Capítulo 8

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No me atreví a decir nada más. Sé que puede sonar una estupidez, pero no quise escuchar quién podría ser esa persona. Una parte de mi quería saber quien era esa chica, pero otra me decía que era mejor dejarlo así. Supe que no podía ser yo porque solo hacia dos días que hablaba conmigo, pero noté que podía haber una posibilidad por lo que habían hablado Diana y Míriam. Pero me dio miedo echar a perder todo al segundo día, ya que él no me conocía, y no se podía enamorar de mi sin conocerme. Por otra parte, me daba miedo que me dijera el nombre de esa chica, porque supongo que estaba celosa, lo admito. Estaba terriblemente celosa. No quería compartir a Evan ahora que lo tenía a mi lado. Pero sin embargo me daba miedo que pudiera ser yo.

Estaba hecha un completo lío.

Había pasado un mes y medio después de haber conocido a las chicas y a Evan. Con las chicas cada tarde hacíamos algo diferente, siempre y cuando yo no tuviera deberes o prefiriera quedarme en casa para estudiar. Aún haberles conocido, no quería que eso afectara a mis estudios, por eso mezclaba las dos cosas y eso a mis padres les encantaba.

Papá estaba más feliz que nunca y yo sabía el motivo aunque él no lo hubiera dicho. Pero sabía que era el verme a mi salir de casa y tener amigos que estén a mi alrededor. Sabía que a él el pasado también le perseguía como a mi.

A mamá le iba mejor que nunca, según ella “sus chicos” estaban en lo más alto de las listas y que en estos momentos muchas adolescentes como yo perdían sus bragas con ellos. Yo me alegraba por ella, aunque seguía queriendo que les echará un vistazo a sus fotos antes de que alguna “caza talentos” se llevara a alguno. Yo siempre le contestaba “mejor mañana mamá”.

-Baja de las nubes.-dijo Evan dándome un beso en el hombro.- ¿Qué tenías en mente?

-Nada en especial, ya sabes, un poco de esto, un poco de aquello y un trozo de más allá.

Se le escapó una pequeña risa.

-Hace como unos cinco minutos que he leído la página del libro, ¿te importaría pasar de página? Si no es mucho pedir, eh. -lo hice y lo miré haciéndole una mueca.

-Perdone señor. ¿Al señor le gusta así?

-Sí. -me mordió la oreja- Y nada de señor. -susurró.

Estábamos en la biblioteca cada hora del almuerzo. Evan y yo cada día estábamos más cerca el uno del otro. No teníamos una relación, cosa que todo el instituto pensaba. Empezamos a tener una relación más cercana dos o tres semanas después de conocernos. Un día simplemente me senté en el sofá y puse las piernas encima de él y estudiábamos mientras él me acariciaba las piernas. Otro me eché en el sofá, y cuando él se sentó yo apoyé la cabeza en sus muslos. Otro me cogió y me sentó en su regazo. Y hoy estábamos echados en el sofá. Yo en medio de sus muslos, mientras él rodeaba mis piernas con las suyas y yo estaba apoyada a él.

Evan a veces me daba besos imprevistos en cualquier parte, o me mordía. Cuando lo hizo por primera vez me dio un poco de vergüenza, pero como no dije nada lo siguió haciendo, y ahora cuando lo hace no me preocupa.

Ahora hay más gente en nuestra zona de la biblioteca, pero solo vienen para observar lo que hacemos. A mi no me molesta que la gente se piense que somos pareja, así no se le acercan tantas chicas como antes y me ahorro unos celos innecesarios. Aunque estar vigilada todo el día no es algo que sea de mi agrado.

Estar con él me era fácil, podía hablar con total naturalidad y él me entendía. Conmigo era un amor, y quería que pasaran las horas para poder estar con él ni que fueran diez minutos. Notaba en mi algo, y sabía que Evan me gustaba con total seguridad. Aunque no me atrevía a decirle mis pequeño sentimientos porque yo aún no estaba segura de si él sentía algo por mi.

Esa tarde quedé con las chicas para ir a dar una vuelta por la ciudad y comprar algunos pantalones.

La ciudad ya estaba adornada con luces navideñas. Yo no dejaba de mirar con una sonrisa hacia arriba porque aunque eran las siete menos diez estaba un poco oscuro y eso permitía que las luces estuvieran encendidas. Habían cortinas de colores, cortinas doradas y algunos muñecos de nieve con una sonrisa que hasta parecía malvada. Pero aún así, todo estaba precioso y las calles olían a chocolate caliente, cosa que yo amaba.

Cuando compramos los pantalones para Míriam, Diana sugirió ir a la cafetería que fuimos por primera vez las tres juntas. Yo estuve de acuerdo en ir, hasta que cuando estuvimos en la puerta me acordé de aquel chico. ¿Estaría él dentro? ¿Lo volvería a ver? ¿Se acercaría a mi? Mejor dicho, ¿se acordaría de mi?

Todas esas preguntas fueron absurdas, ya que miré por todas partes, pero no había rastro de él y me entristecí un poco.

Pedí un chocolate caliente y hasta me permití comerme un bollo. Y aún saber que había engordado unos quilos, me sentía feliz y no me arrepentí por ello.

Llegué a casa antes, ya que tenía un poco de frío y quería darme un baño caliente. Nada más abrir la puerta, mi madre me hizo sentarme en la mesa del comedor. Cuando me decía el típico “Eli, tenemos que hablar” siempre acababa castigándome o soltándome un sermón que duraba unas horas, no exagero, es de verdad.

Así que cuando nada más llegar me dijo esas palabras, tuve miedo. Preferí que fuera el sermón, ya que en dos días empezaban las vacaciones de invierno y si me castigaba no podría salir a comer chocolate caliente, y me puse muy nerviosa.

-¿Qué...qué pasa mamá?

-Elisabeth, ya sabes que tu mamá esta muy contenta de que tengas nuevos amigos, ¿no?

-Sí, lo sé.

-Yo solo quiero que sepas que estoy muy feliz de que por fin el pasado sea pasado.

-Mamá...

-No, escucha. Sé que fue duro para ti. También lo fue para tu padre y para mi. Tienes que saber que aunque yo no estaba por ello sufría en silencio de verte mal.

-Ya lo sé, no es momento de sacar esto.-dije queriéndome levantar.

-No, espera. -me cogió de la mano para evitar que me fuera y me senté- Pues, a lo que quiero llegar es que como estoy tan feliz de que tengas nuevos amigos y con los tiempos que corren....Quería darte esto.-me dio una caja envuelta en papel de regalo y la miré extrañada- Ábrelo, es uno de tus regalos de navidad, pero te lo he querido dar antes.

Lo abrí con los ojos como platos, mamá tiene como regla no adelantar los regalos de navidad. Cuando desenvolví el regalo, me quedé sin palabras. En esa caja había un teléfono y eso quería decir que por fin podría enviar mensajes y llamadas a las chicas y a Evan. Me levanté y abracé a mi madre, para mostrarle mi gratitud hacia ese regalo.

-Te lo he querido dar antes para que así, estas fiestas puedas hablar con tus nuevos amigos y puedas salir con ellos cuando quieras.

-Gracias. -sonreí, pero vi que había algo de trampa en ello.- Pero dime, a parte de esto, ¿qué es lo que escondes?

Soltó una carcajada y me miró con los ojos entrecerrados.

-Eres lista. Verás,no sé si te va a hacer ilusión esto, pero no hagas planes este fin de semana. Este sábado he convidado a mis chicos a cenar en casa para que conocieran a mi encantadora hija. Ya que tu no has querido ver sus fotografías y han aceptado encantados.

Déjame Amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora