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Harry

—Ronald Sullivan. Cuarenta y dos. Sin esposa, no tiene hijos. Se le retiró el cargo por asalto en el año 1995. Sospechoso por vender narcóticos, pero no se le ha atrapado con nada. Te enviaré las fotos para que puedas reconocerlo. También tengo su dirección, si la quieres. Vive en un apartamento por la Veintitrés.

Oh, Charlie. ¿En qué te metiste?

—Como siempre, eres invaluable, John. 

—Y estás financiando por tu cuenta mi villa de retiro en Tahiti. Sólo no les digas a las brujas de Eastwick. —Tengo que alejar el teléfono de mi oído tan pronto como resuena la estruendosa risa de John. 

—No tengo motivos para hablar con tus ex esposas, John. A menos de que sea para hablar del gran idiota que eres. 

Otra ronda de carcajadas resuenan cuando mi broma baja por la espalda robusta de John.

—¿Todo esto es por la chica? 

Con un suspiro, murmuro—: Todo se trata de la chica, estos días. 

Después de que Ginger me contara lo que sucedió el lunes, la llamada del "padre" al otro teléfono de Charlie, sabía que no podía ser su padre porque su padre está en la cárcel y ahora sólo puede hacer llamadas por cobrar, la envié a casa temprano para echarle un vistazo a Charlie. Luego revisé el video de seguridad de la sala dos VIP. 

No hay duda en mi mente de que Charlie sabía quién era el chico. La forma en que se paseó por la habitación, agarrada de su brazo, la manera discreta en la que le advirtió de la cámara. Todo en como interactuaban gritaba familiaridad. Cuando observé su mano colarse debajo de la falda, mi mandíbula tronó debido a la tensión en mi rostro. Cuando lo vi acariciarla con el reverso de su mano, tuve que detenerlo y tomar una respiración profunda para tranquilizarme. 

Como era normal, pude contar con que Nate manejara la situación. Después de descargarle un puñetazo al intestino del chico en una esquina silenciosa del estacionamiento, miré esa cinta de vigilancia también, con una sonrisa malditamente gigante en el rostro, Nate lo arrastró de regresó al Camry negro que decía que era suyo y lo dejó retorciéndose de dolor en el suelo mientras buscaba su billetera y el coche, investigando tanta información como le fuera posible. Una vez que Nate le confiscó el arma cargada que encontró debajo del asiento, arrojó al chico en el asiento del conductor como si fuera un juguete masticable. Al lado de Nate, todos parecían juguetes masticables. 

Nate le dejó claro que si algo le sucedía Charlie, la cinta de seguridad iría a la policía acompañada con toda la información de Ronald, y luego sería una carrera para ver quien lo encontraba primero, la policía o yo. 

Y Ronald desearía que fueran los policías. 

Como un regalo aparte, Nate dejó un último golpe brutal en la nariz del imbécil y lo dejó ahí, acunando su rostro contra el flujo de sangre. Imaginé a Ronald Sullivan pasando la noche con mucho dolor, y posiblemente en la sala de emergencias. 

Nate y yo sabemos que tendremos que cuidarnos las espaldas por un rato. Pero si veo al chico por aquí de nuevo, no dudaré en acabar con él. 

—Y su padre todavía está encerrado, ¿cierto?

—Sí, señor. No saldrá por un largo tiempo. 

—Gracias por la información, John —ofrecí antes de colgar, mirando el reloj mientras tomaba un largo trago de mi bebida. Son las cuatro treinta. Charlie debía estar aquí a las cuatro para el trabajo administrativo y nunca llega tarde. No debería sorprenderme de que no haya aparecido. Después de anoche, estaré sorprendido si viene en absoluto. 

Four Seconds To Lose |HS| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora