Epílogo.

1.3K 111 24
                                    

Peter.

— Princesa Marianella, por favor deje que le ponga su vestido.

— ¡No! Yo no quiero ese. — Grita corriendo. — Es muy feo.

— Pero es el que usted pidió. — Escucho desesperada a la nana.

Camino hacia donde se escucha esos gritos y veo a mi pequeña de seis años corriendo por todos lados de su cuarto y la nana corriendo tras de ella. Es una escena divertida ya que mi pequeña corre y la nana está desesperada por atraparla.

Todavía no puedo creer como los años han pasado rápido, un día vine a proteger a una princesa caprichosa y ahora estoy casado con ella y profundamente enamorado. Lali es la razón de mi vida, junto a la familia que hemos formado a lo largo de los años. Todavía recuerdo cómo le pedí matrimonio y ella me aceptó, después vino la locura de los preparativos de la boda. Al casarnos y la llegada de nuestra primera hija.

Cuando Lali me dijo que estaba embarazada de nuestro primer hijo me volví el hombre más feliz. Cuándo nació nuestra pequeña Mar, llenó el castillo de risas y travesuras a su paso. Yo me hice socio de la agencia y abrimos una aquí en Francia para que no me tocara viajar. Mis amigos Agus y Nina vinieron conmigo y entre los tres nos encargamos de formar nuevos guardaespaldas. Mi amor, se acostumbró a gobernar y todas las personas la admiran y la respetan por la labor que día a día hace.

También mi suegra decidió irse a vivir a la casa de campo que compró cuando estaba vivo el padre de Lali y Antonio se fue con ella, aunque ellos lo niegan sé que hay algo entre ellos, Porque noto el amor cada vez que vienen a visitarnos y es más seguido con la llegada de nuestro segundo hijo al que le pusimos Santino. Además aunque ella no lo quieran decir, sé que el amor surgió en ellos y esperemos que pronto se animen a decirnos.

— Princesa por favor.

— digo que ese no me gusta.

Salgo de mis pensamientos al escuchar como mi pequeña se niega. Entro al cuarto y me interpongo para que no siga corriendo y la cargo y la miro serio.

— Hija. — La nana de mi hija se detiene y  me hace una reverencia. — ¿Qué está pasando?

— Rey Peter. La princesa no quiere cambiarse y ya es tarde para su clases.... — dice nerviosa.

— Papi. — me mira con su carita de ángel que sabe que me ablanda el corazón ya que ella y su madre son mi perdición ya que se parecen tanto. — ese vestido es muy feo y no me gusta. Quiero otro pero la nana no quiere. — hace puchero.

— ¿Cómo va ser feo? — la pongo en la cama y tomo el vestido. — Ese vestido es uno de los mas hermosos que tienes. Además no me gusta que seas caprichosa y lo sabes. 

— Pero papi.

— Pero nada Marianella Lanzani Espósito o ¿quieres que te diga princesita caprichosa?

— No papi, no quiero ser princesita caprichosa. Prometo ponerme el vestido. — mira a su nana. — Nana disculpa, si me voy a poner el vestido es muy bonito.

— Muy bien. — le doy un beso. — ya puede cambiarla.

— Gracias rey.

Salgo del cuarto y veo a mi amaba reina y esposa con nuestro hijo en brazos.

— ¿Problemas?  

— Los de siempre. — le doy un beso y uno a mi pequeño Santino.

— Eso te pasa por consentirla mucho. — me discrimina aunque se que no lo hace molesta si no divertida. 

Protegiendo a la Princesa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora