Acostumbrarnos a la rutina

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Ya llevábamos cerca de un mes viviendo con Harold, Scott salía con ellos de vez en cuando y yo me quedaba con mama, cocinábamos para divertirnos, hablábamos con las mucamas y cocineras, recorríamos el jardín y leíamos en la biblioteca. Dave iba a trabajar todos los días, ya había una rutina establecida, me levantaba alrededor de las diez, si Scott no salía desayunábamos juntos, luego buscábamos a mama para saludarla, esperábamos el almuerzo viendo tele o simplemente paseando, estando juntos. Después del almuerzo, dormíamos un poco, no hacer nada cansa, y cuando llegaba Dave a eso de las seis jugábamos cartas con él y mama hasta la cena, la primera y única vez en el día en que se ve a Harold.

Antes, cuando llevaba una vida normal, habría deseado no tener clases, y simplemente estar en clases. ¡Qué equivocada estaba¡ Que daría por ver el horizonte en lugar del alto muro. O sentir una brisa. Con ese muro se vivía en una burbuja.

No es que sea del tipo responsable, pero quiero volver al colegio. Lo necesito. Ya no eres nadie si no terminas el colegio. O eso dicen, no lo sé porque no lo he vivido, pero esta la típica frase de los padres "Si no terminas el colegio luego no podrás ser alguien." Y no quiero terminar el cole a los veinticinco, a este paso.

Encontré a Harold en su despacho después de cenar.

-Hola.- Salude neutral dejándome caer en la butaca.

Me miro sorprendido.

-¿Hija?- El ya me tenía asumida como hija, pero cada vez que me lo decía, algo pasaba en mi corazón, y ya no era algo malo. Trague saliva para concentrarme.

-Scott está trabajando contigo...

-Ya hablamos eso, el se ofreció, y tratare evitar matarlo.

Fruncí el ceño molesta. Lo decía como si hablara de matar una mosca. Pero ya habíamos hablado eso. El evitaría por todos los medios que fuera necesaria la intervención de Scott.

-Mama tiene la biblioteca y la cocina...- continúe ignorándolo y el levanto una ceja sorprendido.- Y Dave va a trabajar todos los días. ¿Y yo?

-¿Qué quieres?- No lo dijo de mala forma, es mas tiro el lápiz e hizo a un lado los papeles que tenia. Dándome toda su atención, me anime a continuar.

-Me aburro.- Abrió su boca para decir lo mismo que dice siempre. "¿Sabes lo arriesgado que sería sacarte a un lugar público?" Pero lo detuve en el acto.- Ya no es solo un deseo de niñita consentida. ¡Lo necesito! Me voy a volver loca si sigo mirando asfalto por las ventanas de los primeros pisos. Además mi educación. Me has dicho cien veces que esto termina cuando Zacharias – aun me retorcía el estomago su nombre-muera, pero eso tardara demasiado. Ya perdí un mes, y aun puedo reintegrarme. No me molestaría que me mandes con cien guardias mientras no sea muy notorio.

Harold desvió la mirada a un punto sobre mi hombro. Me sobre salte al ver a Treton.

Se miraron un segundo y luego se estiro para atrás en la silla restregándose la cara con las manos.

-¿Qué opina tu madre?

-Tiene el mismo miedo de que pase algo, pero acepta que tengo que hacerlo.- Eso dijo ella, más o menos, pero él no tiene porque saberlo.

-¿Scott?

-De acuerdo.

Se negó rotundamente, pero le dije que si él podía arriesgarse a morir yo también.

-¿No le interesa la oferta?

-No.

Se lo sugerí, pero el tenia muchos problemas con los demás chicos, una pelea mas de todos modos lo expulsaban.

-Tendrás dos guardias.

-¿Solo dos?-Dije sorprendida pero feliz.

-Tendrás a uno de los mejores.-Apunto a Treton con el mentón y este sonrió orgulloso. Le devolví la sonrisa.- Y el otro, es capaz de dispárale a un ratón a un kilometro.

En este tiempo descubrí que cuando yo tenía siete años, llego Treton a la empresa el ya tenía veinticinco, pero mama me conto que nos llevábamos bien y hasta jugaba conmigo, fue gracioso imaginar tanto musculo buscándome por la casa o corriendo detrás de mí. Al principio me daba vergüenza hablar con él pero ya lo siento como un hermano mayor.

Nos quedamos en silencio un minuto, Harold había dicho que disfrutaba mi compañía mientras trabajaba y en ocasiones anteriores me quedaba ahí y hacia caras a Treton.

-Supe que tienes un chivo expiatorio en mis filas- levanto su mirada.- Te contaron lo de Adam.

-Respecto a eso...-mire al techo invocando la ayuda de Dios.- Te mentí, la última vez que vi a Adam no fue hace tres años. Fue en el accidente.- Dije mordiéndome el labio inferior con culpa.

Sentí la insistente mirada del guardia en mi nuca, pero papa se congelo, soltó el lápiz y quedo en la misma posición mirando la hoja.

-Iba de copiloto, después del primer impacto, el chofer, retrocedió para volver a acometer pero él me vio y lo detuvo, se fueron.

-Lo encubriste,-dijo con regaño.-Deberías contárselo a Scott.

-El sabe quién es Adam.

-Y que ha hecho.-Harold me miro al fin. No me lo preguntaba era más bien un comentario perdido.- El está dispuesto a dar tu vida por ti, ya es hora de que porque se arriesga.

-Bunas noches.- Despidiéndome con la mano para huir. Pero note algo.- ¿Esa cabeza siempre ha estado allí?- Dije apuntando una cabeza de León. ¡Una de verdad!

-Sí.

-¿Sabías que esos animales están el peligro de extinción? Te podría demandar por ello.

Quito la vista de sus papeles, y se concentro en mi. ¿Estaba acaso insinuando una sonrisa?

-Cuando mi bisabuelo cortó esa cabeza, no lo estaban.

Que terco, o más bien que terca yo, tenía razón en el fondo, pero no, terco él.

Bese la mejilla de Treton para despedirme y salí del despacho escuchando los gritos de papa.

-Hey, Anne. Soy tu papa, ¿No merezco un beso también?

-Buenas noches viejito, te quiero.- Dije cuando ya había alcanzado la escalera.

Extrañabaa mis amigas del colegio,    

Hija de la Mafia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora