El chófer del taxi puso la radio, y aunque la música era insoportable y ruidosa, estaba tranquilo. Ella estaba sentada a mi lado, con la mano sobre mi rodilla, y tenía esa sonrisa con dobles intenciones, una mirada cargada de secretos obscenos. Tenía todo el cabello cubierto de trenzas y de brillantina. Abrió la ventanilla y sacó la cabeza, el viento la golpeaba, pero esta reía, y solo podía escuchar sus carcajadas en vez de la molesta música. Y de pronto observe la mariposa negra que estaba tatuada en su hombro, y paquete de cigarros que guardaba en su escote. Entró la mitad de su cuerpo de nuevo dentro del auto y por primera vez sentí el rocé de su piel, su dedo indice rozaba mis labios.