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Charlie

No me molesto en sonreírle al valet en este momento cuando me subo a mi coche esperando. Ni siquiera pienso en ello. No corro del lugar de entrega de efectivo. De hecho, si la aguja no me decía que iba a sesenta y cinco kilómetros por hora, diría que mi coche se hallaba aparcado en medio de la carretera. 

El texto de Jimmy llega al teléfono prepago que me entregó esta noche y hago lo que se esperaba, caminando con rigidez a mi Sorento. Cuando estoy segura en su interior, con las puertas cerradas con llave y la llave en el contacto, tengo el tiempo justo para coger y abrir la bolsa de plástico de repuesto ubicada en la guantera, antes de que todo el contenido de mi estómago salga al exterior. 

Me encuentro sudando frío cuando el teléfono empieza a sonar. 

—Hola. —Oigo el vacío en mi voz. 

—¿Todo bien, ratoncito? 

¿Acaso Sam sabía que Manny estaría allí? ¿Me hizo eso a propósito, para asustarme? ¿O es Manny "la otra manera de entrar" que Sam buscaba? No tengo que usar nombres y dar detalles, aunque es un teléfono prepago y no se puede grabar esta conversación todavía. De repente, no me importa. De todas las cosas que debía preocuparme, policías escuchando esta conversación no es una de ellas. —Eddie tiene un socio. Él se hallaba allí esta noche. Su nombre es Manny. Puso una pistola en mi cabeza y apretó el gatillo, pero la cámara estaba vacía. Luego me amenazó con cortarme en mil pedazos y alimentar a los caimanes. Dijo que iba a robarte. —Las oraciones salen entrecortadas y sin emoción. 

Un silencio de muerte se establece con mis palabras. Espero. No digo nada y escucho, hasta que oigo una inhalación aguda. Me imagino a Sam sentado en su sótano, fumando un cigarro mientras me habla. 

—¿Todo lo demás salió como se planeó? 

Sam no suena nada preocupado porque alguien estuvo a segundos de matarme esta noche. Pero Sam es tan difícil de leer como yo. He aprendido de los mejores, después de todo. —Sí. —Tienes tu dinero, Sam— No voy a hacer esto nunca más. Esta fue la última vez. — Cierro mi mandíbula obstinadamente combatiendo la urgencia de dar marcha atrás. 

No voy a volver allí. 

—Eso no es una opción. Tengo grandes planes para nosotros. Iba a sorprenderte con esto, pero he guardado algo para ti, a través de algunas empresas de bienes raíces. Un año con Manny y tendrás más dinero de lo que puedes soñar. 

¿Un año? —Mi voz estalla con una estridencia que nunca he oído en mi misma. No lo puedo controlar—. No voy a durar un año. ¿No acabas de escuchar lo que dije? Manny va a mata... 

Sam me interrumpe con un borde afilado. —Sabía que iba a estar allí. Él sólo se aseguró de que eras de fiar, eso es todo. ¿De verdad crees que alguna vez te mandaría a alguna parte donde pensara que te harían daño? 

—Ya lo has hecho. —Mi susurro frío es de alguna manera más duro que la voz aguda de hace un momento. 

—Ese fue un error por el que te compensé. ¡Con un gran riesgo para mí, por ti! ¿Ya lo has olvidado? 

—Nunca olvidaré lo que hiciste con él. —Me compensó. Porque la ejecución de un hombre se supone que me haría sentir mejor. 

—¿Y has olvidado todo lo que he hecho por ti

Me trago la burbuja de culpa tratando de surgir, luchando por el dominio de mi amargura. Pero no digo nada. 

—Yo me encargo de Manny, Ratoncito —dice Sam en voz baja, con dulzura—. Él sólo se mantenía en ascuas, pero me aseguraré de que sepa que eres digna de confianza. Porque lo eres, ¿verdad? 

Sam trata de apaciguarme. Me hace sentir como si en realidad me estuviera haciendo un favor. —Sólo quiero salirme. No me importa el dinero. 

En un instante, su tono es glacial de nuevo. —En serio... la niña mimada no se preocupa por el dinero. ¿Te va a importar cuando no puedas pagar por tu educación? ¿O tus ropas de lujo y tu coche? Me pregunto si te preocupará cuando estés prostituyéndote para poder pagar las cuentas a fin de mes. 

Demasiado tarde, Sam. 

¿Cómo pudiste hacerme esto? 

Sam nunca me ha hablado así antes. Hay una larga pausa. — Vamos a hablar mañana, cuando hayas dejado de ser tan irracional. — El teléfono pita, finalizando la llamada. 

El shock por la experiencia cercana a la muerte no ha desaparecido, pero una adrenalina familiar empieza a surgir de regreso ahora: ese palpitante dolor familiar en mi cavidad torácica, la dificultad para respirar, el alivio asociado a preguntarme cómo sería simplemente caer dormida y nunca despertar de nuevo. 

Todas las cosas de las que encontré un breve escape con Harry. 

Pero fui una idiota. No hay un escape real. 

Sam no me dejará ir. Nunca me dejará ir. 

—Tengo grandes planes para nosotros. —Hago eco de sus palabras en un susurro mientras envuelvo mis dedos alrededor del volante, cuando absorbo la gravedad de la situación. Esas palabras son como una pesada puerta de acero que se cierra por encima de mí. Atrapándome de nuevo en esta jaula sofocante que es mi vida.

De alguna manera mantuve las lágrimas a raya mientras hablaba por teléfono con Sam, pero ahora que me encuentro sola, se vierten libremente, ardiendo contra mis mejillas. 

Sam sabe de Harry. 

Tiene un nombre, una descripción física. Tal vez incluso una imagen, aunque no lo mencionó. ¿Cuánto tiempo tardará antes de que Sam lo encuentre? Si me quedo aquí, le pondré una diana en el pecho. 

No puedo poner a Harry en más peligro. 

No le haces eso a la gente que amas. 

Enciendo mi Sorento, salgo a la calle, las luces y señales están borrosas por las lágrimas. 

Sin destino, conduzco. 

Sé a dónde mi corazón egoísta quiere que vaya. Ya ni siquiera me preocupo por el incidente de China. Dado que acabo de tener un arma apuntando a mi cabeza, parece trivial. No sé por qué China se hallaba en su regazo. Él dice que tenía una buena razón y le creo. 

Pero le pedí a Harry que me dejara ir. Y así lo hizo. 

Lo que hace que lo que tengo que hacer sea más fácil. 

Siento la libertad que he probado desvanecerse. 

Mientras Jimmy me sigue. 

Me sorprende que incluso lo haya notado. No lo habría hecho, si no hubiera mirado en el espejo retrovisor en ese preciso segundo para ver un sedán negro, tres coches atrás, hacer un giro a la izquierda, la farola reflejando sus brillantes cubre rines personalizados. 

Se veía muy parecido al coche en el que me subí al iniciar esta noche. Siete minutos y tres vueltas más tarde, no puedo negar que es el mismo coche. 

Paso por la entrada de mi edificio de apartamentos —temblando por la facilidad con que podría haber traído a Jimmy allí, entregándole otro poco de información que le podría llevar a Harry— y sigo el camino dirigiéndome a un restaurant de veinticuatro horas al otro lado de Miami. 

Lejos de todos los que he llegado a amar.   

Four Seconds To Lose |HS| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora