capítulo XXII

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ELLA

No tengo idea de cuánto tiempo ha pasado desde que entramos al apartamento y desde entonces Marcus ha estado tan silencioso como una tumba, sentado en el incomodo sofá que de mi pequeña sala.
Al entrar pensé que rompería en llanto, sus ojos me decían lo roto que estaba por dentro, pero él solo cruzó una mirada conmigo y se desplomó en el asiento, era tan extraño verle así, pocas veces Marcus expresaba su tristeza o problemas personales, sin embargo hoy era la excepción, estaba después de tantos años allí en frente de mí sin ninguna armadura, sin su sonrisa cariñosa que me indicaba que todo estaba bien, después de tantos años conociéndolo era la primera vez que contemplaba al Marcus frágil y destrozado.

Me sentía tan inútil, todos estos acontecimientos del día me han tomando por sorpresa y no conozco una manera coherente de cómo reaccionar en estos momentos, nunca me ha tocado consolar a nadie por una perdida, temo acercarme e incomodar, pero quedándome a distancia me dejaba peor, era mi mejor amigo y necesitaba de mí, tenia al menos que intentar algo. Recordé que mi madre siempre decía "cualquier dolor podía sanar con una buena taza de café y más si es del corazón", así que fui a la cocina y por no tener café prepare chocolate caliente.

Ya la tarde estaba bien adentrada y el cielo sumamente nublado, revelando una pronta lluvia, las heladas corrientes de aire que se colaban por las ventanas me lo confirmaban. Tomé las dos tazas humeantes y procurando el menor ruido posible me senté al lado de Marc y tendiéndole la suya, por un momento ni se percató de mi gesto, pero luego la tomó

-Gracias-

-¿quieres... quieres que hablemos?- vi como Marcus hacia girar la taza entre sus manos y traté de ser paciente esperando que se desahogara

-la primera vez que llegue a aquella casa me sentía tan inseguro, todo aquello era extraño para mí, quería correr al carro y regresar a la mía, mis padres me llevaron durante unas vacaciones escolares diciéndome que solo era para que conociera a mis parientes y me desintoxicara del encierro, pero resulto ser que aquella casa grande y antigua se volvería mi nuevo hogar... cuando mis padres marcharon de regreso a la capital lloré como tonto todo el día y la noche, pase días asi ¿sabes? Estuve encerrado en el cuarto que me habían asignado y aunque era acogedor, en aquellos días me resultaba la cosa más horrorosa, estaba enojado con mis padres por haberme abandonado en aquel lugar y con aquellas dos personas que no sabían absolutamente nada de mí ni yo de ellos o al menos eso creí al principio, sentí odiarlos esos días, que idiota fui-

-solo eras un niño Marc...- al escucharme una sonrisa triste se dibujo en sus labio con la mirada volcada en el chocolate unos tonos más oscuros que sus ojos

-recuerdo que me dolía tanto la barriga por el hambre, pero no quería comer nada, Juancho entró a mi habitación con una caja y sin prestarme mucha atención empezó a abrirla, pude ver que estaba instalando algo al tv que tenía en frente de la cama que desde que llegue jamás había encendido, no quise que notara mi interés así que me acosté boca bajo, al rato escuché una música muy familiar, mis tardes de encierro en mi antiguo hogar se asociaron de inmediato con lo que estaba entrando por mis oídos ¡era una consola! Y para mi sorpresa era mi juego favorito, a pesar de mi orgullo me di vuelta y observe como incontables veces mataban a mi abuelo tratando de pasar uno de los primeros mundos, me entretuve tanto que no pude evitar reír cuando lo volvían a matar porque era muy malo jugando, recuerdo que al escucharme se giro y me sonrió ampliamente preguntando "¿Te estás burlando de mi?" y le dije "es que eres muy malo" y soltó una gran carcajada. Toda esa tarde la pasamos jugando tratando de enseñarle como debía matar al dragón y sin darme cuenta me había comido dos platos de pasta con carne que furtivamente me había dejado la abuela-

Cuando Marcus termino de contar aquello unas lagrimas resbalaron por sus mejillas al cerrar fuertemente los ojos, me dolía que ya Juancho no estuviera porque fue alguien muy amable también conmigo

Sin Nada Que EsperarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora