Capítulo 4

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-¿Haces algo esta tarde?-dijo.

-Sí, he quedado con Diana y Míriam, vamos a esa cafetería que han abierto nueva, la que parece ambientada en los ochenta americanos. O algo así me han dicho.-sonreí-¿Por?

-Oh, yo que quería que me ayudaras con química. -suspiró-

-Evan, siento decirte, que entre tu y la química, no hay futuro.

-Nooooooooooo.-dijo levantando los brazos, cosa que me hizo soltar una carcajada.

-Sí, amigo mío. Pero estoy dispuesta ha hacer que funcione, no te preocupes, lo solucionaremos. -dije haciendo fuerza con el brazo y tocándomelo.

Llegamos a mi casa mientras discutíamos quien tenía mejor músculo. Por supuesto, yo sabía que era él, pero no me iba a dejar abatir por él. Cuando nos despedimos, apareció mi padre saliendo del mercedes de la empresa. No me dijo nada, saludo a Evan y a mi me dio un dulce beso en el pelo.

Entré en casa tras despedirme de Evan. Subí a mi cuarto a dejar las cosas y cambiarme de ropa.

Fui a la cocina y vi que papá estaba sacando los macarrones y poniéndolos en dos platos. Fui directa a la nevera y saqué una botella de agua y la puse en la mesa, mientras papá ponía los platos también y retiraba la silla para sentarse.

-¿Y bien?-dijo mientras pinchaba un macarrón.

-¿Y bien, qué?

-¿Cómo te ha ido el día? ¿Todo bien? ¿Algo que me quieras contar...?

-Bueno, he hecho un examen desastroso de física. Aunque normal, física será para toda la vida una de mis peores pesadillas.

-Elisabeth, eso lo sé des de que empezaste con física. Me refiero a...bueno...ese chico.

-¿Evan?-dije bebiendo agua.

-Si ese es su nombre, sí.

-Bueno, a Evan lo he conocido hoy, le va mal en química, y ya sabes que a mi se me da muy bien y me ha pedido ayuda. ¡Por cierto! Eso me recuerda que he hecho dos amigas.

Mi padre abrió los ojos y un poco más y se ahoga al tragar.

-¿¡AMIGAS!?

-Sí, ha sido gracias a Evan que se han acercado a mí, aunque me han dicho que llevan tiempo intentando hablar conmigo, pero que me no me querían incomodar. Y nada, hemos pasado la mañana juntas, esta tarde me vienen a buscar para ir a una nueva cafetería, pero si no lo ves oportuno, cuando...-me cortó.

-No, no, no. Me parece perfecto. ¡Ay, Elisabeth! Estoy muy orgulloso de ti, por fin has hecho amigas. Ya me estaba preocupando.

Le dediqué una dulce sonrisa. Papá era increíble, siempre estaba conmigo. Cuando tuve mis problemas, fue el que me ayudó y me hizo salir a delante. Mamá siempre está trabajando y apenas tiene tiempo para mi. Pero no me importa. Él cuida de mi.

Papá era subdirector en una empresa de publicidad y podía hacer prácticamente lo que quisiera. A veces me ha llevado, y adoro ese mundo. Y aún parecer un trabajo bastante estresante, a mi padre no se le veía ninguna arruga. La verdad es que mi padre era muy guapo. Tenía unos ojos preciosos color avellana y el pelo oscuro, y el cuerpo aunque no lo tuviera musculado, lo conservaba perfectamente a sus cuarenta años, seguro que de joven era un chico popular. Aunque mi madre, una preciosa rubia, le había robado el corazón en la universidad. Mi madre era digna de admirar y de observar, siempre con una sonrisa en su perfecta cara. La verdad era que mi madre era preciosa, y yo, simplemente era yo. No me parecía en nada a ella, y eso me fastidiaba mucho. Con solo tener sus ojos verdes hubiera sido feliz, o con su perfecta sonrisa, o con su pelo rubio. O con cualquier otra cosa de ella. Pero no, ella era como el día, deslumbrante. Y yo como la noche, oscura.

 Acabamos de comer y yo me ofrecí a lavar los platos.

Las chicas fueron puntuales y a las 5 estaban llamando a mi puerta. Yo me había puesto un poco más informal. Me había hecho una coleta y me había cambiado de ropa. Camiseta de tirantes negra con unos pantalones pitillos rojos.

-Tía, tienes que venir así vestida al instituto.-dijo Diana con un silbido.

Sonreí. Salimos camino hacia la cafetería.

-No tengo razón para ir vestida así.

-Ahora sí la tienes. -soltó Míriam- Evan James.

Solté una carcajada y las dos chicas me miraron como si estuviera loca.

-¿Qué?-dije- Chicas...¿Otra vez con eso? Es la primera vez que hablo con él y nos hemos hecho amigos porque necesita ayuda con química.

-Eli...Qué ingenua que eres. ¿Sabes que uno de sus amigos es el que saca sobresaliente en química?-dijo Diana.

-Jake Ross-Afirmé, cómo olvidar a Jake, guapo e inteligente, me gustó los primeros días cuando llegué, luego perdí el interés.

-Pues ya me dirás tu, ¿por qué no le ha pedido ayuda a él, pero si a ti?

-Pues porque hoy, me he caído en la calle, él me ha ayudado y hemos ido juntos al instituto y de ahí que ha surgido el tema de la clase de química, y me ha pedido ayuda.

-Eli..Diana y yo, no estamos seguras, pero creemos que le gustas a Evan.

-Chicas, ¿cómo le voy a gustar a Evan en un día? Es ridículo. Vale, que a lo mejor pueda haber atracción, pero en un día es imposible gustarle a alguien.

-Ya, pero...¿Y si no es de hoy? ¿Y si le gustas hace tiempo?-dijo Míriam, lo que hizo que soltará una risa.

-Es verdad, tu no te has dado cuenta. Pero nosotras siempre nos sentamos atrás para química, y llegamos antes para que no nos quiten el sitio. Él llega, quita sus cosas y espera. Al principio no nos dimos cuenta,porque claro, lo más normal es esperar a que empiece la clase, pero luego vimos que te espera a ti. Te ve llegar y sonríe, a veces suspira aliviado. Pero des de que entras por la puerta hasta que te sientas no aparta la mirada de ti. Y cuando sales a la pizarra, él mira atento, y te observa con delicadeza, como si te fueras a romper. ¡QUÉ ENVIDÍA! -dijo Diana.

-Estáis bien locas. Bueno, más bien obsesionadas.

 Dejaron el tema, supongo que vieron que yo no le veía sentido a eso y se rindieron. Era imposible que Evan hubiera prestado atención en mi, y es más, yo me hubiera dado cuenta.

Llegamos a ese bar, todo era increíble, habían mesas plateadas al lado de las ventanas con unos sofás de color rojo. Y una barra larguísima con taburetes rojos también. Al fondo de la cafetería había una máquina de música de las antiguas. Como siempre había querido probar una fui directamente hacia allí. Introduje una libra y busqué alguna canción, puse la primera que conocí: Cyndi Lauper - Girls Just Want To Have Fun.

-Buena elección.-dijo una voz ronca y muy, muy sexy.- ¿Estás sola?

Me giré perpleja a la pregunta. Y si la voz era sexy, el chico que tenía delante no se quedaba atrás. Debería tener unos diecisiete años, alto, moreno, con el pelo revuelto y unos ojos verdes que calaban hasta el fondo. Algo en mi se encendió, y cuando dejo ver su perfecta sonrisa y sus perfectos dientes, quise que me rescataran de morir ahogada en mis propias babas.

Déjame Amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora