Solitariedad

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¿Y qué era la gente para ti sino individuos que querían vivir en el mismo lugar que tú? Ahora mismo ya ni recuerdas a las personas, son vagas y simples memorias de algo que solías detestar, algo que te costaba comprender y algo que solías simplificar siempre que podías. Lo simple era siempre más complicado. ¿Y por qué no vives con gente? A la gente le encanta vivir donde hay más gente. A ti no. Tú viajaste hasta encontrar un sitio vacante, solitario, vacío para ti solo, para no compartir, para no ceder, para ser libre, para agrandar tu jaula a sus máximas dimensiones. Encontraste un santuario de soledad, un vasto terreno carente de vida y en el que los extremos siempre rozan. Encontraste un lugar en el que tu felicidad sería incuestionable. ¡Al fin un sitio para mí solo! Por fin me desato de los grilletes de la gente y sus putas obsesiones, sus malditas quejas, penas y lloriqueos y de la desgraciada y envidiable felicidad ajena, tan fácil de conseguir para ellos, tan poco precio piden por su sonrisa, deplorable e indignante es observar facturas en las miradas risueñas y en las sonrisas hermosas. ¿Quién se cree la gente para decidir lo que vale mi bienestar? Valiente e imprudente aquel que subaste una mirada, una sonrisa, un cumplido o un insulto, me aventuraría a decir incluso que deshonra caerá sobre aquel que se atreva a vender su arte, cobarde y pobre artista, que se refugia en sus aficiones para evitar el trabajo de verdad, y si alguno cree que yo me contradigo al querer ser escritor respondo con una pregunta: ¿alguna vez pagaríais por un chiste, una anécdota o un consejo? Por supuesto que no, pero en fin ¿debería tener precio un mensaje? Obviamente no, las ideas ni se venden ni se apropia uno de ellas, en todo caso usas ideas para conseguir ventajas sobre los demás.
La gente me decía que hablaba con seguridad siempre, más siempre he sabido que mi seguridad nacía a veces de la valentía de mi ignorancia y otras del coraje de mi prudencia. A menudo pienso esto rememorando las razones de mi exilio social, de mi destierro hacia mi tierra prometida. Pero ya no importaban ahora, yo estaba solo. Además, estaba muerto, o eso me decía el silencio del mundo.

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