Capitulo 8

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Capítulo 8

-Y eso es todo...

Sentada en el sofá, con el café ya frio en la mesa, y abrazando un cojín le conté todo lo que había pasado aquella mañana. Observé a Alba y esta estaba mirando hacia la nada, siempre hacia eso cuando estaba buscando las palabras adecuadas de lo que decir en aquel momento. Hasta que se giró hacia mí, se sentó cruzando sus piernas y me miró.

-Miriam es un poco... un poco... imbécil.
-Alba...
-¿Qué?
-Pues que no...
-Uy, amiga... si, lo es, y mucho. ¿Qué se cree? ¿Qué por tener un buen trabajo y a la chica guapa y joven de la oficina comiendo de su mano es mejor que los demás?
-¿Lo de chica guapa y joven es por mí? (Asintió, y yo negué con mi cabeza) Yo no como de su mano...
-Pero se lo cree... que es peor.
-¿Peor?
-¡Aja! Porque tú no le has parado los pies nunca... y se ha enamorado.
-¡Alba! ¡Quieres parar de decir tonterías!
-Pero si tú misma lo has dicho... (Alcé mis cejas esperando una explicación por parte de mi amiga) Ha invitado a su tío, y te ha presentado sonrojándose... (Asentí) ¡Blanco y en botella!
-No creo que... (Alba me miró de reojo) ya hablamos de eso, cero sentimientos, cero compromiso...
-Lo hablasteis la primera vez que os acostasteis, ¿pero las otras veces?

No pude contestarle a Alba, y paré a pensar. Con Miriam tenía una relación algo extraña, nos liamos una vez y se ha ido repitiendo casi cada semana, e incluso un par de veces, hemos salido a comer, al cine...

-Joder Alba... Si paras a pensar, somos más que un lio de una noche... Pero yo no...
-Tú no quieres que sea así, pero sin querer ha surgido algo que ni tu misma sabes que es, ¿me equivoco?
-No...
-Claro, nunca me equivoco, ya lo tendrías que saber...

Me reí, dejé el cojín a un lado y cogí el café. Di un sorbo, estaba helado. Como me encontraba en ese mismo instante, fría, parada, cortada, en blanco.
El móvil de Alba me sacó de mis pensamientos, se levantó para cogerlo y una sonrisa tímida apareció en su rostro. Sonreí, me levanté a su lado, carraspeé y me miró aun sonriendo.

-¿Qué?
-¿Vas a quedar con... Madame?

Volvió a su móvil, respiró y se puso seria.

-No...
-¡Alba!
-Alba nada... (Dejo su teléfono en la encimera y se volvió a sentar en el sofá)
-¿No te vas a dar ni una oportunidad? (Dije sentándome a su lado)
-No hay nada que dar.
-Ya... ¿Era ella la del mensaje? (Me miró y asintió) ¿Quería verte? (Volvió a mover su cabeza dando un sí como respuesta) ¿Y le has dicho que no?

Dejó caer su espalda hacia atrás del sofá, y abrazo el cojín que minutos antes tenía entre mis brazos, me giré y me la quedé observando. Acaricié su brazo.

-No sé qué me pasa Vanesa...
-Yo sí. (Me miró de nuevo, y le sonreí) Te gusta.

Negó rápido con la cabeza. Tenía miedo. Mi pequeña amiga valiente estaba asustada porque de repente había sentido algo por una mujer.

-¿Te arrepientes? (Pregunté)
-No. Nunca.

Me contestó rápido y segura de lo que decía. Le sonreí.

-¿Entonces? ¿De qué tienes miedo?

No me contestó, porque con una mirada sabemos que pasa. Tenía miedo de sentir algo más, de caer y no poder levantarse. Sabía perfectamente que Alba no lo haría, así que me levanté e hice lo que tenía que haber hecho ella. Cogí su móvil, puse su patrón, que por supuesto me sabía de memoria, y marqué el número de Madame.

-¡Vanesa! ¿Qué haces?

Se levantó y se puso detrás de mí, oí el primer tono y le paso el teléfono. Todo estaba hecho.

-¡Van...!

No le dio tiempo a terminar mi nombre, sonrió al oír su voz detrás del teléfono

- Hola Madame...

Se fue a su cuarto, sonreí al verla con un brillo especial en los ojos. Decidí salir de esa casa, me puse ropa de deporte, móvil y cascos, y me fui a recorrer la ciudad.
Me gustaba Madrid, desde la primera vez que lo visité con mis padres, su gente, sus edificios, sus calles, todo en ella me enamoró. Me apoyé en un banco de un patio, desde podía ver uno de los lugares más mágicos que recuerdo, donde empezó todo, mi universidad. Otro lugar del cual me enamoré, y me hizo estar enamorada.

Flashback

-Mamá, voy a estar bien... Que si... Que como muy bien... Si, también... Vale... Todo bien... adiós...

Colgué el teléfono, y me tiré en la cama. Suspiré.

-Qué paciencia tenemos que tener con nuestras madres... ¿Verdad?

Me reí, giré mi cabeza hacia la otra cama donde se encontraba mi compañera de habitación.

-Cuánta razón Alba... pero, en el fondo, la echo de menos.

Me sonrió, se levantó y vino hacia mi cama. Se estiró a mi lado y me cogió la mano.

-No voy a ser tu madre, pero aquí me tienes... como tu hermana mayor.
-(Sonreí) Gracias...
-¡De nada pequeña! Y ahora levanta. ¡Vamos! ¡Tenemos una fiesta!

Segundos después, Alba ya estaba dando vueltas por la habitación, me levanté y me fui a la ducha. Sería una gran noche, nuestra primera fiesta universitaria en el campus.

El pasado nos aguantaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora