Capitulo 12

1.2K 72 5
                                    

Capítulo 12

Me atraganté, y ella se rio. ¿Me había preguntado eso enserio? No me lo esperaba para nada.

-Bueno... apenas le conozco... no sé.

Dejé el vaso que tenía en mis manos y la miré, se concentró en su copa y a darle vueltas al último vino de esa comida, uno dulce para acompañar el postre. La observé, y continué pensando la respuesta a aquella pregunta. ¿Qué me había parecido Roberto? ¿Y qué más da? Me da igual como sea, que tenga más conocimientos en la vida que yo, que sea un hombre con un gran futuro... me daba igual. Solo me importaba ella.

-¿Te hace feliz? (Me miró seria, esperé pero no obtuve respuesta) Si te hace igual de feliz que tú me lo hacías a mi... (Sonreí, y volvía a esperar alguna palabra por su parte) Si lo hace, me caerá bien.

Quité mi vista de sus ojos, estaba a punto de romperme ahí mismo, porque de nuevo el pasado volvía a golpearme, y esta vez, me auto golpeaba. No podía remediarlo. No podía no pensar en todo aquello que pasó y no terminó. Algo nos quedó pendiente.

-Vanesa... yo...

Iba a hablar cuando le cambió la cara, se tensó y miró detrás de mí. Me giré.

-¡Hola chicas!

Y ahí estaba su presente, sonriéndonos, dio unos pasos más y apoyó su mano en mi brazo en modo de saludo mientras se dirigía a Malú y le besaba. Aparté la vista de ese momento, no podía verles así, era superior a mí.

-¿Qué... que haces aquí? (Dijo Malú algo nerviosa)
-La operación ha sido un éxito. (Contestó Roberto) Así que me he dicho, ¡ve a verlas! ¿Qué tal ha ido? (Nos preguntó)
-Bueno... Estab...
-¿Vais por el postre?
-Si... Ahor...
-¿Vino dulce?

Después de interrumpirle a cada contestación decidió no contestar y solamente asentir. Yo la observaba, se había hecho pequeña, a su lado parecía casi invisible, los camareros solo le hablaban a él, como si nosotras no estuviéramos, y Malú solo asentía y medio sonreía a todo lo que decían. Me mantuve al margen, iba a levantarme, cogerla de la mano y salir corriendo, iba a llevármela de ahí, pero... ¿ella me seguiría? Quizás sí, y me sorprendiese, o quizás preferiría seguir ahí quieta, al lado de su futuro marido, viendo lo que pasa a su al rededor asintiendo sin parar.

-Creo que ha llegado la hora de irme...

Me levanté mientras decía aquello, y la pareja se me quedó mirando.

-Pero aún quedan más postres que probar.

Sonreí a Malú mientras decía aquello, me encanta el dulce y lo sabe. Se acuerda de ellos y me gusta.

-Sabréis cual elegir sin mí.
-Claro, (añadió Roberto) yo me encargo de todo... (Miró a Malú) Puedes acompañarla al cot...
-No... (Dije) Voy en metro. No os preocupéis.

Volví a sonreír como despedida, me puse el bolso en mi hombro y me dirigí a la puerta. Salí de ahí y fui bajando la calle, no iba a coger el metro, siempre me había dado un poco de claustrofobia los sitios cerrados, además Madrid y sus calles me enamoran cada día más. Siempre me sorprende algo, siempre hay alguna cosa que descubro y que me lleva a escribir alguna que otra historia.

-¡Vanesa!

Paré y me giré.

-¿Qué haces aquí?
-Roberto lo tiene todo controlado... ¿Te apetece un té para bajar la comida?

Sonreí, me había sorprendido. No me esperaba para nada que dejase a su prometido en el restaurante y que viniese a buscarme.

-¿Cómo sabias que no iba a coger el metro?
-Bueno... (Miró hacia el suelo y empezó a andar) Aun te conozco.

Sonreí y la alcancé poniéndome a su altura. La llevé a una pequeña cafetería que había cerca de casa, le encantó y lo sabía, yo también la conocía aun. Nos sentamos en el fondo, en un pequeño banco de madera. Pedimos dos tés al camarero, dejé el bolso en la silla de delante con tan mala suerte que cayó, me agaché a recogerlo y al subir me tambaleé.

-¡Uy! (La miré y se estaba riendo) Esto es culpa tuya...
-¿Mia? (Exclamó)
-¡Aja! Tuya y del vino.

Me reí y ella me acompañó. Si, copa tras copa de vino de esa comida me habían perjudicado un poco, y cuando eso pasa mi filtro de pensar desaparece. Me puse sería después de dar el primer sorbo a mi té caliente, y la miré.

-Malú... no me has contestado...
-¿Sobre qué?
-¿Eres feliz?
-Vanesa...
-Es una pregunta fácil, directa.
-Es una pregunta que no tienes que hacer.
-(Me reí) ¿Perdona?
-No Vanesa, no tienes derecho a...

Se calló cuando me vio parar de reír. ¿No tenía derecho? ¿No tenía derecho a saber si estaba bien? ¿Si le hacía feliz?

-¿A que no tengo derecho Malú?

Necesitaba saber más, quería saber porque estaba ahí y no con su futuro marido, porque me sonrió al verme en el restaurante y no salió huyendo, como si lo hizo cuando me besó hace unos días en el parque, y me quedé ahí, parada. Necesitaba saber si a ella también le temblaba el pulso cuando me tenía cerca.

-No tienes derecho a volver y desordenarme la vida. A quitarme la calma que tanto tiempo me costó recuperar. No tienes derecho a llegar y volverme loca...

Cogió el bolso y se levantó, volvía a huir pero esta vez no la dejaría. Salí por la puerta segundos después que ella.

-¡Malú!

No se giró, di los pasos más rápidos y me puse delante de ella.

-Basta Vanesa... No... no tenías que haber venido a la comida...

Di un paso atrás.

-No tenía que haberte saludo aquella noche en la discoteca.

Otro paso más. Y sentí que iba a decir lo único que quedaba para la que se fuera corriendo era yo.

-No tenía que haberte invitado a comer después de mi turno en el hospital... no tenía...

Intenté calmarme, intenté no escuchar esas palabras, pero era imposible.

-No tenía que haberte besado...

Miré al suelo, dejé de mirarla, estaba llena de rabia, llena de dolor, por ella, por nosotras pero sobre todo por mí. Por mi pasado. Por arrepentirme de todo aquello que no hice. Se acabó. Subí mi cabeza y la miré, quité de mi mejilla una lágrima que estaba cayendo y hablé.

-No... no tenías que haberlo hecho... Pero hay tantas cosas que no habíamos de haber hecho. Tantas.
-Vane... Por favor.
-No Malú... Basta ya de callarnos lo que pensamos. Estoy cansada. ¡Joder!

Me di cuenta al chillar que estábamos en medio de la calle, una mujer me miró sorprendida, y me sonrojé. Bien Vanesa... Resoplé. Me llevé las manos a la cabeza e intenté tranquilizarme.

-Vamos...

Malú cogió una de mis manos y la seguí. Llegamos a una pequeña calle, apoyé mi espalda en la pared. Respiré y la miré.

-No puedo más Malú...

Negué con la cabeza mientras iba dando pasos pequeños hacia ella, puse con cuidado mis manos en sus brazos, que tenía cruzados, y los acaricié.

-Lo siento. Lo siento muchísimo. Todo. Créeme. Todo...

Iba a romperme, lo sabía, pero necesitaba hacerlo. Tenía que decirle todo aquello que sentía desde la última vez que la vi en la universidad, mientras montaba en el coche con sus padres y se iba de mi lado, mientras yo la dejaba irse.

-Hace tantos años que me arrepiento de todo lo que pasó... Y si, tienes razón, no tengo derecho a llegar ahora y decirte todo esto pero creo que es necesario. Sí. Necesario para continuar con tu vida... Hay que cerrar este capítulo para que todo vaya bien. Necesito pedirte perdón y saber que vas a estar bien. (Dejé que mi mano pasará de su brazo a su mejilla) Quiero que seas feliz. Porque si tú eres feliz, yo lo soy también...

Sonrió, estaba emocionada, y no sé si fue la emoción, las ganas o el vino que aún seguía en nuestras cabezas quien la hizo actuar. Y noté como me empujaba contra la pared, y me besó. Mientras mi mano dejó su mejilla y apretó su nuca. Ahí en medio de la calle, a metros de mi casa, con ella, volvía a ser feliz.

El pasado nos aguantaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora