Capítulo 10: Adiós.

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Unos dicen que hay caballos volando y algodón de azúcar por todos lados. Otros hablan de que ahí están tus seres queridos. Y otros, no muy creyentes, te dicen que no hay. Pero el cielo no es tema de conversación. No se adelanten hasta estar aquí.

Por ahora, díganle a mi madre que deje de usar ropa negra. El verde le combina a la perfección y realza sus ojos. Pueden decirle que dejó la estufa encendida esta mañana por causa de sus llantos. Y, por favor, háganle saber que fue la mejor mamá que pude tener. Y que nunca dejará de serlo; que aquí la espero con una de sus tantas comidas vegetarianas y sus programas de pérdida de peso. Denle las gracias de mi parte; no muchos se dedican tanto a un cáncer.

Comenten para ella sobre los nuevos programas de cocina o cursos de costura. Necesita distraerse. Que compre un perro o adopte un niño.

Mamá, si estás leyendo esto te amo. Saludos a papá.

También saluden a Will de mi parte. A ese de seguro lo encuentran en cualquier fiesta de la ciudad. Denle gracias por regalarme las mejores aventuras; por una infancia llena de naves espaciales y dragones ocultos, una adolescencia en compañía y, en general, una vida con un toque de alegría. Pero nunca le digan que lo escogía a él entre muchos, que era mi persona favorita en el mundo y que superó cualquiera de mis expectativas; se le subiría el ego.

Will, si estás leyendo esto consigue un trabajo. Tus padres ya están cansados de mantener a un gordo apestoso.

A la señora McCain que para mí nunca estuvo loca. Lleven a ella la información de que ya he muerto, que no hay más cartas para escribir. Pero, que como me enseñó ella, pintaré mi cielo de letras.

Sra.McCain, si está leyendo esto (NO, dice leyendo no pretendo. Busque sus lentes. La semana pasada los dejó sobre la computadora. Pd: el objetivo plano sobre su mesa) gracias por darme un sueño, algo en lo que creer cuando estaba vivo.

A mi doctor que siga estudiando, algún día encontraremos la cura.

A Thomas que debería ver a la nueva niña que se mudó al vecindario, se llama Catherine y parece muy amable.

Al viejo cartero que regrese de su descanso, la suplencia se ha ido.

Y a Melanie. A ella no es necesario que le griten mil palabras para que entienda. Pónganse cerca y acomoden su cabello antes de susurrarle que todavía la amo. Que estar vivo o muerto, ser cuerpo en realidad, no te elimina los sentimientos cuando son verdaderos. Pueden decirle que cuando cierro los ojos nos veo a los dos, juntos en una especie de pradera, también veo correr a nuestros hijos. Son cuatro hermosos niños de cabello rubio. La tomo de la mano y siento el aroma de sus perfumes comprados en la feria. Pero después los abro. Y al abrirlos la sigo amando.

Lleguen a ella y hagan que forme una familia, que tenga una carrera; que sea infinita, pura y libre como la paloma.

Mel, si estás leyendo esto ya sabes qué hacer.

A ustedes, que leen esto. Sueñen.

Desde aquí.

Con pasión porque el amor se queda corto.

Se despide, Peter Prescott

El chico promedio de la casa treinta y dos.

Cartas para ella. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora