Capítulo 15

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Sergey le había pedido por favor que se vieran en una cafetería cercana al apartamento de Lena en Moscú, porque quería darle algo para Yulia y a él le resultaba imposible dárselo en persona, puesto que tenía un compromiso ineludible, y le venía de camino el lugar de encuentro con la pelirroja.

Lena le había sugerido dárselo más tarde a la morena, pero Sergey había insistido en que era importante para él que lo tuviera cuanto antes, así que se cambió de ropa y acudió a la cafetería. Cuando llegó, echó un vistazo, pero no había ni rastro de Sergey Lazarev.

―Pero bueno ―empezó a quejarse en voz baja―, tanta urgencia y ahora llega tarde.

―¿Maldiciendo tan pronto, Katina?

Aquella voz inconfundible sacudió todo su cuerpo en cuanto alcanzó sus oídos. Se dio la vuelta con cierta torpeza, y allí estaba ella, la mismísima Yulia Volkova, con una sonrisa de satisfacción más que evidente. La morena no se lo pensó dos veces y la besó con cariño en la mejilla.

―Hola, Yulia... ―Desde luego, era la última persona a la que esperaba ver allí.

―Ven, vamos a sentarnos en aquella mesa que acaban de dejar libre ―sugirió la morena.

―¿Puedes verla? ―preguntó Lena muy sorprendida.

―¡Sí, Lena, vuelvo a ver bien! ―La pelirroja no pudo ocultar su sonrisa ni contener el impulso que la llevó a abrazarla. Yulia se dejó envolver por aquel cálido abrazo.

―Quería darte una sorpresa ―confesaba, todavía abrazada a su cuerpo―, así que le pedí a Sergey que me hiciera este pequeño favor.

Lena se separó un poco de ella, pero todavía la cogía de los brazos. No podía dejar de mirar sus magnéticos ojos azules.

―Me alegro tanto, Yulia...―exclamó con felicidad.

―Habría sido una pena no volver a ver esa sonrisa ―afirmó sin titubear. Lena bajó la mirada durante unos instantes, ligeramente ruborizada. Yulia sonrió aún más y cogió las manos de la pelirroja―. Tenías razón, esto sólo fue un contratiempo temporal. ¡Que se prepare el mundo, Yulia Volkova está de regreso y viene a por todas! ―añadió con teatralidad. Consiguió su objetivo, hacer reír a Lena como en los viejos tiempos.

Las dos mujeres se sentaron en una mesa arrinconada para evitar las miradas de los curiosos que las pudieran reconocer.

―Al menos mi accidente tuvo algo bueno ―dijo Yulia de repente.

―¿El qué? ―preguntó Lena un poco consternada.

―Que volvemos a ser amigas, Lena.

―Sí, es verdad ―admitió con brillo en los ojos.

Cuando el camarero abandonó su mesa, se dispusieron a disfrutar de un sabroso café acompañado de dulce, como no podía ser de otro modo si era Yulia Volkova la que pedía.

―¡Ay, quema, quema, quema! ―chillaba Yulia, quejumbrosa, mientas hacía aspavientos.

―Eso te pasa por ser tan asiosa con la comida ―decía Lena entre risas.

―¿Qué voy a hacer, Lenok, si me encanta comer?

―Yulka, nunca cambiarás ―afirmó sonriendo. Yulia la miró emocionada.

―Hacía mucho tiempo que no me llamabas así en persona.

―Lo sé... ―Sus miradas se encontraron y no parecían querer desligarse. Hasta que Yulia intervino de nuevo.

Nuestra Verdad [tATu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora