XIV. El poder de la sangre

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Cuando Dennis pudo reaccionar, vio cómo venía una enorme y fornida pata hacia él. El tiempo iba como en cámara lenta, podía notar cómo la pata del enorme lobo se acercaba cada vez más y más, de algo estaba muy seguro, si le llegaba a conectar un golpe directo no iba a poder levantarse. Su mente trabajaba a toda máquina ideando la manera de que evadir el golpe, o por lo menos, que no fuera directo: ¿Transformarse en murciélago? No; no le alcanzaría el tiempo. Mucho menos tendría el tiempo para echarse para atrás o de detenerlo, esto último, le parecía ridículo.

Con la mente en blanco se preparó para soportar el impacto hasta que una idea, una muy disparatada, pero factible idea le llegó. Muchas veces había visto a Clarisse luchando, sea en alguna competición o con algún pobre diablo que se metía con ella. La había visto recibir golpes de personas que debieron haberla noqueado, lo que le hizo preguntarse si podría hacer lo mismo.

Recordó que hacía cuatro meses, cuando la morena le pidió que la acompañara a su cambio de cinta, ya que por fin calificaba para la prueba de ascensión: de marrón a negra. Le había tocado de oponente un hombre casi el doble de alto que ella y el triple de peso, parecía un luchador de sumo que se perdió en la elección de arte marcial, y cuando este le lanzó una patada a Clarisse, ella levantó ambos brazos hacia donde provenía el golpe y dio un pequeño salto. El golpe llegó, sí, pero ella estaba como si nada luego de eso.

Debía hacer lo mismo.

¿Podría? No lo sabía. ¿Lo haría? Bueno, eso era mejor que recibirlo de lleno y terminar con un hueso roto o peor. Dos años de amistad con Clarisse deberían servir de algo. El golpe venía por la izquierda así que levantó el brazo izquierdo y lo pegó más a su cuerpo, giró un poco el tronco y quedó viendo de frente la pata, levantó el brazo derecho y lo colocó sobre el izquierdo; asemejando una X. Dio un leve salto y antes de que pudiera pensar en hacer otra cosa, le llegó el golpe.

Fue arrollador, como si una locomotora lo hubiera embestido. Gritaron su nombre y cuando miró de reojo vio que fueron sus padres y Winnie. El golpe le sacó el aire y lo dejó algo aturdido, aunque consciente; los brazos se le entumieron y cuando tocó el suelo terminó casi un metro alejado del lobo.

Eso confirmó su conjetura: si Bertrand le daba un golpe de lleno, quedaría noqueado... o peor.

Se tambaleó un poco y recuperó la compostura. Los brazos le colgaron dormidos por completo, debía esperar unos cuantos segundos para recuperar la sensibilidad de ambos. Bertrand empezó a caminar con pasos pesados hacia los Werewolf, pero Dennis logró correr y colocarse entre ellos. Los lobos y demás a su espalda, y un lobo con complejo de Godzilla al frente.

El lobo se detuvo en seco y gruñó sorprendido, como si no estuviera familiarizado a que alguien aguantara un mamporro suyo. Dennis aún no recuperaba la total sensibilidad de los brazos, pero eso no le impidió esbozar una sonrisa desafiante y provocarlo, debía desviar la atención de los Werewolf y enfocarla en él. Silbó como si estuviera llamando un perro y habló:

—Aquí, Balto —se mofó—. Aquí. Si te portas bien te doy una galleta.

Pudo oír la exaltación de todos los Werewolf detrás de él y el resoplido furioso de Bertrand. O lo que acababa de hacer era muy valiente o muy estúpido, quiso pensar que fue lo primero.

Bertrand dio un paso hacia Dennis y lo miró con el entrecejo fruncido.

—¿Balto? ¿Osas compararme con ese? —rugió— ¡Yo soy Bertrand, el primer hombre lobo! Líder del Consejo de la Luna.

Dennis comenzaba a recobrar la sensibilidad en los brazos, podía mover las manos y los dedos, aunque los hombros seguían entumidos. Debía ganar tiempo. Y rápido.

I'm in love with a monsterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora