Capítulo 34.

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Atención: Este capítulo contiene escenas sexuales muy explícitas, por lo que es su decisión si quieren seguir leyendo. No me hago responsable después. 

Narra Abby.

Estaba claro que ante él no iba a resistirme. Y quería hacerlo. Quería hacerle saber que iba a ser suya por mucho tiempo...aunque tuviera los nervios a flor de piel. Demonios, era mi primera vez y la iba a perder con Will McCall, ¿quién lo diría?

Repentinamente, él dejó de besarme el cuello y susurró fastidiado, haciendo una mueca y se tumbó a un lado de la cama conmigo. Fruncí el ceño y observé su espalda descubierta:

― ¿Qué ocurre? ―le pregunté en un susurro y deposité un beso en su hombro.

Noté como él se tensaba ante mi contacto en su piel.― No...simplemente no quiero hacerte daño. Esto no debería ser así.

Le observé con incredulidad sin entenderle.― ¿Qué quieres decir con eso?

Él se giró, sentándose en la cama cruzado de piernas y le imité al mismo tiempo.― Quiero que para ti sea especial, sé lo importante que es para ti que... 

― Quiero que me hagas tuya, Will. Quiero que me hagas el amor. ―sonreí algo confundida.

Él ahuecó una mano en mi mejilla, acariciándola.― ¿Estás segura? ―me preguntó mirándome intensamente. Solo de esa misma manera que él sabía mirarme.

Asentí levemente mientras cogía su mano con la mía y le obligué a rodearme la cintura.― Totalmente... ―susurré en su oído, y luego volví a mirarle fijamente.

Él sonrió con un cierto toque de tímidez y picardía. Extraña combinación pero en él quedaba perfecto. Comenzó por besar cada parte de mi rostro, con besos húmedos y cortos. Su aliento se mezcló con el mío, y aunque él desprendiera un olor a alcohol barato, ya no estaba borracho. Atrapó mis labios con delicadeza, y comenzó a disfrutarlos con lentitud y mientras él me acariciaba la mejilla, con su otra mano libre empezó a bajarme los tirantes de aquel vestido apretado. Estaba temblando, sí, lo estaba haciendo, y Will no se daba cuenta. Tenía la piel de gallina por cada parte en la que él me tocaba, y era raro, porque jamás me había pasado.

Rió un poco cuando escuchó un jadeo proveniente de mi garganta. Lo estaba haciendo aposta, me estaba mordiendo el cuello para derretirme y le encantaba esa sensación.

Se separa de mí un segundo y se me hace interminable al observar como se quita sus pantalones de chándal y los tira a cualquier parte de mi habitación. Me baja el cierre del vestido cuando se inclina para volver a besarme y tira de éste hacia abajo. Cuando acaba de hacer todo eso, me siento avergonzada. Él me está viendo medio desnuda. Giro mi perfil y me tapo con los brazos el pecho, aunque éste, esté cubierto por el sostén que llevo. 

― Abby...¿de verdad quieres hacerlo? ―me pregunta de nuevo.

Asiento con la cabeza y le dedico una sonrisa sincera. Él suspira y dejo de cubrirme los pechos, sí, sí que quiero hacerlo. 

Las reglas del juego ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora