Esperaba el tren, eran más de las cuatro. Había tanta gente normal, con caras amargadas, niños corriendo gritando, juegos prohibidos. Pero había una niña, sentada sobre las escaleras, fumando, tan mortal, tan fugaz. Lucía el cabello rubio enredado, y un vestido rosado. Con unos viejos zapatos plateados. Parecía salir de un cuento de hadas, de una vieja historia que te cuentan antes de irte a dormir cuando eres pequeño. Fumaba como experta. Y cuando se sintió la aproximación del tren, miré, y al volver a querer mirarla, ya no estaba.