Capítulo 27.

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Antonio no podía creer lo que estaba pasando. No entendía como es que todo lo culpaba a él. Alguien cerca de ellos era el causante de todo, pero no entendía quien podría ser. Le dolía ver el dolor en los ojos de Lali. Para él era algo doloroso saber que ella pensaba que hizo todas esas cosas horrible. Solo esperaba que Peter no se confiara y estuviera pendiente, es lo que más deseaba él. Suspirando nunca imagino que saldría del castillo esposado y con varios policía junto a él. Subiendo al carro miró por última vez el lugar que fue su hogar, pero no bajó la cabeza, porque él no era culpable e iba a demostrarlo, sea como sea lo iba a demostrar. Los dos guardias que subieron junto a él, lo miraron como si fuera la peor persona, era entendible. Estaba acusado de matar al rey, atentar contra la reina y la futura reina.

El trayecto lo sintió corto, cuando llegaron, le despojaron de lo que llevaba y le hicieron bañarse. Se puso la ropa, cuando salió le volvieron a poner las esposas. Lo condujeron por un pasillo hasta llegar a las celdas en dónde escucha los gritos de los otros presos. Ignoró a todos y lo metieron en la celda que estaría de ahora en adelante. Al quitarle las esposas se fue a sentar y se acostó en la cama viendo el techo.

— Así que tenemos al enemigo de la corona. — escuchó al alguien decir, pero lo ignoró. — oye te estoy hablando.

— No quiero problema déjeme en paz. — dijo molesto.

— Nadie dijo de problemas, lo que queremos es hablar. Vamos dime lo que se sintió hacer todo esas cosas.

Pero Antonio no respondió. No podía evitar sentirse mal, porque ya todos pensaban que él era el culpable.

«Cuando la reina se entere, también me va odiar» pensó haciendo una mueca. Lo que llegaría a pensar Emilia, era algo que le dolía mucho, no quería que ella lo despreciara creyendo que él era el causante de todas las desgracias. cerró los ojos, pero no sé percató que su compañero de celda estaba hablando con alguien. Éste asistió para no hacer ruido. Se acercó a Antonio haciendo que él abriera los ojos rápidamente y se levantara.

— ¿Qué pasa?

— Nada amigo, solo me acerqué para ver si puedes dormir tan tranquilo aún sabiendo lo que hiciste. Pero no te voy a molestar más. — levantó las manos en modo de tranquilizar. — por cierto soy Leandro.

Antonio no dijo nada, no le gustaba la forma en la que lo veía. Sentía que algo estaba planeado, debía estar preparado por si algo llegaba a surgir. No tenía que bajar la guardia. Se sentó, pero no apartó la mirada en todo lo que pasaba. Sentía que algo pasaría. Pero nada pasó las horas pasaron y amaneció. Todo estaba tranquilo, pero Antonio no sabía porque se sentía inseguro. Sentía todo su cuerpo rígido, lo mismo sintió cuando supo que su esposa había muerto. El silencio era muy tranquilo, por eso no pudo dormir, porque sentía que algo estaba por pasar.

— Que bien dormí. — dijo Leandro estirándose. — por tu cara, veo que no lograste dormir. La verdad eso pasa el primer día. No sé sabe quién será tu amigo y quién será quien te venga atacar. Pues bien. Hay que ir hacer primero el aseo, porque así es aquí. Nos toca hacer nuestros deberes y después nos dejan irnos a bañar y comer. — se levantó. — es mejor que vengas ahora mismo si no quieres meterte en problemas con los guardias. Aquí hay que hacer lo que se nos dice para conseguir nuestro privilegios.

Antonio se puso de pie a tiempo cuando vio al guardia abrirle. Salieron y todos estaban en fila viendo al frente. Escuchaba como les explicaban quien le tocaba cada lugar. Al él le tocó junto a Leandro, juntos a otros seis hombre el área de lavandería. Empezaron a caminar, pero no dejaba de estar atento a cualquier cosa que llegara a pasar. Al llegar a él le tocó meter la ropa sucia. Estaba haciendo su trabajo cuando escuchó la puerta de la lavandería abrirse, se giró y vio a cuatro hombres más entrar. Se levantó y los miró sabiendo a lo que venían.

Protegiendo a la Princesa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora