijo un gran sabio que sólo aquel que durante la noche dormía plenamente era el único bendecido por la felicidad, pues todo lo solucionaba durante el día. Recordar ese pasaje sólo me incitaba a reír, dado que en mis adentros yo sabía la imposibilidad de solucionar todo lo que veía durante la vigía del sol, era completamente consciente de que si era realmente mi deber darle arreglo al mundo el sueño tendría que ser un lujo y no una necesidad.

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