CAPITULO 7

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Me desperté con un grito. Soñé con aquella oscuridad, llena de sangre y lágrimas.
Ser un híbrido no me estaba gustando nada, quería ser normal, o simplemente me conformaba con ser un lobo. Y no era porque no me sintiera cómoda con mis nuevas habilidades, era porque tenía miedo; miedo de no poder controlar mi lado vampírico y hacer daño a la gente que quería; miedo de que la oscuridad que podía ver en algunas personas me comiera por dentro; miedo de que no me aceptaran en la manada por ser lo que era; miedo de convertirme en alguien tan malo como fueron los de mi especie.

Llamaron a la puerta. Noté el corazón acelerado de mi padre, estaba nervioso.
Entró sin esperar ninguna respuesta.
-Alex vístete, nos vamos.
Sonreí y asentí. Ahora fue mi padre el que notó mi corazón acelerado.
-No te pongas nerviosa, no te van a comer.- Rió tras esta frase, imagino que intentó bromear, pero no me sentí con ganas de juego.

Esperé al lado del coche, pero cuando mi padre vino, no traía las llaves.
-¿Está tan cerca cómo para ir andando?- Pregunté
-No, pero podemos ir corriendo. Así te acostumbras a la velocidad que podemos alcanzar.
-Puff, que pereza.- Suspiré con fuerza y puse los ojos em blanco.
Mi padre me guiñó el ojo y sonrió, poniendo cara de perrito divertido. Era imposible negarse a algo cuando me miraba de esa forma, tan adorable.

Corrimos tan solo cinco minutos, pero pudimos alejarnos lo suficiente de la ciudad, por lo menos unos veinte kilómetros.
Yo vivo en un pueblo, que es casi tan grande como algunas ciudades, cercano a Sevilla, en España. Aquí no hay grandes bosques estilo americano en los que te puedes perder en un abrir y cerrar de ojos; aquí lo que hay son inmensos olivares y parcelas que se comunican unas con otras por medio de caminos, los que también son utilizados en las romerías o peregrinaciones de los pueblos. Siempre hay alguien paseando, montando en bici o montando a caballo por los caminos; Así que se me hacía raro pensar que una manada de hombres lobo se podía reunir sin ser vistos por nadie.

Nos encontramos con un gran olivo, de unos cien años, mi padre se agachó a los pies del árbol, y desenterró lo que parecía una pequeña trampilla. La abrió y me indicó que le siguiera.
Me metí en la trampilla, un oscuro túnel por el que se bajaba con unas escalerillas de metal que llegaban hasta el suelo.
Ya abajo, todo estaba oscuro pero se podía ver una puerta hecha con una material que desconocía. Mi padre sacó las garras y las metió en lo que supuse que seria una especie de cerradura, la puerta se abrió de inmediato, mientras decía:
-Sólo funciona con los hombre lobo que están en la manada. Ahora mismo somos la más grande que existe en Andalucía. Ahora conocerás a todos.
Cuando terminó de abrirse la puerta, la luz del interior de la guarida lo inundó todo; era enorme, con una mesa de reuniones en el centro, en la que cabían por lo menos cincuenta personas, pero allí había veinte o treinta.
Miré a todos los que había allí, sólo había tres chicas, las cuáles no tendrían más de treinta años y menos de veinticinco; los demás eran chicos, todos con más de veinte años, excepto uno, que tendría unos trece, no era muy alto, tenía el pelo rubio y los ojos azules, como el cielo cuando no hay nubes, tenía una sonrisa en la cara y pensé que era de los que siempre sonreía.
Todos me miraron, algunos extrañados y otros indiferentes.
-Hola, os presento. Esta es Alex, mi hija.
Todos me saludaron con un hola, acto seguido mi padre siguió hablando.
-Me he fijado en que faltan algunos miembros de nuestra manada. Pero no importa, ya zanjaremos luego ese asunto.
Como algunos sabréis, mi hija fue recientemente transformada por un vampiro, convirtiéndola así en un híbrido...
-Si tu eres el alfa, ¿Cómo pudo sobrevivir?
-Prefiero no adentrarme en los detalles, pero podéis preguntarle a Laura, ella se encargó de todo. Bueno, como iba diciendo...-
El niño de trece años se dispuso a hablar, pero mi padre le cortó:
-Sin interrupciones Eddie- le guiñó un ojo y éste calló.
-A pesar de que sé que los híbridos tienen mala fama, ella es mi hija, una chica inocente que sólo quiere ayudar a los demás, así que me gustaría darle la bienvenida a esta manada.
Un hombre, muy mayor, probablemente el más mayor de allí, al cual no había viato antes, bastante alto y de complexión fuerte se levantó y dijo:
-Tomás, creo que eso debería votarse, somos hombres lobo que cuidan y protegen la ciudad, no queremos una asesina entre nosotros.
-Gregorio ten un poco de respeto que es mi hija y ella no le ha hecho daño a nadie.
-Pero lo hará y lo sabes.- Añadió Gregorio con desdén.
-Cállate ya Greg, que lo dices sólo porque es Tómas quien la presenta, sólo porque él es el alfa y tú no- Saltó Eddie.
Gregorio se avalanzó sobre Eddie, sacando las garras y aterrizando sobre el muchacho, mi padre no tardó en reaccionar y se convirtió rápidamente en un gran lobo negro y empujó a Gregorio, interponiéndose entre Eddie y él, le gruñó y el hombre agachó la cabeza, en señal de sumisión, con lo que mi padre se dió la vuelta y se transformó en humano otra vez. Gregorio se dispuso a avalanzarse sobre mi padre, pero me puse deltante y le enseñé los colmillos, haciéndole entender que no se acercara; esto no pareció importarle, no me tenía miedo, se preparó para la pelea al igual que hice yo, pero mi padre gritó:
-¡Ya basta! Que esto no se convierta en algo más que en una riña familiar.
Todos le miraron, esperando que dijera algo más.
-Venga, hablar un poco, socializaros entre vosotros, no me miréis como pasmarotes. Hoy cenaremos juntos. Llamar a los que faltan, que traigan unas pizzas.
La gente empezó a hablar entre ellos, reían y discutían sobre todo tipo de temas, perl yo no sabía que hacer, busqué a mi padre con la mirada, pero él estaba hablando con un chico bajito y rubio.
Eddie se acercó a mi.
-Hola Alex, soy Eduardo, pero todos me llaman Eddie. Tengo trece años y ¿tú?
-Hola Eddie, tengo dieciséis.
¿Gregorio siempre es así?
-Sí, está un poco resentido, por el tema de que él no puede ser el alfa y eso. Pero no le hagas caso.
-Entiendo...
-Ven conmigo, que te presento.
Iba a presentarme a los demás, cuando la puerta se abrió de golpe. Entró un chico que tendría un par de años más que yo como mucho, con los ojos verdes, con el pelo casi negro y muy moreno.
Tenía la rooa rasgada y mordeduras por los brazos y el cuello, el miedo podía sentirse a través de sus latidos acelerados. Intenté no mirarle directamente a los ojos, porque sabía que podría ver lo que sentía. Pero sus ojos verdes me llamaban y no pude evitarlo. Gran error; no sólo vi el miedo que sintió, también pude ver lo que había pasado. Vampiros atacándole, mordiéndole, mofándose de él. Sangre y más sangre, él y un chico intentando escapar. Sólo él lo consiguió.
Se derrumbó, cayendo al suelo, pero Eddie, lo cogió a tiempo.
-Que alguien le ayude- Dijo al borde de las lágrimas.
Mi padre lo tumbó en el suelo y le cogió de la mano, quitándole dolor.
El chico, pareció que se aliviaba, pero sus heridas no se curaban. Me acerqué a él y me mordí la muñeca, empecé a sangrar e hice que se tomara un poco de mi sangre. Enseguida se curó de todas las heridas y pudo volver a levantarse.
Me miró y me dijo:
-Gracias. Eres la hija de Tomás ¿no?
Asentí y sonreí.
Abrió la boca para hablar, pero pareció arrepentirse.
-Jesús ¿qué te ha pasado?- Preguntó mi padre
-Podemos hablar luego...
Papá asentió, se levantó e indicó a todos que siguieran hablando.

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