Capítulo 2

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Esos ojos me eran familiares y no sabía de que, además era demasiado guapo como para ser un conocido.

-Perdona, no pretendía molestarte.

-No, quiero decir, no lo has echo. Muy amable por preocuparte. -me giré y seguí andando. Él me alcanzó-.

-¿Vas a mi clase de química, verdad?

-Puede.

-Poco habladora, ¿no?

-Eso dicen.

-¿Entiendes lo que estamos haciendo ahora?

-¿Andar? Es una acción que nos permite ir hacia a un lu...-Sentí su risa, me sonrojé- ¿Que es tan gracioso?

-Tú. -me sonroje aún más- Me refería a si entendías lo que estamos haciendo en química.

-Ah. Pues, sí.

-¿¡DE VERDAD!?- dijo sorprendido.

-Sí.

Era verdad, ese fin de semana en vez de salir o hacer cualquier otra cosa, yo me quedé en casa estudiando química.

-Te sonará extraño, pero...¿Te importaría si en la hora del almuerzo vamos a la biblioteca del colegio y me lo explicas? -me quedé perpleja- claro, si no tienes nada que hacer...

-Claro, como quieras. Yo siempre estoy allí, ya me buscaras.-Eso había sonado más friki de lo que había pensado, así que aclaré:- Voy porque me gusta leer, por nada más.

-A mi también me gusta leer.-lo miré extrañada-

-¿A ti?-gruñí.

-Te sorprendería los cómics que tengo.-solté una carcajada y pareció ofenderse-

-Perdón, perdón....Es que yo me refería a libros.

Fuimos discutiendo todo el camino hasta llegar al instituto. La verdad, deseé que hubiera estado más lejos. Obviamente, no se lo dije.

-Nos vemos luego.-dijo antes de entrar en su clase.

De repente, dos chicas de mi clase, se acercaron a mi.

-¡Elisabeth te lo tenías bien callado, eh!-dijo una de ellas.

-¿Perdón?- pregunté, sin entender nada.

-Que simpática, pero que no te de vergüenza, ya hemos visto que estás con Evan.- dijo la otra chica.

-¿Cómo? ¿Evan?-repliqué- ¡Ah! Evan, el chico que va a mi clase de química.

-Cariño...No te preocupes, con nosotras, vuestro secreto estará bien guardado. Hacéis una pareja extraña. Él es el chico popular y tu la típica chica tímida, que nadie conoce. Ay, es como en los libros.-se le iluminaron los ojos- Eso quiere decir, que aún tengo posibilidades de que me pase algo parecido.

-Cállate, Diana. -dijo su amiga suspirando.

-Perdonad chicas, siento decir, que no hay nada entre Evan y yo, solo necesita ayuda, se ve que le va mal en química.-se quedaron calladas, estudiándome la cara- Os lo digo de verdad, nunca había hablado con él hasta hoy.

-Míriam, creo que dice la verdad.

-Yo también.-dijo esta, asintiendo con la cabeza.- Pues lo siento, hemos sido groseras. Me llamo Míriam -dijo con una sonrisa.

Míriam era una chica de estatura media, con un cuerpo bien definido. Tenía un pelo precioso, de un color chocolate, con unos ojos del mismo color. A simple vista, parece no llamar la atención, pero si te fijas en ella puedes apreciar a una chica muy bonita.

-Y yo soy Diana.-dijo esta también con unos morritos.

Diana era totalmente diferente a cualquier chica que haya visto antes. Su sonrisa dejaba ver unos dientes pequeños y bien definidos. A diferencia de Míriam, tenía el pelo corto, de un color marrón oscuro, en cambio, tenía unos ojos claros preciosos. Tenía la piel de un color bronceado, y su cuerpo estaba resaltado por unas llamativas curvas.

-No os preocupéis, no estoy ofendida. Encantada.-Sonreí.

Cuando nos fuimos a nuestra aula, me habían contado la infinidad de veces que han querido acercarse a mi para hablar. Pero que siempre que lo iban a hacer yo parecía muy a gusto con mi soledad y no lo hacían por miedo a que me lo tomara como si les diera pena. Nunca me había fijado en ellas y sin embargo están en todas mis clases. 

A la hora del almuerzo, me dijeron si quería ir con ellas a la cafetería, me hubiese encantado, pero ya tenía planes. Así que antes de la próxima clase quedamos en encontrarnos en el pasillo para entrar juntas. Se lo agradecí mucho, y por fin, sentí que mi vida cobraba algo de brillo.

Antes de entrar a la biblioteca, pase por el lavabo, cuando me miré en el espejo pude ver que mi flequillo recto, no estaba recto, así que me lo peiné. También tuve tiempo de examinarme bien. Mi pelo era largo y negro, era un poco rebelde, ya que no era ni liso ni rizado. Odiaba mi piel blanca, que hacían resaltar unos ojos marrón chocolate que estaban resaltados por lápiz de ojos negro. Tenía un cuerpo con curvas, aún así, nada llamativo. Supongo que lo normal, aunque mi madre siempre se quejaba por mis pechos, ella tenía la mitad de los míos, supongo que en eso me parezco más a mi tía. 

Dejé de mirarme, ya que al final siempre acabo encontrándome mil imperfecciones y me deprimo. 

Me dispuse a sentarme en la primera mesa, ya que visualicé dos lugares libres, pero antes de retirar la silla, alguien me puso las manos en los hombros y me susurró:

-He encontrado un mejor sitio para estudiar química, sígueme.

Sonreí y me dispuse a seguirlo, sintiendo todas las miradas sobre mí, cosa que hizo que me sonrojara, pero no baje la cabeza. En lugar de eso, me fijé en lo enorme que era la biblioteca del instituto, nunca había ido tan adentro. Subimos por unas escaleras, y en esa parte también habían un montón de estanterías con un millón de libros. Evan siguió caminando hasta llegar a una gran sala con un gran ventanal, dónde habían sofás y butacas con mesas al rededor de toda la sala. Él escogió un sofá que estaba de caras a la ventana y se dejo caer.

-Espero que te gusten las vistas-soltó.

Lo miré y sonreía con satisfacción, cosa que hizo que yo también sonriera. 

Déjame Amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora