Oscuridad simpática.

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De pronto sintió una enorme presión en el pecho y las lagrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas.

Jamás había llorado, jamas había sentido un dolor tan penetrante.

Y jamás había demostrado tal señal de humanidad.

Aquello en parte le hacia feliz ¿Pero que precio tendría que pagar por está pequeña señal de humanidad?

Rose se acuclillo frente a ella y la tomo de la barbilla. La ilusión de los brillantes ojos de Rose la hipnotizaron. No se dio cuenta cuando un humo negro brotó de la boca de Rose hacia la de Abril.

De pronto ella tenia diez años de nuevo. Era su cumpleaños número diez y observaba por la ventana como los niños corrían de un lado a otro. La pequeña estaba ansiosa por salir a jugar.

La temperatura de la habitación bajo. Ella vaciló antes de girarse para llamar a su madre.

Sentía que algo enorme y horrible estaba de tras de ella. Algo viscoso y pesado le tomo el hombro.

Se giro hacia aquello. De pronto esa cosa la tomo por los hombros y la empujo hacia la ventana.

Ella cayó, pero logro ver a Kyle sonriendo con malicia y observando atentamente el momento en el que su frágil cuerpo de diez años se estampaba contra el suelo.

Abrió los ojos de golpe.

¿Dónde estoy? Y ¿Cómo llegue aquí? - Se preguntó al mismo tiempo que se levantaba.

Inmediatamente miles de imágenes inundaron sus cabeza. Ella intentó reprimir sus lágrimas cuando recordó a Kyle, se sentó en el suelo de golpe y abrazó sus rodillas.

No había logrado evitar el llanto.

Torturaría a Rose hasta que ella demostrara su maldita humanidad y buscaria a Scott y a Sarah.

Se limpio las lagrimas con la manga de su suéter gris y se levantó.

La única fuente de luz que había, le mostraba muy poco del lugar. Se encontraba en una enorme celda de tierra, con barrotes de metal. Su estomago rugió.

¿Hace cuanto que estaría aquí? - sujeto los barrotes e intentó reconocer el lugar, pero fue imposible, la luz era demasiado tenue.

Advirtió que seguía descalza y sus pies comenzaban a arderle, como si hubiera caminado demasiado.

Se quitó los restos de sus calcetines, las vendas y arranco un trozo de su blusa.

Vendó ambos pies con cuidado.

Al terminar se levantó nuevamente y sujeto los barrotes. Tenia que salir de ahí.

- Da mihi flammam vobis pollicitus est.

El lugar se ilumino por el fuego verde que salia de sus manos.

Una chica enfrente de su celda yacía tirada el suelo.

Probablemente muerta.

Los barrotes no se derretían, no les sucedía nada. De pronto el miedo y la ansiedad la invadieron, soltó las barras y comenzó a patearlas frenéticamente.

Debía salir.

Debía largarse de ahí y buscar a Sarah y a Scott...

- ¡Ya para! - Grito de forma ensordecedora la chica frente a ella.

No soy una de ellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora