CAPITULO 14

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  Nos condujo a una casa, en medio del campo y con un árbol enorme al lado. Parecía que allí hubo un incendio, no hace mucho tiempo. Estaba quemada por todas partes, apenas podía mantenerse en pie. Aquel lugar me sonaba, seguramente el incendio salió en el telediario; pero la sensación que yo tenía, era de que había estado allí antes, aunque no recordaba cuándo, ni por qué.

  Allí no había ni un alma, no se escuchaba ni el sonido de los pájaros, por lo que llegué a pensar que el vampiro nos había mentido.
  -No hay nadie- Gruñí a Pablo cabreada, imaginando que nos había llevado hasta allí para ganar tiempo y pensar en algo para escapar. Aunque una risa falsa, irritante y muy conocida, me indicó que estábamos en el sitio correcto.
  -Muy bien Pablo, ahora ven aquí.- Dijo Nicole con voz fría y firme.
  Pablo parecía tener la mirada perdida y fue hacia ella sin siquiera pestañear. Miré a Víctor, que permanecía tranquilo, y a su vez, mostraba una actitud dominante con la que te decía que estaba preparado para luchar en cualquier momento.
  Miré fijamente a Nicole y me acerqué lentamente a ella, con la mentalidad de obligarle a decirme donde estaba mi familia.
  -Quieta.- Me ordenó con fiereza, a lo que yo contesté con una sonrisa y seguí caminando, como si no la hubiera escuchado.
  -Quieta. O los mato a todos.- Esta vez fue ella la que sonrió y yo dejé de mover cada músculo de mi cuerpo.
  Hizo un ligero movimiento de muñeca y un montón de vampiros salieron de la casa,  sujetando a mi familia.
  A pesar de que ellos nos superaban con creces en número, Sara forcejeaba con sus captores y mi madre le decía que mantuviera la calma y reservara fuerzas para más tarde. Jesús tenía los ojos echando chispas y su color verde, pasó a ser amarillo. Al borde de su transformación, escuché que murmuraba algo "El descontrol provoca agresividad. La agresividad es veneneno. La agresividad es veneno..." Mi padre le decía que dijera las palabras a la vez que respiraba despacio y calmado.
  Nicole se acercó a ellos y mirándole fijamente a los ojos, les ordenó hacer algo que no pude entender, pues lo dijo con rápidez y en un murmullo. A mi familia se le cambió la cara, su rostro se volvió sombrío, con la mirada perdida.
  Víctor me cogió en volandas sin que me diera cuenta y me sacó de allí.
  -¿¡Qué haces!?- Grité con enfado.
  -¡No me grites! ¡Te estoy salvando el culo!- Contestó aun más cabreado.
  -¿Qué?- Pregunté intentando calmarme.
  -Nicole les ha obligado que te ataquen. No podrías con ellos.
  -Pero soy un híbrido. Claro que puedo...
  -Es tu familia Alex. No serías capaz de hacerles daño.
  -Tengo que sacarlos de allí, como sea. Además Eddie a ido por ayuda, la manada vendrá a salvarnos.
  -¿En serio crees que vendrán a ayudar a dos cazadoras y un híbrido?
  -No... pero si intentarán salvar a su alfa y el beta que todos consideran un hijo.
  Víctor me miró, rendido ante mis palabras y volvimos a la casa quemada, dónde Nicole nos esperaba con una sonrisa.
  Se escuchó un aullido, luego otro y otro, cada vez más cerca, hasta que se encontraron justo a nuestro lado. Como cuarenta o cincuenta hombres lobos estaban a nuestro lado, preparados para luchar contra los vampiros. Hasta Gregorio vino, seguido de Eddie y otros que no recordaba su nombre.
  Víctor y yo sonreimos, ahora teníamos el mismo número de guerreros que Nicole, estábamos igualados.
  Nicole dió una señal y todos atacaron.
  Lobos y vampiros comenzaron una pelea sangrienta, en la que había bocados, arañazos, patadas, puñetazos...
  Me acerqué a mi padre esquivando a la multitud y cuando estuvimos cara a cara, con la mirada perdida, se avalanzó sobre mí sin dudar ni un segundo, intenté esquivarlo, pero fue más rápido y me tiró al suelo, atacándome con rabia, como si no fuera su hija. Yo no quería hacerle daño, pero si no me defendía, iba a acabar muy mal parada. A base de mucho esfuerzo, conseguí ponerme encima suya y mirándole fijamente a sus ojos de lobo, salvajes y llenos de rabia, le obligué mentalmente que parase; paró en seco y tragó saliva, miró a los lados y observó extrañado el campo de batalla. Me puse en pie y ayudé a mi padre a levantarse.
  Le expliqué en un pequeño resumen lo que había pasado antes de la pelea, asintió en señal de entendimiento y en unos pocos segundos se convirtió en un enorme lobo negro, aulló muy fuerte y los hombres lobos allí presentes contestaron atacando más fuerte a los rivales, alegrándose de que su alfa había vuelto en sí y estaba ahí para guiarlos en la batalla.
  Ví como Víctor hacía que Jesús, Sara y mi madre volvieran a ser ellos mismos.
  
  Unas garras me atravesaron la espalda. Dolía. Las garras se movían en mi interior intentando desgarrar mi órganos para matarme. Grité, pensé que me desmayaría del dolor, pero mi cuerpo era fuerte y conseguí darme la vuelta para deshacerme de mi agresor. Gregorio. Pude notar la locura en su mirada, quiso morderme, pero lo cogí y lo lancé por los aires, con una fuerza que ni yo esperaba.
  Se levantó con pesadez y volvió a arremeter contra mí. Rugí furiosa y clavé mis garras en su corazón mientras giraba mi muñeca para así quitarle la vida.
  La adrenalina subía por momentos, el olor a sangre era fuerte y apenas podía controlar mi sed, cada vez mayor. Cuando un vampiro se acercaba al lugar donde me encontraba, no dudaba en morderle y alimentarme de él.
  Poco a poco iban cayendo lobos y vampiros, aunque seguía habiendo un gran número de ambos.
  Nicole se encontraba justo enfrente mía, luchando con mi hermana. Tenía el brazo ensangrentado, parecía muy dolorida; aunque Sara estaba en peor estado. El olor de Nicole era fuerte y apetitoso, su poder hacía que su sangre oliera mejor; me acerqué por detrás para darle un bocado mortal, cuando Eddie apareció de la nada y arremetió contra ella. Comenzaron una pelea, en la que la vampira tenía todas las de ganar, así que Sara y yo no dudamos en meternos.
  Algo, más bien, alguien, me apartó de ella con un empujón; caí al suelo, pero me puse en pie rápidamente. Me giré para observar como Eddie yacía insconsciente en el suelo, con la garganta desgarrada, de la cual emanaba una gran cantidad de sangre. Corrí a su lado y le di un poco de mi sangre para que se recuperara, me miró, sonriente y falto de aliento y dijo:
  -Ahora podré conocer a mis padres...
  Una lágrima cayó de su rostro, le cogí la mano y le supliqué que no se fuera, no podía irse. Mi sangre tendría que bastar para curarle, pero había sido demasiado tarde. Apretó mi mano, en señal de adiós y me regaló su última sonrisa.

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