Una Historia.

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Hablaron de sus vidas durante largo tiempo... tanto, que cuando Hermione volvió a ver su reloj se dio cuenta que ya eran las tres de la tarde, por lo que Víktor le propuso que fueran al mundo muggle a comer algo.
Caminaban por la afueras de Hogsmeade, alejándose de las Tres Escobas, buscando un lugar para desaparecerse.
-¿Por qué quieres ir al mundo muggle, cuando podríamos ir al callejón Diagon?- Hermione le pregunto curiosa, pero al mismo tiempo lamento haber preguntado eso, ya que Víktor puso cara de consternación.
- Simplemente, quiero ir a un lugar donde nadie nos reconozca... para estar más... cómodos...-Hermione prefirió no replicar, pero se la hacía un tanto extraño que Víktor no quisiera que lo reconocieran.
Finalmente terminaron por desaparecerse cerca de Cabeza de Puerco, para luego aparecerse en un callejón muggle de Londres.
Buscaron un pequeño y acogedor restaurante. La mesera los atendió de maravilla. Aunque Hermione estuvo un poco incomoda al pensar cual podría ser la razón por la que Víktor no quisiera ir a zonas muy conocidas por los magos. Pero no por eso dejo de pasársela muy bien.
Después de comer, decidieron ir a un parque muggle para hablar de lo que habían hecho de sus vidas...
-Sabes, conocí a mi esposa de una manera muy curiosa... nunca pensé que conocería de esa manera a la mujer con la que me casaría...
-¿Cómo la conociste?- Caminaban tranquilamente por el sendero del parque. Hermione observaba a los niños pequeños jugar bajo el ardiente sol.
-Había salido de un entrenamiento, era un día muy lluvioso. El viento azotaba mi cara. Yo caminaba tranquilamente por el estadio. Iba camino a los vestidores, pero como es normal que los reporteros se cuelen en los entrenamientos, siempre aparento ir a otro lado, y así evitarlos... lo malo, es que ese día el reportero en turno me pisaba los tobillos, por lo que tuve que empezar a correr, el hizo lo mismo. Corrimos hasta los vestidores, ahí había luz. Entre y cerré la puerta, pero al hacerlo... un ruido sordo se oyó, además de un grito muy agudo. Fue cuando me di cuenta que era una mujer la que me perseguía. Ningún hombre podría gritar así.
Hermione se alejo lentamente del sendero. Víktor la siguió. Llegaron a un árbol caído donde Hermione se sentó.
-Asustado abrí la puerta, y vi a Cirse con sangre saliéndole de la nariz. Me arrodille frente a ella y le comencé a cerrar la herida. Ella estaba muy asustada. Tenía la ropa llena de sangre, además del cabello y el rostro. Dejo de sangrar y la ayude a pasar a los vestuarios. Platicamos, y a pesar que la primera razón para su visita había sido entrevistarme, comenzamos a platicar muy a gusto. Nos hicimos amigos y salíamos a tomar café, o a pasear. Al mes nos hicimos pareja... y nos casamos. Extraña historia no ¿crees?
-Cierto, es una lastima que ella haya muerto...
-Para mi no es lastima...-Hermione puso cara de interrogante.- Es el destino, el destino nos ha vuelto a unir... y no pienso desaprovechar la oportunidad...
Víktor la tomo por la barbilla, y antes de que ella pudiera reaccionar o replicar, la beso... la beso como Ron nuca lo había hecho. Fue un beso lleno de amor... y sentimientos encontrados.
***
Ron estaba en el Ministerio. Caminaba por los pasillos directo a la oficina de Hermione. Se encontró a su ayudante y a su secretaria... Toco esperando un dulce beso de parte de su bella esposa, pero toco sin obtener respuesta, mucho menos aquel beso que el se esperaba.
-Señor Weasley -La secretaria le miro un poco sorprendida. Ron le devolvió la mirada.- Su esposa salió desde antes del medio día. ¿Quiere que le mande una lechuza?
-No gracias, ¿Por qué salió desde temprano?- Ron se paró frente al escritorio de la secretaria.
-No sabría decirle, creo que era un asusto de negocios.
-Si regresa, dile que la espero en la Madriguera.
-Por supuesto.- La mujer regreso a su trabajo, mientras Ron se alejaba un poco preocupado de aquel departamento.
Camino nuevamente, solo que ahora buscando a Harry. Tenían que ir a la Madriguera por Hugo y Lily.
A las diez de la noche, Hermione no había regresado ni a su casa ni a la Madriguera...

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