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Exquisito paladar entre tus labios. Dulce néctar escaso. Tú.
Piel marchita, alma herida. Oh Dios, ¿quién te ha dejado sin nada?
Usted. Vos. Tú.
En mis tiempos de tristeza, solo le pedía, mientras le soñaba y llegó a mi vida una tarde del caluroso Septiembre para perderlo en primavera, donde todo florece, como floreció usted. Venenosa flor que me dejó sin nada. Espinas tiene vos. Espinas llevas tú. Me enamoré sin necesidad, nuestro masoquismo hizo de nosotros algo tóxico, enfermizo. Dulce veneno, ya no hay néctar.
Usted me dejó sin nada, sin vida. Todo lo que una vez me devolvió, me le arrancó de raíz.
Todo lo que una vez plantó, se fue a la basura. Piso del que me recogió, lugar a donde vuelvo a caer, más hondo, por vos.
¿Qué he hecho para merecerme esto? Reclamo mi felicidad a nombre de tu dolor. Autodestrucción fuiste tú. Vos era mi cura y mi enfermedad. Almas gemelas, media naranja, amor de mi vida. Todo eso fue usted, vos. El daño fue mutuo, pero usted terminó por matarme, me asesinó de tal manera que solo queda un tronco frágil en esto que se llama alma y las hojas se han ido porque son los sentimientos que usted me ha arrancado. El daño fue por nuestra culpa y no vuelvo a florecer. Lástima sea que este jardín pague la condena junto a mí, pues quizás florezcan los demás, pero yo, a causa de vos, seré el tronco sin hojas, roble envenenado. Oh Dios,
¿quién me ha dejado sin nada?
Usted, yo y vos.

Lágrimas EscritasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora