Hoy he aprendido a no querer,
a hacer caso a mi cerebro, y no al corazón;
el corazón a veces pierde la cabeza.
He salido al café de la esquina dónde te esperaba a las 11:11 para verte sí o sí cada mañana.
Me han servido uno con leche y una galleta de la suerte, de esas que te dicen que tu futuro será una mierda y no puedes hacer nada para cambiarlo.
Esas que te dan una bofetada en la cara y te dicen la dura verdad.
Pagada la cuenta, el café lo he hecho yo, sola en casa, como me enseñaste; pero estaba ácido, como mi corazón.