Capítulo 8. Cambios

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Bella

Toqué la pita de mi coche y me paré a observar mi reflejo en el espejo retrovisor, a la espera de ver aparecer a Eric cuanto antes. No podía creer que ya hubiera pasado una semana desde mi llegada a Forks, y en ese tiempo me había integrado al instituto como una más, había conocido al enigmático y rebelde Edward Cullen, había hecho un gran amigo y había descubierto que aquí los chismes corrían más que la pólvora encendida. Eric no tardó en aparecer, subirse a mi coche y saludarme. Luego pusimos rumbo al instituto de Froks.

-¿Qué coño...?-dije cuando me encontré con una gran barrera de coches ante mí.

-Mierda-dijo Eric.

-¿Qué es esto?

-Se me olvidaba, han empezado las obras del pueblo para poner tuberías nuevas, las viejas ya están casi podridas por tanta agua.

-¿Y por eso esta caravana?

-Al parecer no soy el único que se ha olvidado de esto.

-Genial-dije sarcástica.- ¿Qué hacemos ahora? Nos quedan exactamente…-consultó su reloj-, diez minutos para llegar a clase.

-Esperar y utilizar la paciencia, supongo, hasta que esto avance.

-De puta madre-bufé.

Después de un silencio en el que solo se escuchó el sonido de los cláxones de los coches y en mi mente salía la pregunta de dónde estaba la paciencia de la gente, Eric me preguntó algo que me llamó la atención.

-Bella, ¿qué hay entre tú y Cullen?

Le miré, asombrada.

-Nada, ¿qué va a haber entre ese y yo?

Él se encogió de hombros.

-No sé, veo que pasáis bastante tiempo juntos y no precisamente peleando.

-Nos llevamos bien, en realidad lo conozco desde antes de llegar aquí.

-¿Ah sí?

Asentí y le conté, más bien por aburrimiento, cómo y en qué circunstancias había conocido a Edward Cullen. También me paré a pensar en que lo primero que se me pasó por la cabeza cuando le vi tan sucio y desvalido, fue la pena; pero ahora cuando le veía por los pasillos del instituto entendía a la perfección por qué la mayoría de las chicas de Forks, por no decir todas, querían algo más que amistad con él.

Edward tenía unos ojos verdes preciosos, muy penetrantes y enigmáticos, su pelo cuidadosamente  despeinado y la mar de saludable, su cuerpo no muy musculoso pero sí bien torneado, su sonrisa, esa barbita de tres días que a veces se dejaba… Y muchos más detalles que le hacían verincreíblemente sexy ante los ojos de cualquier mujer.

-Entonces Cullen ha perdido su moto.

-Sí, se dejó llevar por la velocidad al parecer.

Eric sonrió, luego de otro silencio la que habló fui yo.

-Eric, tengo un problema, y como de momento eres mi único amigo aquí, pues te toca.

-A ver, cuéntame tus problemas-dijo en plan psicólogo, le di un manotazo en el brazo y nos reímos.

-Cuando traje toda mi ropa de Nueva York, descubrí que el espacio de mi habitación no eran tan amplio como imaginaba. Me eh quedado sin lugar para unas cuantas cajas de ropa y accesorios.

-¿Y cómo vas a deshacerte de todo eso?

-No lo sé, no quiero perder mi ropa así como así.

-¿Y si montas un rastrillo con tus cosas?

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