Capítulo 9

486 40 1
                                    

Capítulo 9

El número de víctimas que las lluvias dejaron a su paso fue impresionante. El malestar social se respiraba en el aire. Se hablaba de una huelga general y el ejército estaba en alerta las 24 horas. Las omnipresentes pintadas empezaron a tomar un cariz político. Por las universidades corrían panfletos y se imprimían diarios clandestinos que se distribuían entre la población y ya habían desaparecido al día siguiente.

El presidente Padrón reforzó la seguridad de la Casa Rosada, la residencia presidencial oficial. El ejército estaba presente por todas partes. Se produjeron los primeros atentados terroristas y el número de víctimas empezó a aumentar.

—Sam, quiero irme de Caracas. —

—Brittany, estás exagerando, como siempre. —

—¿Así que exagero? Sam, mira a tu alrededor. Quiero llevarme a Luke a casa un tiempo. —

—¡No!. También es hijo mío, Brittany. No vas a llevártelo a ninguna parte. —

Alterado, Sam empezó a andar de un lado a otro de la habitación.

Brittany era consciente de que aquélla no era la mejor manera de abordarlo. Según las leyes vigentes, necesitaba el permiso de Sam para sacar a Luke del país. Debía mantener la calma y hacer lo que tenía que hacer. Por primera vez desde que se habían trasladado a Venezuela estaba asustada de verdad.

Cuando fue al supermercado en coche, se encontró con que el aparcamiento estaba protegido por el ejército. También había muchísima presencia policial, aunque, como todo el mundo sabía, el cuerpo de policía era tan, corrupto como los demás organismos. Los bandos se estaban definiendo con claridad.

Las protestas en las universidades estallaron de repente y enseguida gozaron de un gran seguimiento. Los estudiantes tomaron las calles y el ejército entró en acción. Se hizo el caos cuando se cortó la electricidad, la ciudad de las luces se convirtió en la ciudad de la violencia. Lo llamaban El Cacerolazo. En todos los barrios, 1 persona abría puertas y ventanas y empezaba a golpear ollas y sartenes con fuerza, creando un clamor ensordecedor. El pueblo no estaba contento y había empezado rugir, como un gigante dormido que por fin despierta.

El ejército entró en los barrios. Algunos manifestantes fueron detenidos para ser interrogados. El aire se volvía cada vez más pesado. Era sólo cuestión de tiempo para que estallara la guerra civil.

Un mes después, las cosas no habían cambiado, pero Brittany estaba cada vez más angustiada. Vivía en un estado de miedo constante, porque temía que el día menos pensado la situación se le escaparía de las manos y Luke y ella se quedarían solos ante el peligro.

—Sam, por favor, deja que me lleve a Luke a Estados Unidos un tiempo... Sam, ni siquiera vas a estar aquí. Estarás en las torres petrolíferas y si ocurre algo estaremos incomunicados quién sabe cuánto tiempo. Deja que me lo lleve a visitar a mis padres una temporada. De todas maneras, ahora no tiene colegio. Sam, por favor —insistió, con la esperanza de hacerle entender que lo que decía tenía lógica.

—Brittany, vivimos en una zona muy segura. —

—¿Segura? Nada es seguro, Sam. Hay soldados con ametralladoras en las calles y en los aparcamientos del Supermercado. Si ocurre algo dará igual dónde vivamos. Nadie estará a salvo ¡Y tú no estarás aquí! —gritó Brittany, histérica.

—Brittany... —empezó él.

En ese momento, Clara entró en la habitación.

—Señor Evans, la señora López está al teléfono y quiere hablar con usted. ¿Le digo que está en casa? —

—Para la señora López claro que estoy en casa. Lo cojo aquí. —Sam se acercó a una mesita y descolgó el teléfono. — Hola, señora López. —

Brittany se rodeó con los brazos, como si quisiera protegerse de algo. Había conseguido dejar de pensar en Santana. Y ahora que creía que la había olvidado por completo, volvía a aparecer en su vida. Brittany le dio la espalda a Sam. Tenía que pensar en cómo sacar a Luke de Venezuela. No dejaba de repetirse que estaban todos ciegos. La tensión se percibía en las calles. Por mucho que Padrón intentara controlar a los estudiantes, éstos seguían manifestándose y, tarde o temprano los más atrevidos dispararían el primer tiro.

Tenía que alejar a su hijo de aquella tierra de violencia. E iba hacerlo, le gustara a Sam o no. Ya encontraría la manera. Estaba tan ensimismada en sus pensamientos que, cuando dos brazos la rodearon y la abrazaron, se asustó y dio un salto. Se volvió al punto y se encontró cara a cara con la expresión de enfado de Sam.

—¿Qué mosca te ha picado? —Le preguntó su marido, agarrándola de nuevo—. Sólo quería abrazarte.

—No —lo rechazó Brittany, mientras ponía algo de distancia entre ellos.

—¿Cuánto tiempo más va a durar esto, Brittany? Eres mi mujer. He intentado tener paciencia contigo —razonó acercándose una vez más.

—No me encuentro bien, Sam. — Brittany evitó su mirada.

—Hace tiempo que no te encuentras bien, Brittany. Si crees que voy a convertirme en un monje, estás muy equivocada. Más te vale encontrarte mejor esta noche —espetó.

Y salió de la habitación dando un portazo.

Sam la llamó después desde la oficina. Al parecer, algunos directivos habían sido invitados a pasar una mañana en la Hacienda Virago, en el interior del país. La señora

López no solía invitar a gente a la hacienda, así que no era una invitación que se pudiera rechazar. Nada más colgar el teléfono, Brittany cerró los ojos y apoyó la cabeza en la pared. Luke y ella no eran más que carne de cañón, Sam y Santana eran los que dominaban el juego. Y ella no tenía la menor intención de convertirse en carnaza para ellos.

Odiaba aquel lugar, cada día lo entendía menos. Era como si la violencia lo penetrara todo con su primitiva sensualidad. Todo estaba en peligro. Ella estaba en peligro.

Brittany no había vuelto a dormir con Sam desde su primera vez con Santana.

Desde aquella noche, sólo de pensar en que la tocaran, fuera quien fuera, se le revolvía el estómago. Ni siquiera podía soportar la idea de que le pusieran la mano encima.

Acabó convirtiéndose en una obsesión. Se despertaba en mitad de la noche empapada en sudor, tras soñar con manos que recorrían su cuerpo, y justo en el momento en el que iba a rendirse a ellas un rostro invadía su campo de visión; el de

Santana López. Llegó un punto en que Brittany evitaba estar en el mismo edificio que la otra mujer.

Hasta que, cómo no, tuvo que ocurrir. La noche de la gala de Copeco, Brittany se repitió hasta la saciedad que sería capaz de soportarlo. Miró a su alrededor y se las arregló para comportarse como a Sam le gustaba. En otras palabras, interpretó su papel. Mientras hablaba con Consuelo Betancourt, una de las pocas mujeres ejecutivas de Copeco, oyó de repente una voz que la llamaba: "Mírame". Sus ojos se encontraron con los de Santana López casi por instinto.

Su cuerpo sintió la llamada y ella no pudo resistirse. Fue hacia Santana, sin importarle nada más, aparte de la sangre que le hervía en sus venas. El ensordecedor latido de su propio corazón retumbó en sus oídos. Se descubrió a sí misma extendiendo la mano hacia Santana y se sorprendió cuando las palabras "Tengo que hablar contigo" salieron de su boca. Santana le dijo simplemente "Sí, ven conmigo" y ella la siguió.

Ambas sabían lo que la otra quería. Por primera vez en la vida, Brittany actuó por puro instinto. Al parecer, había cometido un error por el que pagaría durante el resto de su vida.

Por Amor - Brittana (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora