Prólogo.

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Narra Abby.

Suspiré de cansancio. ¿Quién me diría a mí que me aburriría en una clase? ¡Si yo adoraba el instituto! Y no solamente por el mero hecho de que fuera el centro de atención de todo el mundo, o por ser adorada por los profesores, si no porque también me encantaba estudiar. Aunque no es que Biología me gustara demasiado...no era nada personal con la profesora, es sólo que estaba muy amargada, ¿quizás?...

Era la enésima vez que la señorita Farrel volvía a explicar las células procariotas y los válvulos. Toda la clase ponía esa típica cara de no-me-importa-una-mierda, mientras que yo suspiraba aburrida. Biología no era lo mío y parecía notarse.

Me giré hacia mi mejor amiga, ―una de ellas― Penny. Descansaba su mano apoyada en su barbilla, y su expresión me lo decía todo. Estaba casi tan consumida como yo. ¿Cómo puede ser alguien tan sumamente aburrido? ¡No le cuesta nada hacer divertidas las clases, si encima le pagan un buen sueldo!

Giré mi cabeza en un movimiento sincronizado, y me encontré a mi otra mejor amiga. Demasiado distinta a Penny. Val sonreía a un chico que se sentaba delante de mí, para después guiñarle el ojo sin ningún apuro y con un descaro impresionante. Puse los ojos en blanco, ¿no puede dejar de coquetear ni en medio de una clase?

Estaba harta.

No podía creer que solo hubiera pasado un mes desde que empecé el curso. Estaba harta de toda esta mierda, aunque era extraño, puesto que era el centro de todas las miradas. Era Abby Tyler, osea que era de esperar. ¡Vamos, soy increíble! ¡Todo el mundo lo piensa!

Sonó el timbre y la puerta del aula se abrió, una ráfaga de aire me invadió el cuerpo provocando un escalofrío en mi columna vertebral. Tirité brevemente, recogí el resto de mis cosas y me dirigí a la cafetería, allí me esperaban las dos:

Penny, ella era, bueno, la más tímida del grupo. Llevaba una trenza desde la raíz bastante larga que le terminaba por debajo del pecho. Llevaba unos reflejos rojos, por lo que se podría decir que tenía el pelo de color caoba, castaña clara con reflejos rojos. Tenía mucho sentido del humor y sacaba notas por medio de sietes. Nunca había tenido novio y no parecía que quisiera tenerlo.

Val, era increíble y no había mejor manera de describirla físicamente. Tenía un cuerpo diez y un pelo por la cintura larguísimo de color azabache. Era atrevida y muy sociable, y si se trataba de tíos aún más. Era muy comprensiva pero le perdía la fiesta y eso hacia que siempre fuera muy justa con las notas. No es que le llamara la atención sentarse en un escritorio a estudiar. Y sorprendentemente, aprobaba. No sé cómo demonios lo hacía.

Bah, me fui del tema. Andé por la cafetería y me senté en la esquina de la mesa y comenzamos a entablar conversación.

¿Entendieron algo de lo que dijo la señorita Farrel? cuestioné masticando una patata frita

Una de mis amigas echó un bufido. No, sinceramente. respondió rápidamente Penny.

¿Se dieron cuenta de que cuando habla parece una rana eructando? dijo Val seriamente y Penny y yo nos miramos y comenzamos a reír.

No digas bobadas, Val. le pidió mi otra amiga entre risas.

Como sea, miren quién acaba de entrar.

Miré fijamente hacia la puerta de entrada de la cafetería y ahí estaba el nuevo. William McCall decían que se llamaba, entró con aires de superioridad y todas babeaban por él.

Y la verdad, yo seguía sin verle el atractivo por ningún lado. Solo era un musculitos con un enorme tupé de escoba sobre su cabeza. ¿A eso le llaman peinado?

Nada más verlo pensé que se trataba del típico que no es más que un solo cuerpo con el cerebro vacío. Y no me equivoqué.

― Debería ser delito que alguien fuera tan atractivo. ―espetó Valeria con cara de orgasmo y se mordió el labio, a lo que respondí con una mueca de asco.

¿¡De verdad!? ¿Era necesario hacer eso delante de mí?

[...]

Maldito estúpido adicto a traseros escurridizos. insulto por tercera vez en los pasillos después de que William y yo hubiéramos tenido otra de nuestras discusiones, además de estar intentando quitarme el puesto de popular se dedica a crear malos rumores sobre mí.

Nos llevamos como el perro y el gato, aunque, Val, está loquísima por él. No sé que le ve, simplemente es otro más del montón.

¡No te pases con mi futuro prometido! exagera mirándome como una víctima.

Val, como sigas defendiéndolo te pegaré un puñetazo. la miro un poco psicópata.

Ella se va y se dirige hacia el gimnasio, desde que está enamorada de él siempre está en mi contra y eso me preocupa.

En resumen, no soporto en ningún sentido a William. ¡Y solo lleva dos semanas aquí!

Las reglas del juego ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora