Cuando llegas a un lugar y no eres bien recibido lo sabes por la manera en que todo el ambiente grita que no deberías estar allí. Así pasó cuando entré al instituto aquel día; los pasillos repletos de murmullos, los profesores viendo de manera disimulada y un grupo de amigos a una distancia considerable cada uno del otro.
Respiré y caminé de la misma manera en la que lo hice siempre; con una sonrisa y con paso firme, como si en realidad no estuviera pasando nada. Ese era el truco para todo; mientras tú pensaras que nada estaba pasando, nada estaba pasando en realidad.
-¿Qué pasó con Alec?- preguntó Lee al estar a mi lado.
Primero la miré. Estaba completamente despeinada, parecía haber salido de alguna pelea en la cual no resultó ganadora y sus ojos estaban cansados. Luego le contesté.
-Se acostó con otra- sonreí.
El rostro de Lee pareció haber caído de un momento a otro, esa sonrisa que siempre permanecía en su rostro voló de la manera más rápida posible.
-Pero...- comenzó con su mirada perdida entre los árboles de atrás.
-No, ya está. Se acostó con otra y terminamos, no es mucho-
-Claro que es mucho- pero ésta vez no era su voz. Era una mucho más profunda y lenta.
Sam estaba parado detrás de mí, bebiendo una especie de café y sonriendo hacia Lee. Ella, como toda adolescente con hormonas, le devolvió la sonrisa y, de manera disimulada, se fue acercando de a poco hasta donde estaba él.
-Yo tampoco creo que sea tan insignificante- después de algunos minutos Lee vuelve a la realidad de la conversación.
Pero por más insignificante que yo lo hiciera parecer, dolía. Todos sabemos el dolor que causa ver que no es correspondido. Sea falso o verdadero, todos tenemos la necesidad de ser queridos. El problema de que vivas en algo irreal, es que algún día la realidad llegará a ti de golpe.
Un día despertarás y te darás cuenta que tu mano en realidad no encaja a la perfección con la de él, dejarás de salir a los mismos lugares en los que te topabas con él, ya no habrá un latir en tu corazón al escuchar su nombre. Ese día despertarás y verás que todo ha pasado de golpe. Pero igual duele, nunca deja de doler.
Porque nadie sale ileso de un enamoramiento, lamentablemente estar y dejar de estar enamorado te convierte en una persona completamente diferente. Somos los daños que nos han hecho levantarnos, somos la cantidad de amores y decepciones que hemos vivido a la vez.
-Creo que deberíamos entrar- sacudí un poco mi cabeza.
-Lee, ¿Te puedes adelantar?- preguntó Sam.
¿Qué creía que estaba haciendo? Yo no sabía quién era él. Lo había visto una vez y ya pensaba que podía pedir esa clase de permisos, era como si tuviera algo importante para hablar.
Lee asintió y bostezó recogiendo su bolso del suelo para así poder menear sus anchas caderas lejos de nosotros.
-¿Qué pasa contigo?- pregunté más confundida que molesta.
-¿Todavía lo quieres?- preguntó de golpe.
Y sí lo quería. ¿Quién puede dejar de querer de un día para otro? No es algo suceda así como así, siempre queda la espina. Siempre amas, así eso signifique arriesgar tu felicidad.
-No creo que deba importante-
-Mel, puedes ser sincera conmigo- tomó una de mis manos.
Inmediatamente me solté.
-No me llamo Mel, soy Melanie, Melanie Scott preferiblemente. Necesito que dejes de pensar que puedes actuar como si me conocieras de toda la vida- pasé una mano por un costado de mi bolso y sonreí a medias para aligerar todo.
-Sé que eres Melanie Scott- su risa era aún más profunda que su voz -Yo soy Sam y nos conocimos en una fiesta. No estoy actuando como si te conocieras de toda la vida, actúo como alguien que trata de hacer amigos al mudarse a una nueva ciudad-
¿Soy yo o ese chico nunca dejaba de sonreír?
-Lo que sea- me di la vuelta y lo dejé hablando solo.
Después de un tiempo te das cuenta que el tiempo clases pasa más rápido de lo que piensas, es sólo dejarse ir. A veces se convierte en un escape porque, ¿Quién piensa en amor cuando tiene una pizarra en blanco en frente? Un objeto plástico, pero más real que las personas de tu entorno.
A mí me gustaba ver pasar las horas sentada, aunque no pareciera así. Pero se puede tener una vida donde la adrenalina esté a mil y sólo desear sentarse un momento, estar en blanco, pintar tú propio lienzo. Pero pintarlo diferente, de una manera en la que no sea necesario rehacerlo.
Lee me miraba desde la otra esquina del salón; el salón era frío, ¿Saben? No era la clase de sitios a la que la gente le gusta ir. Sólo había una pizarra y muchos puestos, y hacía frío, mucho frío.
Pero la mirada de Lee desapareció cuando el profesor la llamó, al final hay cosas que llaman más la atención que otras. Nuestro profesor llamaba la atención, mucho más a Lee y sus hormonas. Un profesor mucho más joven de lo que los estereotipos indican y con una sonrisa en la que se notaban extensos años de arreglo.
-¿Podemos hablar al final de la clase?- preguntó Sam.
-No puedo-
-¿Por qué no quieres hablar conmigo?-
-No puedo, de verdad. Tengo práctica de animadoras-
-¿Animadora?- levantó una ceja -te creía menos cliché-
-Vivimos en un mundo cliché-
En ese momento creí que nuestra conversación había terminado.
-¿Te gusta?- me había equivocado, segundos después habló.
-¿Qué?-
-Ser animadora-
-No- en mi cara no había expresión alguna.
-¿Entonces por qué lo haces?-
-Todo el mundo espera que lo haga-
-No, yo no- y sonrió.
Suspiré y percibí que el profesor ya nos estaba mirando.
-Igual no puedo hablar después de clases-
*
Lola era una especie de castaña anoréxica que nunca quitaba la sonrisa de su cara, excepto esa vez. Esa vez llegó a mí con una expresión seria, comos si quisiera matarme vistiendo su pequeño traje de animadora.-¿Qué crees que hiciste?- me gritó.
-Nada- terminé de amarrar mis zapatos y me levanté con la intención de salir.
Pero sus pequeñas manos fueron más rápidas que yo, se aferraron a mi brazo de manera brusca.
-¿Por qué terminaste con mi hermano?-
Se me olvidaba decirles, Lola es la hermana de Alec.
Me reí. Me reí porque tenía ganas de reirme, porque su uniforme en realidad estaba demasiado ajustado y porque en realidad dolía.
-Pregúntale a él-
Ahora ella fue quién rió.
-Ya pasó tu momento de fama, Melanie. Aquí sólo creerán su versión- poco a poco soltó mi brazo.
-¿Qué ha dicho él?- pregunté firme.
-Lo mismo que dicen todos; lo engañaste-
Esto era absurdo, absurdo en realidad. Estar herido y ser el dueño del arma. Yo nunca lo hubiera lastimado, cuando amas a alguien no existe el dolor, ¿Saben? Amas y ya está, no hay más. Sea falso o en realidad.
-Ella no lo engañó- Sam otra vez.
Aparecía como si yo lo estuviera llamando, pero aparecía en silencio, escuchando todo e interviniendo en medio de una conversación.
Pero estaba bien, él estaba bien.
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Cartas para ella.
Ficção AdolescentePeter Prescott, a sus dieciséis años de edad, posee una gran colección de cartas que ha escrito desde que tiene once años cuando conoció a la joven y extrovertida Melanie Scott. Peter consiguió su primer empleo como cartero una semana después de su...