Pero desperté, unos silenciosos susurros apenas perceptibles me llamaron a la vida.
Me encamine a la puerta sintiéndome mareada y débil, pero antes de ir a desayunar vi el plato de mi cena y recordé mi escena pasada. Me sentí a desfallecer otra vez. Mama me había traído escalopa con arroz y jugo de fresa, solo quería ayudarme y yo la aparte. Todo lo que hacía, todo lo que decía en el momento, lo creía correcto, pero de todo me arrepiento. Me bebí el jugo, que bajo por mi garganta dejando una sensación incomoda al llegar a destino, pero luego el hambre feroz ataco y con la mano me comí la escalopa, aun tenía hambre pero el arroz, pegote y frio, me recordaba a la sensación que tenia así que me fue imposible mantener mi mano quieta, tirando lo que tenía en el tenedor. Era masoquista, pero quería tener hambre, quería sentir dolor, quería de alguna forma pagar lo que había hecho.
Mi mirada vacilo entre el cuchillo... ¿Qué estoy haciendo? Me tire en la cama antes de cometer una estúpidas. Esta no soy yo, esta no soy yo. Lo desea para convencerme, pero sabía que si era yo, en esto me había convertido.
Los susurros se callaron cuando mi cuerpo impacto con el colchón provocando un chirrido. Y luego como pasos se alejaron.
El día transcurrió, más lento que el anterior. Me levantaba cuando el aburrimiento ya me pasaba, caminaba como desquiciada por la habitación y volvía a mi cama.
El aburrimiento me volvía loco, pero eso aliviaba mi intranquilidad, sentía que estaba pagando mi deuda conmigo misma.
Lo hice sufrir, ahora es mi turno.
Me detuve frente al plato con arroz en algún momento mientras caminaba inconscientemente. Lo mire y odie la sensación de tener algo pegajoso, como un atisbo de locura arraigada en mi cerebro y frio, porque me hacia cruel. En un arrebato de ira, que iba y venía intermitentemente tome el plato y no lance contra la pared haciéndolo pequeños y afilados pedazos de cerámica.
Me sentí loca, enferma y sucia. Y mientras me desmoronaba en el suelo con las manos sobre mis orejas para no escuchar mi escandaloso llanto, se abrió la puerta y entro Harold.
En otra circunstancia me habría sorprendido que fue él quien me estaba velando, pero en ese momento ni lo note.
-Todo está bien, está bien,-un susurro tranquilizador trataba de flanquear mi mano sobre mi oído para calmarme mientras se tiraba al suelo junto a mi.- Hija, está bien. No tienes porque estar sola, está bien.
¿Qué está bien? No sabía que estaba bien, para mí todo estaba mal.
-Papa, estoy loca papa,-llore contra su hombro.
-No, hija, no lo estas,-me dijo tranquilo.
-Deberías entregarme como lo hacías cuando era pequeña y dejar que me mate.
-Yo no sabía lo que...no sabía hija.-Su vos se fue debilitando y quebrando.
-¡Tenia nueve! ¡Nueve!-grite.- Y él me usaba como un pedazo de carne, sin más.-le dije en tono lúgubre.
-Por eso estoy aquí hija, ahora lo hare bien.-Dijo sujetando mi cara para que lo mire.
-Tú estabas en tu sofá trabajando mientras él me violaba una y otra vez.
-Cállate Anna, por favor.-me rogo.
-Tu hija cenaba con la cara demacrada, roja por las lágrimas, morada por los moretones, y tu no lo notabas.
-Me decías que te habías golpeado y creí que llorabas por eso.
-Que hija más torpe tenías que se golpeaba y lloraba a diario.-Le espete.
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Hija de la Mafia.
RandomUn accidente, una persona, la llevaran devuelta a donde no quería volver, pero con las personas con las que si quería estar. El negocio de la familia podría costarle la vida, una vida que ella no queria vivir.