Liviatán.

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Envidia.

En aquella reunión tan poco común, en la que los demonios danzaban libremente, Satanás esbozó una sonrisa llena de satisfacción aún más colosal que las anteriores.

Sus compañeros se vieron satisfechos al ver a su líder contento y más aún por el sorpresivo silencio por parte de su enemigo. Bien se podía decir que todos sus prodigios y más poderosos aliados estaban presentes. Pero, como se sabe, los pecados son siete y solamente cuatro habían quedado al descubierto.

Los siguientes pecados eran tan poderosos y malignos como los ya mencionados. Ellos eran la pólvora y los que continuaban el fuego que los hacía detonar.

Desde alguna penumbra emergió un joven con una sonrisa adorable que se veía adornada por un par de hoyuelos que nacían en cada lado. El muchacho era guapo y seductor. Su cuerpo era alto y delgado, pero bien formado.

No esperó invitación y tomó su lugar aún lado de Asmodeo, quien ya hace un rato ya se había sentado.

—Liviatán, espero que tengas presente cuál es tu misión —dijo Satanás sin apenas mirarlo.

—Claro que sí, yo soy aún más talentoso que estos tres idiotas. ¿Cómo nace la soberbia si no despierta envidia? ¿Cómo nace la avaricia si el de al lado no posee algo que tú no puedes? ¿Cómo nace el deseo si no envidias a la mujer del prójimo? Sin mí, mis hermanos no son nada —dijo el joven al tiempo que tomaba una copa de vino de la bandeja que le ofrecía un demonio de nivel inferior.

—Eso es correcto... Y como ellos, yo también dependo de ti, tienes que esforzarte más que cualquiera.

—No necesito esforzarme, es pan comido. Incluso los de arriba saben que será sencillo y no encuentran las palabras correctas para expresar su vergüenza.

Los cinco jóvenes presentes incluido Satanás rieron al unísono y como la vez anterior, el cielo no respondió.

Siete Demonios |BTS|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora