Capítulo 10.

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Respiro cansada después de arrodillarme en el suelo para frotar con un cepillo haciendo espuma en el suelo. Esto cansa muchísimo.

Giro mi cabeza hacia la parte superior de la pizarra, encima hay un reloj y en éste marca las seis menos diez de la tarde. Queda poco para que anochezca y un viernes volver a casa sola, no es muy buena idea qué digamos.

Pero pronto me olvido de ese tema porque solo tengo en mente lo que están haciendo Will y Val en éste momento...¿qué es lo que tanto me preocupa?

Desconozco el por qué de mis nervios.

― Solo espero que acaben rápido porque lo último que quiero es encontrármelos en pleno asunto. ―me digo a mí misma mientras sigo frotando el cepillo contra el suelo.

El brillo resalta, ésto cuesta, pero es muy eficaz y en ese momento sonrío orgullosa.

[...]

William's pov.

No sé que me pasa pero no consigo concentrarme, supongo que es la inquietud de que puedan pillarnos, aunque para qué engañarme, eso no me importa porque ya lo he hecho varias veces aquí. Val es muy buen partido, pero me lo pone tan fácil que sinceramente se me quitan las ganas de echar un polvo. Me gustan los retos.

― Eh, tranquila. ―digo algo cansado, no para de lamerme cada parte del cuello y está ansiosa.

Ella está subida en la encimera de los fregaderos y sus piernas están entrelazadas en mi cintura. Mi miembro y su parte íntima están a escasos centímetros y la noto húmeda. Río para adentro.
Inexperta. Pienso.

― William... ―susurra gimiendo y al momento me obliga a besarla. De una manera tan brusca que le quita todo el romanticismo al asunto. Qué chica más fogosa.

No consigo concentrarme, me es imposible y tengo el presentimiento de que estoy haciendo el gilipollas, no va a pasar absolutamente nada.

― No. No, no, no. ―repito rotundamente al ver que a la primera me ignora. Me separo de ella y me mira desconcertada.

Respira muy agitada y tiene los labios pálidos de tanto comerme. Frunce el ceño y se baja de la encimera, está muy buena. Se cruza de brazos y es cuando me rasco la cabeza, sus pechos están muy apretados y eso me pone muchísimo.

― ¿Qué es lo que pasa? ―se digna a preguntar, por fin.

― No es mi día. Creo que vamos a tener que dejarlo para otro día. ―cojo mi camiseta y me la coloco.

― ¿Por qué? ―dice con tono de niña pequeña.

― No consigo concentrarme. ―sigo sin mirarla y le informo de manera tranquila por que sé que me la tiraré la próxima vez, está por mí y lo sé.― Ya te llamaré. ―cojo mi chaqueta y salgo del vestuario.

[...]

Entro sigilosamente al aula de música y río disimuladamente, cierro la puerta con sigilo y ella todavía no se ha dado cuenta de mi presencia.

Es Abby, con su larga melena ondulada y su cuerpo al ritmo de We Can't Stop de Miley Cyrus. Utiliza la escoba como micrófono y sin poder evitarlo, me echo a reír.

Sé que ella se da cuenta de que estoy allí porque rápidamente apaga la radio y la escoba cae al suelo, sus mejillas están cogiendo un tono rojo, y está nerviosa, se apoya inquieta en la mesa y dice.

― ¿Por qué estás aquí?

Las reglas del juego ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora