CAPITULO 8

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Conocí a casi todos de la manada, pero se mostraban un poco tensos en mi presencia, así que me quedé con Eddie, el único que se comportaba normal conmigo.
-¿No hay más niños y niñas de nuestra edad?
-No, fui el último. El último que nació como hombre lobo. Los demás son todos convertidos. Excepto Greg y Jesús que tambien nacieron así. Pero así es mejor, me cuidan todos- Rió. Me gustaba mirarle a los ojos, irradiaban alegría y eso me gustaba. Su rostro se ensombreció y yo escuché la respiración acompasada de alguien que se acercaba lentamente; me di la vuelta y vi a Gregorio mirándome fijamente a los ojos, me quedé paralizada, sólo había visto ese grado de maldad en una persona, Nicole. Gregorio me indicó con un movimiento de cabeza que saliera. Le obedecí de inmediato, sinceramente, tenía miedo de la maldad que salía de sus ojos.
-Eddie ahora vuelvo- Dije, intentando sonar firme, pero con un claro tono de preocupación en mi voz.
-¿Estás bien?-Preguntó.
Asentí y salí fuera del escondite de los Vilkas, seguida de Gregorio.
-¿Cómo se puede ser tan falsa?
-¿Perdón?- Dije sorprendida.
-Oh vamos, los híbridos nunca han sido bichos buenos. Tu vas de buena, pero estás deseando ser la alfa de la manada, pero ese lugar me corresponde a mí.- Contestó, con aire de superioridad y expresión de locura.
-Estás muy equivocado. El único "bicho" malo aquí eres tú. Puedo verlo en cuanto te miro...
Gruñó y con un rápido movimiento me tiró al suelo, apretando mi garganta con sus manos.
-Mantente vigilada las espaldas.- Susurró él con tono amenzador en mi oído.
Quería quitármelo de encima, pero dañarlo le serviría para poner a los de la manada en mi contra.
Le miré a los ojos, intentando que el miedo que sentía cuando miraba la oscuridad de su pupila, desapareciese. Lancé un gruñido leve y pensé "quítate de encima, vete y no vuelvas". No sé cómo ni por qué, pero Gregorio se levantó, con la mirada perdida y se fue.
En ese momento, la trampilla se abrió y salió mi padre, seguido de Eddie y Jesús.
-¿Qué haces tumbada?- Preguntó mi padre extrañado.
-Ha sido Greg ¿a que sí?- dijo Eddie alterado.
Asentí y miré en la dirección en la que Gregorio se había ido.
-¿Dónde está?- Preguntaron Eddie y papá a la vez.
-No sé, fue muy extraño. ?Pensé en que se fuera y así hizo.
Jesús y papá se miraron extrañados, pero Eddie gritó entusiasmado
-¡Puedes meterte en la mente de la gente! ¡Pero que guay!
Miré al chico, tan sonriente, tan ingenuo y reí. Tenía la impresión de que acabaría queriéndole como a un hermano.
Papá me ayudó a levantarme del suelo y me dijo que nos iríamos a casa enseguida, pero que antes teníamos que decirle a la manada que ya podían irse a casa.
Más tarde me enteré de que aquel sitio era como un refugio para ellos, si tenían problemas o se sentían solos acudían allí, siempre había alguien en la guarida con el que contar.
Mi padre se despidió de todos y nos dispusimos a irnos, pero vi cómo Jesús y Eddie se quedaban allí.
-¿Vosotros no os vais?
-No, vivimos aquí. No te habrás dado cuenta porque está oscuro, pero cuando bajas las escaleras, al lado izquierdo hay una puerta, sólo cuatro tenemos la llave, mi hermano, tu padre, Gregor y yo.
-¿Eddie y tú sois hermanos?- los miré a los dos, una y otra vez. Totalmente diferentes.
-Sí, es cinco años más pequeño que yo.
Los volví a mirar, se parecían solo en el blanco de los ojos.
Los dos se rieron al ver mi cara de asombro, aunque parecieron entristecerse en cuanto les hice la pregunta que temían que les hiciera
-¿Y vuestros padres?
Jesús iba a empezar a hablar, pero pareció atragantarse, así que mi padre tomó la palabra.
-Cuando Eddie nació, fue cuando conocimos a Nicole; la vampira que estuvo en casa el otro día. Eddie fue el último hombre lobo de la manada de nacimiento.
Nicole vino con su pequeño ejército de vampiros, queriéndose deshacer de la gran manada que había aquí para no tener competencia. Y bueno ya puedes imaginar como acabó.
Le miré y asentí. La hecharon, pero hubo bajas.
Miré a Jesús y tenía los ojos llorosos, noté cómo su tristeza me inundaba y me comía por dentro y no pude evitar bajar la mirada. En cambio, Eddie no estaba tan triste, él nunca pudo conocer a sus padres, él amor que él conoció fue el de la manada, que le cuidó como si fuera el hijo de todos, por lo que sus padres no parecía que fuera un recuerdo triste.
-Tu padre siempre fue el que más nos cuidó, pasaba mucho tiempo con nosotros, hasta que Gregor pensó que sería mejor para nosotros que nos cuidara él. Aunque con él todo era más estricto, más seco y peor, por lo que nunca dejamos que tu padre devolviera la otra llave. Además, hace un increíble trabajo como alfa.
Miré a mi padre y me sentí muy orgullosa, cuidando de toda la manada como gran alfa que era, ojalá pudiera ser así en un futuro.
Fueron a meterse en la guarida a la que llamaban hogar, pero le dije a mi padre:
-Papá, que se vengan con nosotros, Sara puede dormir conmigo.
Papá sonrió y les dijo a los chicos:
-Recoger las cosas que os venís con nosotros una temporada. Pensar que son como unas vacaciones.
Ellos se miraron, felices y cogieron todas sus cosas.

Ya en casa, se los presenté a mi hermana y mi madre, se instalaron en la habitación de Sara y ella se mudó a la mía.
-¡Sara! ¡Eva! ¡acompañarme a comprar unas pizzas!- gritó mi padre desde abajo, a lo que ellas respondieron corriendo como locas hasta el coche, aman la pizza.
Mi padre me dió un beso en la frente y dijo que no tardaría; mientras yo prepararía las películas que veríamos aquella noche.
Jesús y Eddie bajaron a ayudarme.
-Bueno vampirita, ¿no deberías ir a la cama? Mañana tienes clase... yo te puedo acompañar si quieres...- me miró Jesús juguetón mientras me guiñaba el ojo y se mordía el labio. Rodé los ojos y pensé "tíos, siempre pensando en lo mismo...".
Sonó un grito en la cocina. Eddie. Jesús se puso en tensión y fue corriendo a la cocina, le seguí.
-Sorpresa, sorpresa- Esa voz femenina tan odiosa, esos ojos color sangre, la maldad que salía de ellos. La mujer tenía a Eddie cogido por el cuello.

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