Capítulo 18. Recaída

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Bella

Los días después de la mudanza de los Cullen pasaron, y uno de ellos recibí un mensaje de Edward al móvil en el cual me decía que si podía ir a su casa para ayudarle a colocar su habitación. Me sonó a excusa pero igual fui, y no me arrepiento de haber ido. No podía evitarlo, cuando Edward me tocaba, aunque fuera un simple roce, me excitaba y me daban ganas de estar entre sus brazos día y noche. Pero yo intentaba aplazar esas sensaciones y olvidarme de él cuando no debía recordarle, pero cuando empezaba a olvidarle me olvidaba del olvido y empezaba a recordarle. Sí, eso era lo que me pasaba, por muy trabalenguas que fuese. Luego estaba el detalle de que cada vez nos importaba menos acercarnos en el instituto, y estaba empezando a aceptar que Edward, de alguna manera, había llegado a formar parte de mi vida.

Me puse los vaqueros mientras Edward me miraba desde su cama de matrimonio, con una sonrisa plasmada en sus labios, las manos tras la cabeza y un bóxer como única prenda para tapar su cuerpo. Sus padres se habían ido de fin de semana, su hermana había salido con Jasper y Emmett estaba a punto de llegar con Rosalie acompañándole. Además de que había recibido una llamada de mi padre preguntándome dónde estaba porque me había venido a la casa Cullen después de clase.

La habitación de Edward era muy como él, las paredes blancas a excepción de una que tenía un estampado a rayas, justo en la que estaba el cabezal de la cama de matrimonio con sábanas blancas y mantas negras. El suelo estaba decorado con una alfombra negra muy peluda, y en una de las esquinas había una gran cristalera por la cual podías salir a un pequeño balcón y observar lo precioso que era el bosque.

-¿Se puede saber dónde has dejado mi blusa?-pregunté a Edward, la había estado buscando como cinco minutos con la vista pero no la veía por ningún lado.

-Allí-respondió señalando la silla de tela que había al lado de la entrada. Suspiré y fui a ponérmela.- ¿De verdad tienes que irte?-preguntó levantándose.

-El jefe Swan es un hombre muy pacífico…

-Y también policía-repliqué. Se acercó a mí, pasó sus brazos por mi cintura llegando a meter una de sus manos en un bolsillo trasero de mi pantalón y me acercó a su cuerpo para poder besarme con facilidad-. Mm.. Debo irme y tú tienes que llevarme al parking del instituto a recoger mi coche.

No estaba contento con mi argumento pero igual debía levantarse a llevarme. Se enfundó en unos vaqueros oscuros, una cazadora de cuero, camiseta y zapatillas de deporte negras y nos dirigimos a la entrada de la casa. Allí aparcada estaba su nueva moto. Edward no había permitido que sus padres la pagasen por completo así que siguió trabajando en el taller y pagó la mitad del precio prometiendo a sus padres devolverles el dinero. Se trataba de una Yamaha r1 negra con las llantas doradas, una preciosidad tan elegante como podía llegar a serlo su dueño.

Me tendió el casco y se puso el suyo, yo pasé mis brazos por su cintura para no caerme, luego arrancó y en menos de lo que canta un gallo estuvimos en carretera. Llegados al instituto paró el motor y me bajé. Todo estaba desierto, y mi Cadillac era el único coche que se encontraba en el aparcamiento. Le hice entrega del casco y nos besamos antes de irme a por mi coche. Abrí las puertas y me mentí en su confortable interior.

Un rato después, cuando estaba a dos manzanas de mi casa recibí una llamada y tuve que aparcar a un lado de la carretera.

-¿Diga?

-Bella, soy James.

-Oh… hola James, ¿a qué se debe tu llamada?

-A nada en particular, hacía mucho que no hablábamos… No te he vuelto a ver desde el día en que te fuiste de la discoteca de aquella forma tan rara.

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