Capítulo III

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Más de media hora permanecimos en silencio. Yo porque no quiero hablar, ese mensaje me ha dejado muy preocupado, triste y a la vez enojado con ellos puesto que no sé lo que mis padres traen entre manos.

He hecho las compras. Pasamos por una venta de refresco, compro uno para mí y uno para ella.

–He notado que estás triste y demasiado preocupado ¿qué tienes? –pregunta rompiendo el silencio sentándose en unos bancos que están cerca.

–No es nada, no te preocupes. Estoy bien –aparto la mirada.

– Pueda que no te reconocí por un momento, pero se cuando estás mal. Por ello sé muy bien que no estás del todo bien y que algo te trae preocupado ¿qué te está pasando? Cuéntame.

–Bien, te diré. Pero prométeme que no dirás nada a tus padres –sentencio.

–Prometo no decir nada a nadie. –Levanta la mano derecha en señal de promesa.

–Mis padres el sábado por la noche fueron a una fiesta donde un tío, hermano de mi mamá. Pensé que llegarían tarde por lo que eran más de las diez y no llegaban. Me despreocupé porque me habían enviado un mensaje que decía que llegarían al día siguiente, pero es hasta esta hora y no han llegado –le mostré de los mensajes de papá. Leyó los mensajes. Alzó la vista y me dio un pequeño abrazo.

–No te preocupes, ambos sabemos que tus padres no serían capaces de abandonarte. Es seguro que deben de estar ocupados con sus trabajos a como dice en uno de los mensajes –me entrega el celular.

–Lamento no habértelo dicho antes. Muchas gracias.

Es por eso que la considero mi hermana, la que no he tenido. Ella siempre ha tenido ese toque de decir las palabras correctas en el momento adecuado.

Estoy revisando mi celular mientras nos dirigimos para la casa. De repente Carolina me quita el celular y me señala la casa. Ambos vemos como una señora deposita algo en el suelo. Nos miramos extrañados.

–¿Será tu mamá? –pregunta sin quitar la vista de la señora.

–Habría que averiguarlo.

Estoy dudando realmente. No creo que sea mi madre, pero tengo que averiguar quién es esa señora. Empezamos a correr, pero al vernos, ella huyó del lugar. Desgraciadamente no la logramos alcanzar.

Una hoja de papel es lo que ha dejado la señora misteriosa. Carolina lo levanto. Después de leer lo que está escrito en ella, me abraza sorpresivamente dándome una mirada de preocupación, pero triste a la vez y me entrega la hoja.

No sé ni cómo reaccionar ante lo escrito. Golpee fuerte la pared, lo cual me ha dolido, pero no me importa. ¿por qué mis padres no me dicen que es lo que realmente pasa? Estoy triste, enojado, preocupado; de muchas formas.

Lo ha escrito mi padre, lo sé porque reconozco su letra. Me animan a seguir adelante, ya que no nos veremos por un largo tiempo. De haberlo sabido, me hubiera despedido de ellos aquella noche.

Carolina ha preparado el almuerzo, dado que no estoy de buen ánimo como para hacer comida o para comer. Aunque al final ella me obligo a comer, pero noto en ella que está preocupadísima, lo cual no quiero. Trataré de disimularlo.

–Oye ya anímate que verte en ese estado no me gusta. Uhm –piensa–, ¿te parece si más tarde salimos al parque? Para que te despejes la mente un rato ¿vale?

–Está bien. Pasas por mí a las tres treinta. Quiero dormir un rato –digo viéndola a ella mientras lava los platos.

–Está bien. Iré a terminar lo de la mudanza. Descansa y ten en cuenta que de ahora en adelante lograremos salir adelante. –Puedo sentir mis mejillas sonrojarse–. Que tierno te ves así. Nos vemos –dice y me arroja un beso y cierra la puerta.

Desaparecidos (Libro #1 de la saga "Misterio Familiar") © TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora