Capítulo XXIII

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ÉL


Voy Camino a la casa en silencio, el calor sumándose a mi piel y un molesto vacio en mi estomago me recordaba lo poco que me había alimentado estos días. Al verme reflejado en un vitral, me percato del aspecto de mi atuendo, aparte de estar con la ropa humedecida gracias a los chaparrones de agua propinadas por las ballenas del gobierno, tengo restos de suciedad por los pantalones debido a la caminata por el túnel abandonado y de gatear a los módulos de los profesores, no puedo evitar pensar en lo que dirá Rebecca al verme así.

Las calles de la cuidad están movidas, más de lo cotidiano, probablemente por las protestas en el casco universitario. ¿Cómo habrá terminado todo por allá? Me preocupa cómo estará Anni, ¿habrán podido salir sin problemas?

Agradezco estar cerca de la casa que alguna vez fue mi hogar, veo a Crixuz maúlla hacia adentro de la vivienda, me intriga su comportamiento así que abro el portón y al estar en el jardín escucho los gritos de Oguard, no puedo evitar tensarme, odio que ese imbécil discuta con mi madre y es que ¿a quién más le gritaría así que no fuera yo? De un momento a otro ya estoy en la sala tan impecablemente ordenada por Rebecca, no hay nadie en esta habitación, sigo el ruido de las voces y los encuentro en la sala de estar donde la zanahoria se explaya a ver sus aburridos partidos de Golf

-¡a mí nadie me ve la cara de idiota y menos un vago de porquería!-

-Oguard cálmate, debe haber una explicación cariño, por favor solo cálmate-

-¡¿Qué me calme?! No estás viendo que la basura de tu hijo se ha vuelto un delincuente?!-

-no digas eso, él no es así, seguro tiene alguna razón-

-¡se lo advertí! ¡Y a ti también estúpida!-

No entendí muy bien de que mierda estaban hablando, sin embargo era más que obvio que trataba de mí, pero escuchar cómo podía hablarle a mi madre realmente borraba toda cordura de mi cabeza. Una vez hace mucho tiempo me prometí no ser la razón del sufrimiento de mi madre por lo que permití que este desgraciado me hiciera la vida imposible, pero eso acabó, acabó hace unas semanas cuando me cansé de esta porquería y me harté de aguantar todos sus insultos, por eso mucho menos iba a permitir que lo volcara en ella. ese imbécil me iba a escuchar

-¡no te atrevas a gritarle una vez más! ¡A mi madre la respetas!- ambos giraron a mirarme ahora dándose cuenta de mi presencia

-di eso una vez mas y te sacaré los dientes de tu "estúpida caras- siseó
Oguard acercándose a mí con su robusto cuerpo de gandolero, sonreí con todo el placer del mundo con la intención de restregárselo en cara nuevamente

-dije, que a mi- no pude terminar la frase porque Rebecca me interrumpió-

-¡calla Sebastian!- la mire por sobre el hombro de la zanahoria frustrado por su intervención

-No más Rebecca...- dije tratando de hacerla entrar en razón, pero sus ojos solo reflejaban el miedo que galopaba en su interior

-¿te crees que tienes pantalones? Te advertí que si volvías a estar en una de las revueltas de esos malparidos cabezas caliente ¡no volverías a poner un pie dentro de mi casa!-

-¿de qué estás hablando?- pregunte tratando de restar certeza a su acusación, realmente me sorprendió lo rápido que se enteró, yo sabía que era un riesgo volver con el grupo y aquí estaban las consecuencias de mi decisión

-hijo, Oguard asegura haberte visto en la televisión participando en una resistencia de la universidad, yo le dije que probablemente se equivoco de persona, claro que tú no estabas allí ¿verdad?- Rebecca hablaba con su voz acompasada, con la esperanza de que yo desmintiera la declaración de Oguard arraigada en cada silaba. Sin embargo no tenía esa opción, la imagen del reportero grabándonos desde la esquina de la universidad y en el momento en que le amenacé, justo ahora se burlaban de mí recordándome lo descuidado que fui.

Sin Nada Que EsperarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora