Capítulo 17. Decisiones

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Edward

Ni yo mismo podía creer lo que había dicho, pero tampoco podía negar que me había hecho mucha falta besar sus labios. Si queríamos mantener esto en una simple relación de amigos con derecho a roce entonces no podíamos estar besándonos por los pasillos o metiéndonos al baño a hacer travesuras como muchas veces me habían dado ganas.

-Me alegra escucharlo-dijo contra el hueco de mi cuello, acariciando esa zona con sus labios y pasando sus manos por el borde superior de mi camisa-. Eso quiere decir que no soy la única drogadicta.

Sonreí, alcé su rostro y uní sus labios con los míos, moviéndolos de forma insistente y profunda cada vez que nuestras lenguas se entrelazaban en un delicioso y fogoso baile. Recorrí con mis manos los laterales de su cuerpo y subí su blusa por los lados para quitársela. La arrumbé en algún sitio de la habitación y cuando quise darme cuenta mi camisa estaba volando también. Nos separamos un poco, lo suficiente como para ver el fuego en los ojos del otro. Ella bajó una mano hacia mi torso, dibujando los pectorales, abdominales y cada músculo que se marcaba en él. Como colofón final rozó mi zona por encima del pantalón y sonrió justo antes de abordar mi cuello de manera voraz.

-¿Qué te apuestas a que soy capaz de adivinar lo que más te gusta?-dijo juguetona, haciendo círculos en mi ombligo. Yo no contesté.

Desabrochó mi pantalón y metió la mano por mi bóxer para tocar mi miembro. Lo rodeó con su mano y comenzó a bombearlo con parsimonia mientras daba mordiscos a mi cuello. A mí me costaba hasta respirar. Gruñí y respiré entrecortadamente, sumamente excitado por las caricias que Bella me otorgaba, con la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados.

Mi erección fue aumentando por momentos, mi miembro cada vez se hacía más duro, y el placer terminó por inundar mi cuerpo. Cuando abrí los ojos Bella estaba sonriendo resplandeciente porque había descubierto mi punto débil. Pero esto no acababa aquí. Cogí los bordes de su pantalón y tiré

de él hasta arrebatárselo. Me encontré con un culotte de encaje negro muy apetecible, pero no se lo quité, no aun. Me puse de rodillas ante ella, que me miraba desde ahí arriba entre curiosa y excitada.

Empecé a dar besos suaves a la cara externa de sus muslos hasta llegar a la interna, cada vez me acercaba más a su centro y veía cómo ella intentaba que llegase al fin a ese sitio. Pero no, si ella el otro día me había provocado, ahora era mi turno de hacerlo. Me acerqué a su sexo, caliente y húmedo, y di un lametazo en esa zona, ella se estremeció y abrió más las piernas. Quité el culotte de su sitio y besé, morí y lamí todos sus pliegues mientras Bella arqueaba su espalda y gemía mi nombre sin cesar, poniéndome a cien con solo escuchar su voz. Pronto estalló en un orgasmo, y recorrí el camino de su sexo hasta sus labios para besarla con ardor. Su lengua se movió con la mía, probando su propio sabor. Bella posó sus labios en mi oído.

-Te necesito dentro de mí.

No podía aguantar más. Saqué el preservativo de mis pantalones, me lo puse y ella entrelazó sus piernas alrededor de mi cuerpo para acercarme. Entonces la embestí al principio suavemente, entrando y sacando mi miembro de su interior, pero luego aumentamos el ritmo, necesitados de sentirnos aun más. Su interior era delicioso, caliente, excitante. Pasé mi lengua por su labio inferior y ella gimió de puro placer, y seguimos con los vaivenes de nuestros cuerpos. Con un gemido por su parte y un gruñido de la mía llegamos al orgasmo, yo salí de su interior y respiré entrecortadamente, ella apoyó su cabeza en mi hombro y sentí cómo sonreía. Me quité y volví a vestirme, cuando me estaba abrochando la camisa ella volvió a hablar, ya se había vestido.

-Cada vez que lo hacemos supera la anterior.

-Cada vez que lo hacemos me doy cuenta de que eres una fiera-contesté.

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