–Soy yo –digo poniéndome de pie.
Creo que he hecho mal al decir que soy yo a quien buscan. No mentiré si digo que no estoy nervioso, porque la verdad estoy muy nervioso.
Los demás me observan. Ellos tres también. Son intimidantes. Más altos que yo.
–¿Qué quieren de mí? –me atrevo a preguntar. Uno de ellos sonríe.
–Queremos darte un recado de tu padre –dice el de en medio.
Me sobresalto porque no pensé que ellos fueran a darme un recado de mi padre.
–¿Por qué no me lo ha enviado por mensaje a mí WhatsApp? –pregunto. Esto me tiene muy confundido, puesto que mi padre me ha enviado mensajes a mi WhatsApp.
–¿Quieres o no el recado de tu padre? –pregunta cruzándose de brazos. Esto se está tornando más tenso.
–¿Por qué no lo dicen aquí? ¿Obligadamente tengo que ir con ustedes, si bien pueden decirlo ahora? –pregunto. Esto comienza a molestarme.
–Elías, será mejor que nos vayamos –sugiere Gabriel. Pero ignoro por completo su comentario. Yo quiero respuestas.
–Ya digan ese maldito recado si es “tan” importante –alarga la “a” Moisés.
–Tiene que ser con Elías. Nadie más –dice el que está a su derecha. Un hombre de tes canela, cabello oscuro. Alto para mi estatura.
–Una llamada Gabriel –oigo que Carolina de le dice a Gabriel. Éste se levanta.
Sigo sin entender, quieren darme un recado de mi padre, pero no lo quieren decir delante de mis amigos. Si fuese mi padre, me lo hubiera enviado vía mensaje. Aunque yo no pueda recibir respuesta cuando le envío yo un mensaje.
–Elías ¿puedo hablar contigo unos segundos? –pregunta Gabriel detrás de Carolina.
–Claro –le digo y me le acerco. Me toma de la mano y me lleva a un lado no muy lejos de donde estamos–. ¿Qué pasa?
–Tenemos que salir lo antes posible. Tenemos que huir de esos tres, no son nada amigables –dice Gabriel con preocupación.
–¿Cómo sabes eso?
–No puedo decírtelo ahorita que están ellos –los señala–. Si quieres estar bien, hazme caso.
–Pero… bueno, está bien –respondo. Llego donde están los demás–. Lamento todo esto, pero no puedo ir con ustedes. El recado lo recibiré otro día.
–Es de tu padre…
–¡Vámonos! –grita Gabriel y le lanza una de las bandejas de aluminio que está en la mesa dándole en el rostro del de en medio.
Éste se queja del dolor. Nosotros comenzamos a correr, pero no nos detuvimos a detener un taxi. Ni modo, a correr. En la salida veo el carro gris de ellos, el mismo que estuvo estacionado en la gasolinera.
Volteo a ver atrás y ellos se están subiendo al carro. Vienen en dirección nuestra.
–Solange ¿podemos ir a tu casa? –le pregunta Gabriel–. Porque creo que es la más cercana ¿no?
–C-Claro –responde nerviosa. Nos detenemos en una de las esquinas a tomar un taxi.
–Deberíamos de dividirnos –sugiere Gabriel–. ¿Qué dicen?
–Sería bueno, dado que vienen detrás de nosotros, y muy rápido. Pero para que no sepan donde vive Solange, veámonos en el parque central –sugiero y ellos asienten–. Allá nos vemos entonces.
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Desaparecidos (Libro #1 de la saga "Misterio Familiar") © Terminada
Misterio / Suspenso¿Qué harías tú, sí tus padres van a una fiesta de cumpleaños, pero que no vuelven a casa y solo estás recibiendo mensajes de ellos? ¿Los buscarías? Es obvio. ¿Dirías que han desaparecido? Probablemente. ¿Secuestrados? Es una hipótesis bastante acert...